LA TELARAÑA: La ideología de la garrafa

sábado, julio 14

La ideología de la garrafa

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Está de acuerdo en que se prohiba el botellón en la Playa de Palma?
  
 No. Aunque el botellón de los jóvenes -pero no de todos los jóvenes- siempre me ha parecido la mayor expresión de la banalidad y la estupidez colectiva, una suerte de masacre soez de la poca inteligencia que aún ronda por ahí, no sé si hibernada a la espera de tiempos mejores o si, definitivamente, ausente, no seré yo, bajo ningún concepto, el que les envíe las huestes policiales -que bastante tienen ya con lidiar con José María Rodríguez, por cierto- para aguarles una fiesta y un ritual que, para algunos, los más afortunados, sólo tendrá el efecto de una ebriedad anecdótica pero que, para otros, quizá la mayoría, acabará siendo letal.
 Está claro, pues, que hay substancias de efecto larvado que, con el paso del tiempo, producen, en ocasiones, el éxtasis, pero también, por desgracia y para siempre, el delirio. Pienso en el alcohol burbujeando en los cubos de la basura y en la tribu danzando a su alrededor, claro, pero también pienso en el botellón del dinero, también en inmensos contenedores fraudulentos y, sin duda, putrefactos, que desde hace décadas, si no siglos, o desde el principio de los tiempos, han llevado a cabo, sin pudor alguno, políticos, banqueros y sindicalistas -pero no todos los políticos, banqueros o sindicalistas- a nuestra costa y a la de nuestros jóvenes. A costa de todos y a cambio de nada.
 Pero hay otros muchos tipos de botellón. El botellón de la OCB, por ejemplo. Más de cinco millones de euros en cuatro años para no hacer otra que inyectar en vena la cultura del victimismo y del rencor, el mal aliento de una lengua que respiraría mucho mejor -y más libre- sin su dolosa presencia, sin su cinismo ilustrado, sin su botellón, ya lo dije, de mentiras y subvenciones, de noches en vela sin más luna en los cielos que la vieja ideología de la garrafa. O sea, démosles el ácido destilado de la ignorancia, que ya la UIB, cómo no, les pondrá las tapas de la erudición.


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