LA TELARAÑA: Plegaria de Pascua

lunes, abril 9

Plegaria de Pascua

La Telaraña en El Mundo.

Te juegas la felicidad a cada instante y, sin embargo, no te inmutas. Eres un fajo de recuerdos y, también, una baraja de opciones, pero el tiempo revolotea a tu alrededor con los andares cabizbajos de quien carga con una cruz ajena, sí, pero propia. La cabellera encrespada del dolor se convierte en una hoguera en tu espalda y acabas confundiéndote con el chasquido de un látigo y con el temblor de una herida que sangra, incontinente.
La música es, ahora, el estallido de un tambor de hojalata o el ronquido de una vieja trompeta sin pulmones. No la oyes, porque bastante tienes con auscultar tu pulso entrecortado y perseverar, así, en la ficción de saberte aún vivo, aunque no para siempre. Hay arena en tus pies y alguien moja de agua, levemente, tus labios, pero intuyes que ya no estás en las playas de tu infancia, sino sobre el asfalto y la cera de un vía crucis interminable, treinta y tres años después de casi todo. O de todo.
Así pasa el tiempo y vas acumulando resurrecciones como sin darte cuenta. Y te dices que es bueno y hasta gratificante caer, una vez y otra, y levantarse y mirar al cielo y ver el horizonte entre la niebla y musitar esta plegaria -o cualquier otra- y emborronar cuartillas como si hubiera espejos ocultos entre sus líneas y fuera posible acabar viéndose con un rostro nuevo que ya no sabes si es el tuyo, porque algo o alguien le borró, por completo, las facciones y lo convirtió en un rostro anónimo. Muy pálido y, por cierto, algo más que triste. Indignado.

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