LA TELARAÑA: junio 2012

sábado, junio 30

La migraña conceptual

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Aina Calvo haría mejor oposición que Armengol en el Parlament?

 No. Tal y como funciona nuestra democracia no parece que la oposición cumpla otro papel que el del enfrentamiento sistemático, continuo. Así, a falta del florecer asilvestrado y lúdico de ideas, que podrían reciclarse, adaptarse y adoptarse -que sería lo lógico-, el diálogo parlamentario se convierte en una parodia donde nadie escucha a nadie, porque cuando la terrible voz única del partido mayoritario -o de la coalición de partidillos en el poder- esparce sus virutas de metralla todos tiemblan. ¡Y cómo tiemblan! Se trata, claro, del peor escenario posible para lo que ahora llaman la “gobernanza” y se convierte en el paso cíclico de un rodillo o de una apisonadora, donde la fuerza matemática de los votos es un veto general a la inteligencia y, en definitiva, una pésima manera de entender y gestionar la realidad. Pero así están las cosas.
 Extrañará, pues, que yo prefiera a Francina Armengol antes que a Aina Calvo para liderar la oposición del PSIB-PSOE en el Parlament. Pero es que, no pudiéndoles adjudicar a ambas -por sus hechos pasados- ninguna relevancia personal, sólo nos queda resignarnos y apostar por el espectáculo puro y duro; y ahí sí que Armengol, con su exaltado séquito nacionalista alrededor, da mucho más juego al país; y el país, además de sentir el escalofrío y el vértigo de la orfandad, acaba sin reconocerse ni el rostro. Magulladuras aparte.  Expolios y vejaciones institucionalizadas, como las de la lengua o la historia, entre otras.
 El país se mira y no se reconoce. De esa ignorancia sólo cabría esperar un rescate que, a su vez, constituiría un absoluto e improbable prodigio; el de que sea el Govern -quién si no- el que logre desempañar del todo el espejo y podamos, al fin, no sólo mirarnos en él, sino hasta vernos. Y que el vaho ideológico de Armengol, esa bruma, ese lodo, esa migraña conceptual, se diluya como un azucarillo en el terror húmedo de estos días. Y de los que vendrán.

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viernes, junio 29

Los fuegos interiores


La Telaraña en El Mundo.

 Recibo con excelsa puntualidad los emails propagandísticos -o el boletín, como lo llaman ellos- de la Plataforma por la Lengua. No sé cómo han pillado mi dirección electrónica de correo -y no una, sino dos- pero no voy, ahora, a quejarme por esa minucia intrusiva. Al contrario.
 Encontrarme, en la selecta carpeta del «spam», sus incisivos correos me alegra y, además, me es muy útil, porque me sirve para estar al tanto de sus correrías y hasta me permite, de vez en cuando, el lujo de pergeñar alguna de estas columnas con cierto conocimiento directo de causa. O, por el olor que despiden, de efecto. Pero para eso están las papeleras, para llenarlas de basura y eliminarlas cuando ya rebosen.
 Con todo, me importa muy poco lo que me cuentan, porque no hay nada que resulte más molesto que la monótona repetición de lo mismo. Asumo que se sienten agraviados por los cuatro o cinco costados y eso ya me vale para tenerlos por incurables. La vida no acaba de ser fácil, es cierto, pero tampoco es un constante sin vivir en las trincheras de una guerra que sólo puede traernos más trincheras y más guerras. Se está mucho mejor en el propio infierno, sin necesidad de echarle la culpa a nadie por los fuegos que imaginamos alrededor. O adentro.

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jueves, junio 28

Rencuentros con el verdugo

La Telaraña en El Mundo.

 Ya sé que vivimos en época de tertulias -donde los tertulianos se despellejan, pero sin problemas, porque todos comen la misma dieta y, además, de la misma mano- o que, asimismo, la gente se reúne por mor de cualquier pretexto, a cada cual más exótico o irrelevante. La lista podría ser larga, pero intentaré acortarla.
 Un importante partido de fútbol, por ejemplo, una solemne lectura de poemas en homenaje del penúltimo vate fallecido -al que en vida nadie hizo ni puto caso, claro-, el capítulo definitivo -o sea, el siete mil trescientos cincuenta- de alguna serie norteamericana de culto o la llegada de José Ramón Bauzá, no a la luna y por cuenta de la NASA, sino a Manacor, Bunyola, Selva, Llorito o Petra y con las cacerolas de la OCB. Todos esos encuentros tradicionales puedo entenderlos. Pero hay otros que no.
 No alcanzo a entender qué política es esa de impulsar que una víctima -en primer o segundo grado- se encuentre con su asesino en serie o su secuestrador del alma. Hoy no me siento muy eufemístico, pero si existiera quien me hubiera hecho auténtico daño -que no lo hay, o no lo recuerdo- y me propusieran reunirme con él, o ella, les aseguro que saldría corriendo. Hay torturas que sólo cura el olvido. Y revivirlas es de locos.



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lunes, junio 25

El poema y el culo


La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Los hay que esperan encontrar grandes verdades y enormes revelaciones en las redes sociales, en los murales vidriosos de Facebook o en los corrillos a latigazos de Twitter. Y puede que así suceda, y que hasta crean haberse encontrado a sí mismos por entre las emanaciones de la asfixia. Pero ese espejismo dura poco, pese a ser terriblemente humano y lógico, además, en una civilización que se mira en los espejos como Narciso en las aguas donde habría de acabar naufragando.
 Miramos y nos vemos, igual que deseamos que los otros nos vean; a nosotros como a sí mismos. Pero esta hipotética sucesión de hallazgos no consigue librarnos del espantoso tedio y de la impostura civilizada -muy civilizada- que reina en ambos lugares. La Nube carece de materia y no tiene más espíritu que el de los virus y troyanos informáticos, las sofisticadas mutaciones de la guerra cibernética. Y en sus garras estamos sin más consuelo que saber que la mejor teoría de la conspiración es la que no existe.
 Pero las redes sociales son un excelente pretexto para los estudios sociológicos. Días atrás colgué la fotografía de un gran culo femenino y, al rato, hice lo mismo con un poema, que un amigo, cómplice de la trama, calificó de enorme. Aquí los adjetivos no son -en absoluto- intercambiables. Ya les contaré qué tuvo más éxito, si el culo o el poema.

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sábado, junio 23

La dimisión imprescindible

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que la consellera de sanidad, Carmen Castro, debe dimitir?

 Sí. Puede que la vida de cada uno, en esa red global que somos, sea como una especie de infernal partida de póker que nunca se detiene aunque, a veces, alguien se nos levante y nos deje una silla vacía en la mesa de la existencia. No hay mayor problema, claro, porque la soledad es siempre fugaz y otra persona ocupa, diligentemente, ese lugar vacío y así podemos seguir repartiendo cartas con la única certeza de que somos nuestra propia Banca y que, ay, la Banca debe ganar siempre. No hay otra. Nos va la vida en ello.
 Habilidades aparte, lo único que debemos exigirnos es presencia, atención y empatía. No podemos desaparecer así como así, ni dejar desguarnecidas nuestras pertenencias. No podemos rendirnos antes de tiempo, porque la partida se pierde sólo una vez, pero para siempre. Qué menos, pues, que estar ahí día y noche, entre los naipes, las batas blancas y el tapete verde, entre las infinitas negociaciones alrededor de la realidad y sus paisajes, en el lugar donde se cruzan todas las palabras y la página en blanco tiembla y al renglón de un verso sindicalista le sigue el verso desahuciado del escepticismo. O la pasión. O el ingenio. Tanto da, porque todos los versos son el mismo verso en ese poema de todos, en esa partida que sólo finaliza si la abandonamos.
 Parece, pues, que a la consellera de Sanidad y presidenta del IB-Salut, Carmen Castro, se le olvidó que su papel mediador con los sindicatos médicos era de vital importancia para la legión de enfermos que somos los que andamos, de vez en cuando, enfermos. Todos. Y en esa mesa metafórica de la vida, la silla de Castro ha quedado vacía y los facultativos se han quedado sin nadie que reparta las cartas. Mal asunto. Ya que no está, debería haber dejado la carta definitiva de su dimisión sobre el frágil imaginario de un problema que hay que resolver cuanto antes. Aunque ya será sin ella.


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viernes, junio 22

La siesta de un fauno

La Telaraña en El Mundo.

 Vino a decir Montoro que "España no ha sido rescatada, porque no lo necesita", para liarse, luego, en un surreal duelo con Soraya Rodríguez. Alrededor, las tribunas del Congreso desfallecían; los jefes lidiaban en otras plazas y los subalternos se deshacían en sombras, confirmando, a su pesar, que sólo les faltó el abanico del tiempo para que Mallarmé les glosara; igual en las Cortes de todos que en las nuestras, más humildes, pero con actores tan enormes como Antoni Pastor, la odisea del escaño, el fulgor del voto ético.
 Visioné, después, el video del atentado -un homenaje, se dijo- a un cuadro de Picasso y leí unas frases de Michel Mayor sobre galaxias lejanas. Apasiona dejarse llevar por conceptos que nos superan. ¿Hay vida, pues, ahí fuera? ¿La hay aquí dentro?
 No sé muy bien qué es la vida, ni apostaría por que la inteligencia le sea necesaria. Igual es sólo un adorno. O un epíteto más. Volví al Congreso mientras unos activistas, al grito de «Sahara Libre», eran expulsados del hemiciclo. Pensé en la vida. En la inteligencia. Me dormí al ver a Pilar Bardem liderando la trifulca y me despertaron los tambores y salmos de unas mil personas en procesión contra los recortes. Creo que me da igual si hay vida, inteligente o no, en parte alguna.

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jueves, junio 21

De guerras y exilios

La Telaraña en El Mundo.
 
 Nunca discuto con los lectores de mis libros ni, tampoco, de estas columnas; al contrario, agradezco que me lean y escriban, aunque sea para autoafirmarse o propagar, con buena letra, sus fobias y filias. Todos las tenemos y, a algunos, no nos duele reconocer que las vamos mudando, por azar o convicción, como si fueran naipes de un juego infernal, cuyas reglas desconocemos, pero reinventamos a diario.
 Pasa, sin embargo, que cuando me hablan de guerras pego un respingo y me acecha un dolor sin nombre. Pasa que guardo igual respeto por los vencedores que por los vencidos -que pocas veces, ambos, pudieron escoger bando- y que no hay consuelo en ninguna paz firmada sobre el lienzo apresurado del horror o la muerte. La traición. El miedo.
 Pero las guerras se suceden y no hay tiempo, apenas, de inventariar bajas o desaparecidos. Todos causamos baja o desaparecemos cuando la humanidad pierde su nombre y se disfraza de tribu maniquea alrededor de un monolito en llamas. De necrópolis donde lo único en pie son las cruces y la brisa que lleva la asfixia de un lado al otro. Ese paisaje -como la carta que me dirigió la profesora de la UIB, María Gómez Garrido- me confirma que no hay mejor lugar que el exilio, ni condición que la de apátrida.

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lunes, junio 18

De vampiros y filípicas


La Telaraña en El Mundo.

 Resulta que salieron al temblor difuso de las velas bastantes estudiantes, profesores, músicos, pintores y artistas sin clasificar. Salieron hasta los poetas mallorquines; los que ahora, por aquello del clima y el carácter, ya suelen andar enroscados en las calas al sol y al hechizo de las musas. «No apaguéis la luz del Arte, la enseñanza, el futuro», clamó una serpiente global, una mujer en una maleta, una cadena de espectros entre el castillo del Parlament y la ciudad entera. Hasta unos palmos bajo mi casa y mi silencio sin subvenciones. Sea, entonces, de los vampiros la noche, aunque sigan llevando una ancestral estaca en su corazón de todos.
 Será por eso que hace unos días me eché unas risas con un grupo de ciudadanos de Gibraltar que, ante las cámaras, en español y con un acento andaluz que clamaba al cielo, no dudaron en proclamarse más británicos que el mismísimo William Shakespeare. Como mínimo. O como poco.
 El paisanaje, pues, es divertido y tanto da si opina como uno o si no. Sólo vale emocionarse. El jueves, por ejemplo, aluciné con el concierto -dos canciones y dos filípicas de órdago, le pillé- de Carlos Garrido en la Plaza Islandia. No hay nada como una buena exhibición paródica para reconciliarse con el mundo. Y aún más. Con todos los mundos posibles.

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domingo, junio 17

Reseña de El Árbol de Teneré, por Francisco Fuster


Hoy me toca agradecer a Francisco Fuster su generosa y excelente lectura de mi libro El Árbol de Teneré. La podéis leer en este enlace.

sábado, junio 16

La narcolepsia general

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Antoni Pastor debería entregar su escaño como diputado en el Parlament?

No. A veces hay que pervertir los cauces trillados de la lógica, para no dejarse llevar por el engaño de los sofismas y por el efectista juego de billar de los silogismos, para escapar -en la incierta medida de lo posible- de la perezosa inercia del pensamiento adormecido. Tanta somnolencia -esa narcolepsia nuestra de cada día- es letal y frívola y, quizá, hasta inconsciente, pero es por ella que así va, en definitiva, el mundo, o que así no va, y que pensar correctamente no es fácil, porque demasiados tópicos nos enredan y muchos prejuicios nos mutilan y el exceso de hojarasca nos encierra en bosques que nunca debiéramos haber visitado. Ni como pirómanos confesos.
Lo primero es echar un vistazo a nuestra precaria democracia y constatar que los partidos políticos -además de los sindicatos y de otras muchas otras organizaciones, las financieras y las metalingüísticas, por ejemplo- no hacen sino socavar el alegre espíritu democrático en el que ya no vivimos. No hay democracia donde sólo hay uso y abuso del dinero público y de las subvenciones, ni donde las listas electorales son bloques marmóreos y cerrados, votos adjudicados a unas siglas que luego se convierten, siempre, en campos de concentración de voluntades cautivas, en empresas de colocación, en nauseabundas pirámides de un poder que cada vez se aleja más de las bases -esos cimientos náufragos- y se aloja en las cúspides. ¡Cómo ciega ese destello de un amanecer que no llega nunca!
Se entenderá, pues, que, aunque el cuerpo me pida defenestrar, con urgencia, a Antoni Pastor al infierno de los tránsfugas, no lo haga y que lo deje flotar ahí, en el limbo de los inadaptados, sin exigirle más que sea fiel a sus principios. Si los tiene y si no es el despecho lo que le mueve a buscar allende el Partido Popular los cargos y prebendas que cree merecer. Pero no soy quién para juzgar sus intenciones más secretas. Por eso lo absuelvo. Y me sonrío, después, claro.

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viernes, junio 15

Los colmillos de la usura

La Telaraña en El Mundo.

Me sentía con ánimos, pero fracasé. Y eso que el plan era sencillo. Escogí una docena de conocidos analistas -españoles y extranjeros, por si acaso- y fui desgranando sus opiniones sobre la crisis del euro, el rescate de los bancos en llamas, la ficción de una Europa sin Alemania o de una Europa sin europeos, la necesidad de una unión fiscal, las inyecciones de capital y hasta el pánico generalizado a los corralitos de la miseria.
Tanta lectura no me sirvió para nada, porque no se aprende de quien no se explica ni quiere; de quien, con sus teorías, construye un mundo y luego intenta venderlo como el único posible. No suele ser así. Pero además está el hastío ante tanta arbitrariedad aplicada, ante tanta Hidra policéfala, sin más cerebro que unos colmillos teñidos por el grumo rojo de la usura o la sangre. Toda una pesadilla de la que escapé rápido.
No se me ocurrió otra que visitar a algunos médicos y dejar que me hablaran sobre su indignación y temores. Pero no habrá huelga, o eso creo, porque Bauzá y Castro darán marcha atrás y harán lo que debieron hacer desde el principio. Sentarse a negociar todo lo posible y algo más. Les va la salud de mucha gente y, quizá, también la suya. La legalidad deberá esperar.

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jueves, junio 14

El pezón de los años

La Telaraña en El Mundo.

El saldo de las cosas debiera ser la resultante anímica de alguna operación contable. Eso piensas, pero no. Algo se te descuadra cuando sumas al rescate o al préstamo -que eso ya se verá- de España, la sucesión vertiginosa de acontecimientos posteriores.
El partido contra Italia, ese duelo sin más riesgo que una prima común y casi hermana. El séptimo desembarco de Rafael Nadal en las arenas, no de Normandía, sino de Roland Garros, París, Francia. La agónica carrera del Ferrari de Fernando Alonso en la artificial Isla de Notre-Dame, que no está junto al Sena, sino en Canadá. Valiente sesión continua de éxitos o fracasos.
O de nada de eso. Porque la cosa va de balances. Y sucedió, en algún instante que ahora no ubico, que apareció Madonna mostrando el pezón derecho en pleno concierto, en Turquía, y ahí todo cobró un nuevo sentido. En ese pezón me miré un rato. En ese pezón me flagelé, sin devoción, un rato largo. En ese pezón vi pasar cincuenta y tantos años y me dije que la gloriosa decadencia de una ubre arrugada es como el estertor de una civilización exhausta. Nos quedan sus ruinas y en ellas estamos. No me lamento, claro, porque no hay balance más noble que el estupor por la belleza perdida y, ahora sí, inalcanzable.


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lunes, junio 11

Los sótanos de la UIB

La Telaraña en El Mundo.

De la UIB sabemos mucho aunque, de su claustro y aulas divididas, sólo frecuenten la luz pública sus facciones más beligerantes. Su Asamblea Universitaria, su Consell d'Estudiants o su estupenda coral de lingüistas, sección Filología catalana. Pero también se dedican a otras prótesis sociales. «Contextos de violencia y memoria colectiva», hace unos días.
Lean estos titulares. "El Desaparecido como Sujeto político. Reflexiones a partir de la figura del espectro de Derrida". ¡Pobre Jacques, que no pudo defenderse del horror de la tentación de existir que embarga a lo que ya -o aún- no existe! Pero hay más. "Hebras de paz de vida como injerto en la recuperación de la memoria histórica", por el fundador del «Gernika Gogoratuz». O "Del Todos fuimos culpables al Todos somos víctimas: banalización, victimización y otros usos del pasado traumático". Valiente lidia, voraz filigrana entre la semiótica y la tautología.
Pero tanto da. Es asomarse y comprobar cómo se retuerce el lenguaje para que la realidad encaje, cómo se mezclan hasta los arquetipos para encontrarle síntesis a lo que no la tiene, porque es su negación, su fundido en negro. Un sótano tapiado a la luz donde no caben las víctimas del terrorismo etarra, por ejemplo. Un lugar donde dormirse es rondarle la faz a nuestras peores pesadillas. Al despertar. Pero sólo si despertamos, claro.

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sábado, junio 9

Los harapos y los sueños

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo¿Cree que el Govern debe mediar si, como parece, se convoca huelga en hostelería?
Sí. «Los que sueñan, vestirán harapos», decían los medievales, le leo a David P. Montesinos en el blog de Justo Serna y no me importa tanto el contexto, como lo que la frase me sugiere. Hay un prejuicio ancestral contra los sueños, como si enfrentarlos a la realidad significara su naufragio contra los arrecifes donde Maiakovski escribiera algún verso antes de pegarse el tiro de gracia, el estigma de la pobreza, la cruz de la discriminación y la certeza del fracaso. Pues puede ser, pero esos harapos no nos sientan tan mal, sino al contrario. Digámoslo por pasiva. ¿Qué visten los que no sueñan? ¿No será que todo son harapos y telas gastadas por el tiempo, por el síncope de la fe y las ilusiones; jirones de sudor y sangre resecos, por el látigo de los que sólo aceptan su propia realidad en detrimento de la ajena? Debiera haber realidad suficiente para todos, aunque no todos la puedan soportar.
Empieza la temporada turística y unos y otros se instalaron en la discordia. ¡Ahora que la situación es más que precaria! La cuerda está tensa. De un lado, la patronal, con sus balances y quiebras, sus vicios antiguos y nuevos; también, seguro, con sus virtudes. Del otro, los sindicatos, sus reivindicaciones al por mayor de un suicidio colectivo que no se entiende, su empeño en mirar atrás, donde ya todo está en llamas; también su solidaridad para con los débiles y desprotegidos. Hay que evitar que esa cuerda se rompa. Y eso debe conseguirlo el Govern.
Nunca me gustaron las intromisiones estatales en la economía, pero no es momento para ser puristas, sino para ceder a la mugre -y a la paradoja- del pragmatismo. Sin una temporada turística normal lo poco que queda de nuestra economía se derrumbará estrepitosamente y no creo que eso beneficie a nadie. Es hora de que el Govern cumpla con ese papel de mediación, porque los harapos -¡ay!- esos ya no nos los van a quitar.

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viernes, junio 8

De broncas y cenizas


La Telaraña en El Mundo.


La realidad es como una esponja, tarda en secarse, pero siempre nos devuelve algo, si la estrujamos lo suficiente. Sucede, pues, que siempre nos pringa y no sólo de agua, sino de mil sustancias distintas, porque el jugo de las cosas es una mezcla de todas las cosas -una mezcla, no su síntesis- y algunos padecemos alergia a ocuparnos de muchas cosas a la vez y preferimos centrarnos en un único asunto y luego en otro y evitar, así, que nos sepulte un alud de realidades, opiniones o quimeras a medio hacer.
O quizá deshechas. No hay nada peor que conformarse con esos despojos o yacer en el limo resbaladizo de los náufragos (de los que abroncan a Bauzá, por ejemplo, allende estas islas) cuando lo que ansiamos, de hecho, es un naufragio de lo más completito. Uno sin paliativos. Total. Incluso perfecto, si hay suerte.
Acudo a mi escritorio y me encuentro -juntas, no revueltas- las noticias del fallecimiento de Ray Bradbury y la concesión del Príncipe de Asturias a Philip Roth. Cojo un ejemplar de «Fahrenheit 451» y otro de «La Humillación», sin saber cuál se merece, en este instante, mi relectura. En esa duda arden un fuego y una miríada de sombras. Contemplar esa hoguera es leer ambos libros y saberse, también, parte de sus cenizas.

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jueves, junio 7

Sinfonía de símbolos

La Telaraña en El Mundo.

Nadie me responderá si descuelgo su estridente llamada. Por eso -pero también para no entablar conversación con la lenta voz metálica de una máquina o dejarme atropellar por el vértigo de algún teleoperador inasequible al desaliento- dejo que suene el teléfono, a diario, algo así como media docena de veces. Hago como si no estuviera en casa. O la casa estuviera vacía y la sinfonía entrecortada del teléfono sonara para un patio de butacas y anfiteatros desiertos. La imagen, enigmática, me reconforta, aunque desconozco la causa. A qué negarlo.
Pero esas llamadas zombis me recuerdan que el mundo, a veces, parece existir como por inercia y repetición, con la misma insistencia, quizá, que predicaba Cela para con el arte de escribir y la tozudez de la crítica, y que su hijo ha sabido seguir, al menos, en sus pleitos con Marina Castaño. Me alegra, aunque sin saber por qué, su aparente éxito.
Hay otras muchas cosas que no entiendo y que, no obstante, me resultan gratas o, en cierto modo, agradablemente indiferentes. Que la gente le pite a la Banca, por ejemplo. Que se sucedan las caceroladas contra los recortes y lenguas que sean. O que se libere «Sa Foneta», tapiándola. Todo ese universo simbólico me recuerda que está sonando el teléfono y que no pienso, por supuesto, descolgarlo.

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martes, junio 5

Reflexiones de Arcadio Pardo sobre El Árbol de Teneré

Árbol de Teneré. Por Arcadio Pardo.

Este libro es un libro mayor, en su forma y su contenido. No me gusta llamarlo “mensaje” porque se ve que no hay intención de elaborar un mensaje. Más bien un desahogo.
Un poema largo que me parece tiene dos conjuntos. El segundo empieza, a mi parecer, en la pág. 40 (“Persiste el eco del monólogo…”).
Todo el poema es una emanación, una madeja que se desmadeja. Y aunque no se presiente el tema central, uno recibe su poesía como un viento que está en todas partes a la vez.
Poema de soledad como ese árbol del que todavía no se habla. Poema de testimonio de destrucción.
El árbol de Teneré aparece primero en pág. 23  y más adelante en pág 43 y cubre lo anterior y lo todavía por decir. La lectura se clarifica. Conciencia de la necesidad de clarificar precisamente: el Árbol de Teneré, ese espejismo que voy callando desde el primer verso.
El poema tiene una estructura simétrica: las velintonias / las termitas, y la realidad que no puede ser un mal principio en el inicio y esa misma realidad que no puede ser un buen final cerrando el poema. Y también las velintonias que reaparecen cuando el poema se cierra Así se aclara la impresión general de desencanto, de destrucción.
Otra oposición: ¡Oh, y cuántos requiebros y qué inútiles al fin las palabras! al principio del poema (pág. 18) que se cambia en este estupendo final: Siempre habrá vida mientras haya discurso (pág. 67). Puede sea esto, por otra parte, una de las pocas vivencias que van hacia la luz.
También hay que poner de relieve todas las referencias al amor, siempre discretas y temblorosas como única vía de salvación. Me atrae esta estrofa de pág. 50:  Ah, el recuerdo de tus muslos prendidos en seda …  Mi refugio. El testamento.
Y poco después esto: Respiro en tus pulmones… Respiro en tu nombre…  Las referencias al amor en Árbol de Teneré rezuman verdad, sinceridad, espontaneidad.
Fuera del poema me encuentro, celoso, con un verso que ¡ay! me hubiera gustado escribir: en tus ojos refulge un tiempo antiguo (pág. 63).
Toda la pág. 19 es un testimonio de inmensa ternura. Me da la impresión de que hay ahí una fe en la vida ensanchada, prolongada por el amor. Quizás la única por otra parte en este libro en el que el sentimiento mayor es de negación: El desencanto nos vence  sin tan siquiera derrotarnos (pág. 23).
Yo creo que todo lo que dice todo poeta es siempre verdad y que el poeta no se equivoca nunca, aunque diga a veces lo contrario de lo que ya ha dicho. Este libro me lo confirma, a propósito de la soledad  que al principio provoca un terror animal a la soledad y al silencio (pág. 27) y viene a ser después, o incluso a la vez, el sustento de la vida: Pero la soledad me alimenta más que nada en la vida porque en ella está el amor. No, no el amor, .
En relación con esto, el contraste en versos próximos entre algo luminoso y algo tenebroso, como en pág. 49 en que se encuentra uno con estos versos de luz aunque empañada de frialdad: Hay una estrella de hielo / en todos los renglones de esta historia, y esos mil cadáveres distintos…
El poema mantiene la tensión del principio al final como un soplo que no se interrumpe.
La parte El arpa de arcilla no difiere fundamentalmente de El árbol de Teneré. La opción por el soneto libre no disminuye en nada el significado. Más bien lo aprieta y lo encaja y da relieve. Misteriosa esa catedral que surge insólita e insistente (catedral, templo, monumento) que a la vez amenaza con lapidación.
El soneto 6 me parece de lo más expresivo del libro en la expresión del amor.
También podría decirse que este libro tiene mucho de confesional y que la confidencia atrae al poeta más que la consideración del mundo exterior que, sin embargo, aparece en ráfagas diseminadas por el texto.
Un libro grande de los que apaciguan pero también inquietan y acompañan.
***

No puedo añadir nada, salvo darle las gracias a Arcadio Pardo por su atenta, experimentada y generosa visión de mi libro. Gracias!!!

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lunes, junio 4

Libros y Llibres

La Telaraña en El Mundo.

El vendaval mueve la niebla de sitio, pero no la disipa. Así, durante estos días, el STEI-i, la OCB, Joves de Mallorca per la Llengua, el Moviment d’Escoles Mallorquines y no sé cuantas asambleas más y otras, de la UIB o no, han ido remoloneando a cuenta del enorme porcentaje de padres que eligieron el catalán, y no el castellano, como primera lengua para la educación de sus hijos. Nos hablan de porcentajes, cuando de lo que se trata es de la libertad de elegir que, al fin, algunos han disfrutado. Nos hablan de números, cuando se trata de conceptos. Y nos pueden seguir hablando de lo que gusten, porque lo único que logran, por desgracia, es confirmarnos que son unos pobres fanáticos escupiendo su ignorancia sobre un mundo que no entienden. Pero allá ellos. Y allá el mundo.
La educación siempre me pareció algo personal y muy íntimo. Algo que precisa de papeles y títulos, en efecto, pero que más allá de esas formalidades, suele venir dado por  nuestra vocación de aprender, por nuestra curiosidad ante lo desconocido y, más aún, por el asombro ante la bruma de un paisaje que, cuanto más investigamos, más enigmas, quizá irresolubles, se empeña en mostrarnos. O en sugerirnos.
Es así, más o menos, como uno aprende perspectivas y desaprende dogmas. O viceversa. Es así, también, como uno acaba visitando la Feria del Libro o la Setmana del Llibre en Catalá y no tiene la sensación de haberse perdido ni a un lado ni al otro del espinoso muro con que quieren separarnos. No lo conseguirán.



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sábado, junio 2

Munar, ante el espejo

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Munar miente al decir que no sabía nada del dinero negro de UM?

No. Pero antes de dejarme llevar por el simulacro de la mala leche o por el espejismo gore de la casquería conceptual, lo mejor, siempre, es saber situarse, reconocer el lugar que se ocupa y rendir homenaje a los que nos precedieron. En mi caso, a Joan Pericás, por supuesto. Cuando la enfermedad le obligó a dejar su trabajo en la UIB, él mismo se obligó, también, a dejar esta sección. Cosas de la ética, el rigor y la decencia personal de uno de los mejores polemistas que tuvieron estas islas. Fue entonces cuando me pidieron que ocupara su lugar y entablara con Gaspar Sabater este pugilato nuestro de cada sábado. No sé si mi homenaje llega tarde, pero, al menos, llega casi al mismo tiempo que el que le oficiará la UIB el próximo lunes, día 4, a las 12 horas en los jardines del edificio Guillem Colom Casasnovas. No dejen de asistir, si pueden.
Pero dejemos a la gente decente con su justa paz y concentrémonos en la indecencia que ronda nuestra política desde hace tantos lustros que ya ni nos rasgamos las vestiduras con su mugre perpetua y sus muescas de mala sombra. Se me pregunta si Munar sabía o no sobre dinero negro y voy y digo que no, porque me place. Qué va a saber esa señora del color del dinero, si en su vida vio otra cosa que fajos de billetes yendo y viniendo en ese juego del «Monopoly» que creyó que era la vida. Un tablero, unas fichas y a echarse unas risas con nuestro sudor y trabajo, con nuestro triste deambular a su antojo. ¿Dinero negro? ¡Eso es lo de menos! Sólo fuimos sus marionetas en una casa de muñecas, en una conspiración global por dominarnos, como si en un juego estúpido de roles y mazmorras. De brujas y Blancanieves. El terror gótico ante la secta piramidal y su tercer ojo, el ojo bisagra, el ojo sin más parche que la codicia y la extorsión, el ojo del poder ubicuo. El ojo, en fin, de nuestro culo.
Y además, de qué Munar hablamos. Porque la sombra que se pasea estos días por los juzgados muy poco tiene ya que ver con la Munar de antaño. ¿Dónde queda su mirada altiva, sus dedos repletos de joyas, dónde sus visones, sus túnicas de marca, sus peinados medievales, dónde su glamur, su desdén, su implacable gracia de madre, esposa e hija de todos los dioses? Esa Munar ya no existe. Ahora viste de presidiaria y en su mirada sólo habita la incredulidad letal de saberse, al fin, humana. Pues ya era hora.


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viernes, junio 1

Las columnas del humo


La Telaraña en El Mundo.

Escribir con un trancazo de mil demonios encima es como hacerlo en mitad de una tormenta. Así, entre rayos y truenos, siempre queda el consuelo de enviar al paredón a todos los fabricantes de aire acondicionado que se me ocurren, que no son pocos. Esa brisa artificial es tan de mentiras -y nociva para la salud- como las recetas de algunos políticos metidos, ay, a malabaristas financieros de una economía que no parece atender a las previsiones de nadie. Será que hay alguna turbulencia que se nos escapa.
Pero, mientras tanto, toso compulsivamente y sé, o presumo, que la infección se expande igual que el universo. Crecerá hasta cierto punto y luego se contraerá para convertirse, lentamente, en un simple mal recuerdo. O en un aviso, a escala humana, de lo que bulle, quizá, en todo el espectro de la vida. O de lo que llamamos vida, sin saber si lo es. Debe serlo. ¿Qué otra cosa podría ser?
Con todo, estoy barajando otras mil soluciones. No sé si expropiarme las narices o nacionalizar mis excrecencias. No sé si someterme a la lujuria de los eurobonos de la multinacional farmacéutica de turno o si ceder a un pacto homeopático de solidaridad, civismo y ética. Me pasa con ciertas palabras que no sé si dicen o si quieren decir. Es entonces, ahora, cuando enciendo el cigarrillo y me digo que si la columna ya está hecha, bien me merezco un descanso en su bruma. En su humo.



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