LA TELARAÑA: abril 2012

lunes, abril 30

El poder de las feromonas


La Telaraña en El Mundo.

Cuando las cosas no van bien, uno puede pasar de largo y alzar un muro a su alrededor. No es un gran problema, porque el mundo está lleno de pequeños muros individuales, de mezquinos y pudorosos islotes donde aún se puede, o casi, respirar tranquilo. O eso nos decimos, mientras cogemos aire y miramos hacia otra parte. Siempre miramos hacia otra parte, porque lo que vemos no nos gusta y en el muro ya no caben más grafitis ni cruces, más deseos urgentes, más quimeras que aplacar al precio que sea. El del desencanto ya lo pagamos hace tiempo.
Pero no fue suficiente. Nos queda preservar la lucidez y llevar más allá nuestros pensamientos, aunque no sepamos dónde. No es fácil hablar de la supervivencia. O de la solidaridad. Ni de la ternura. No es fácil, siquiera, hablar entre los gritos e insultos de la muchedumbre. Hay hambre y sed atrasadas y los lunes al sol se han convertido en semanas, meses, años, y el sol aprieta cada vez más y queda poco maná en las ubres de la inteligencia. O dónde sea.
Mañana es 1º de Mayo. El cafre mayor de la UGT, Lorenzo Bravo, le dijo a Bauzá que «deje de hacer el gilipollas». No es un mal consejo, aunque venga de alguien que no parece creer que las urnas legitimen nada, salvo el error mayúsculo de votantes y no votantes. ¡Qué zotes ambos y todos! Lástima que de las ofensas sólo quede el aroma primaveral de las feromonas. Pero tanto da. En sólo quince días se verá que somos un país de plazas repletas de sol, jaimas y banderas de Islandia. Es genial.




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sábado, abril 28

Buen viaje, Pastor

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Pastor debe abandonar el PP si no está de acuerdo con su programa?

Sí. A Antoni Pastor sólo cabe abrirle las puertas y desearle -aunque sólo sea por la más simple y elemental de las cortesías- el mejor y más largo y fructífero de los viajes. Que ya habrá tiempo, si se tercia, para el rencuentro y hasta para el balance sentimental de cuentas, el ajuste de agravios y desagravios, quizá en el peralte resbaladizo de las curvas que vienen, y de las que vendrán, o en el nudo fiero de las encrucijadas, en la emboscada fría y áspera de la niebla y, también, en el vórtice enfurecido de los tornados, en algún lugar oculto entre el aullido destemplado de las fieras en plena selva y el crepúsculo ciego -y cegador- de las ideologías. Por ahí, pues, en cualquier parte o en ninguna. Quizá en la hora ridícula, pero definitiva, del juicio final. ¿Demasiado tarde? Quién sabe.
  
Porque lo único cierto -pero no sé si verdadero- es que un partido político no puede acabar convirtiéndose en un refugio para los amigos y los amigos de los amigos y los amigos de los amigos de los amigos y suma y sigue y, así, la amistad -ese eufemismo- vaya formando una enorme bola de nieve, siempre cuesta abajo y hacia el abismo, una madeja de intereses selectivos y superfluos donde sólo importa, finalmente, el cargo, la tajada, la mordida, el beneficio. Y el latido, tan apetitoso, claro, de la yugular ajena.
 No, un partido político no puede confundirse con un club familiar, una oficina de colocación o un campamento de refugiados. Ya padecimos a UM, para esos menesteres. Y por ahí siguen varios partidos -ahora desterrados del poder- con su rancio discurso dialéctico, más próximo a los efluvios de la melopea que a los de la cordura. Pero allá ellos. Hay que sobrevivir, sí, pero no a toda costa. Hace falta -es justo y necesario- que los programas políticos sean algo más que un arma electoral o un arrojadizo subterfugio, es preciso que sean una marca distintiva, una oración, sí, pero también un credo. Bien que sé, por supuesto, que la realidad tiene muchas lecturas y que, muy posiblemente, todas sean igual de válidas (e igual de parciales, de tendenciosas, de incompletas, vale) pero lo que no puede ser es llegar a vicepresidente, renegar de las propias señas de identidad para convertirse a otras y pretender seguir, como si nada, en el puesto. Cuando se cambia de opinión hay que cambiar, también, de lugar. Y no pasa nada, oigan.

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viernes, abril 27

Paisaje con peligro


La Telaraña en El Mundo.

Hay campañas que se eternizan y se convierten en una sucesión de paisajes desolados que sólo sueñan -o se sueñan, los pobres- con sucederse a sí mismos y, así, conseguir como si perpetuarse, aunque se sepan -o presientan- del todo estériles y hasta baldíos o tan paradójicos y comunes, en fin, como alguna de esas enfermedades sin nombre que crecen no se sabe dónde y se instalan en el cuerpo y la mente y arrasan con las células y usurpan la vida -y el abanico de todas sus sonrisas- hasta convertirla en nada. O en lo que hay, esa sospecha, ese espectro, la triste servidumbre del continente sin contenido. Qué frío que debe hacer ahí adentro.
O quizá no. Porque, de momento, la OCB anda reuniéndose, aunque no sé si a manteles, lazos o sogas, con todos los partidos políticos, incluido el PP de Bauzá y, aún, de Antoni Pastor, en su intento por dar una cabriola y un revolcón en el abismo a las reformas lingüísticas anunciadas por el ejecutivo balear. Las mismas, en realidad, que nadie acaba de ver por ningún lado, pero bueno. Así están las cosas.
O así se empeñan, algunos, en que estén. Porque el paisaje es tan surreal que asemeja un espejismo, tan irreal que aturde, tan de mentiras que da vergüenza ajena, por no decir otra cosa. Pero no, dejémoslo claro, aquí no hay ningún conflicto lingüístico. Lo único que peligra es la libertad. Y qué peligro que tiene ese peligro.

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jueves, abril 26

Intimidad y Cultura


La Telaraña en El Mundo. 

Debo ser un poco raro, vale, pero hay noticias que, en vez de ilusionarme, me dejan desarmado y perplejo. Leo que Govern, Consell y Cort van a coordinar sus políticas culturales para, aumentando sus sinergias (sic), brindarnos la mejor de las ofertas culturales. No sé si salir corriendo o si dejarme caer en la antesala emética del tedio. O la risa floja.
Tantas instituciones -¡y sinergias!- sólo para entretenernos no deja de ser un exceso. ¿Qué pasa con nosotros? ¿No sabemos organizar nada a nuestro aire? ¿Nos lo tienen que dar todo masticado y a la boca? Será eso o no, pero ni importa. Apenas sí salgo de casa y, si lo hago, es sólo por ver el paisaje y, a ratos, hasta el paisanaje, pero no, desde luego, alentado por el hecho de que se celebre o se vaya a celebrar el Año Junípero Serra, el Año Ramón Llull, le salgan colmillos lúdicos a Es Baluard o se perpetre, quizá, una lectura postpoética a ritmo de DJ´s en las mazmorras de La Lonja.
Siempre he sentido la cultura como algo íntimo y privado, y no hay intervención pública que no me huela a manipulación de parte, a subvención oficial en el corredor educativo de la muerte, a propaganda o a mentira. Pero si mis ancestros bailaron como bufones en los circos de la corte, a cambio de algunas monedas y aplausos, yo prefiero seguir escribiendo mis versos sin tener que rendir cuentas a nadie. Salvo a mí mismo.



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lunes, abril 23

Inquisidores y ruinas


La Telaraña en El Mundo.

Pudo ser un museo, aunque fuera de los horrores de un tiempo oscuro y desalmado, y así, por las noches, el alma de algún judío errante recorrería, entre aldabadas, cadenas y gemidos, sus espléndidas habitaciones, su establo y hasta sus salas de tortura. Pudo ser una biblioteca de libros sagrados y herméticos con páginas repletas de símbolos, ecuaciones y cábalas, de historias de caballeros templarios -presos de alguna fiebre ultramundana- con su manto blanco y su cruz roja en el pecho.
Pudo ser, también, un solemne despacho oficial o, incluso -aunque la idea es mía y, por desgracia, no soy muy dado a publicitar mis ideas- podrían habérselo cedido a los mayores inquisidores, tal vez, que pueblan estas tierras, a la OCB, el STEI y su falange de mercenarios, para que colgaran ahí sus pingües lazos patrióticos y sus arrebatados blasones lingüísticos, el armazón piramidal de su quimera educativa, sus armas entrelazadas, sudorosas y ateridas ante un espejo, soberbio, que jamás se dignaría a reflejar, ni siquiera un ápice, una arista, un mal perfil o un pliegue esquivo de su fastuosa imagen. O sea, nada.
Pero no. No fue nada de eso. Can Fàbregues es hoy un lugar en ruinas, una selva de vigas apuntaladas y escombros, una propiedad más de una sucesión de gobiernos indiferentes que ha ido cayendo, lentamente, en la degradación y el olvido. Ahora resulta que está en venta -como casi todo- y lo más factible es que la compre algún avispado zapatero chino. Nos lo tenemos bien merecido.


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sábado, abril 21

Los arrecifes del utilitarismo


 La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que la Fiscalía debe pactar las penas con los clanes del narcotráfico?

No. Igual no hay otra que tratar de escribir recto con renglones torcidos y es así, de hecho, como vamos construyendo lo que llamamos la Realidad sin saber, exactamente, qué es o de qué material está hecho; y no lo sabemos, porque puede ser muchas cosas pero, también, ninguna y, en el fragor de la batalla, nos extraviamos y confundimos la piel con la hiel, el sudor con el esfuerzo y la vigilia con la posesión y no, no es eso. Nada es eso, ni nosotros, porque el mundo se nos escapa tras el parpadeo de rigor y entonces todo cambia y es ya otro espejismo y hay reflejos y perversiones y hasta pesadillas que no podemos controlar, porque nos aturden y ciegan; y hay una densa niebla flotando entre nosotros y nosotros mismos, entre el objeto que palpamos y el deseo con que lo hacemos, entre la sonrisa que damos, quizá como triste moneda de cambio, y la que recibimos, siempre tan efímera e incompleta.
Hay, pues, un abismo entre los planes que trazamos, como si fueran la red perfecta para el cazador furtivo que nos gustaría ser, y lo que en ellas, al fin, acabamos encontrando. Poco. Muy poco. O nada. Se nos escapa la realidad -o su ficción- igual que nuestra brújula pierde el norte y embarrancamos en los miserables arrecifes del utilitarismo. La metáfora viene a cuento de la pregunta de hoy y de mi respuesta. No me parece de recibo desentrañar la madeja de los hechos con la balanza maloliente de las contraprestaciones en la mano. Y si ya no me parecía bien que la Fiscalía usara ese método en los casos de corrupción política, mucho menos me lo parece que lo haga con el ir y venir claustrofóbico de los clanes de la droga, con el trasiego infernal de nuestros cárteles domésticos de la miseria organizada en una especie de supermercado público -Son Banya- donde todos sabemos lo que hay y qué tipo de gente anda ahí chapoteando con el barro hasta el cuello y las cejas. O las venas.
O sea, que no. Que la justicia ha de ser igual -sin eufemismos- para todos y que los pactos, componendas y delatores, aunque puedan parecernos útiles, lo único que añaden es otra vuelta de corrupción al más que retorcido entramado subterráneo de la marginalidad. Que no, que prefiero la dura lucha suicida de, por ejemplo, los antisistema, que la de tratar a corruptos y corruptores como si fueran los emprendedores del futuro. Vaya mierda de futuro, ese.

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viernes, abril 20

Las Flores del Mal

La Telaraña en El Mundo.

Será, tal vez, el fruto bastardo de los recortes, el «spleen» de las terrazas del Borne, el dudoso interés general o alguna que otra peregrina circunstancia, pero me ha sorprendido que la Semana del Libro en Catalán y la Feria del Libro se celebren como dos eventos en uno -juntos, que no revueltos- del 1 al 10 de junio en el Parque de Las Estaciones.
Pero igual es que se me escapa que las partidas presupuestarias y el tiralíneas caprichoso de las subvenciones tienen la virtud, o el defecto, de crear múltiples realidades virtuales donde sólo hay lo que hay y no más, por mucho que lo deseemos. ¿Qué sentido tiene, pues, potenciar las partes al margen del todo que las contiene o, peor aún, concederles una identidad que no tienen? Creo que no la tienen, pero quién sabe.
El hecho es que la parte y el todo acamparán, qué remedio, bajo el rigor del mismo sol y las mismas lonas y, en ese oasis compartido, mantendrán sus respectivos nombres y hasta su íntima razón de ser. Será que una cosa son los libros y otra los libros en catalán. Pero no sé yo. Me da que los libros son como pétalos de papel cosido, donde el universo se expande o contrae según las preferencias, manías o luces de quien sueña con patíbulos mientras fuma su pipa de flores malignas, ese monstruo delicado: el hipócrita lector, nuestro semejante y hermano. Será eso o será el tedio. Según Baudelaire, claro.

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jueves, abril 19

De viudas y paquidermos

La Telaraña en El Mundo.

A Berlusconi, al parecer, se le disfrazan las niñas de monjas y, además, le bailan, con manifiesta voluptuosidad, no sé si la danza del vientre o si la de los siete velos. Mientras tanto, observo la foto de una de las presuntas niñas, Nicole Minetti, y confirmo que quita el hipo. Todo un alivio, sin duda, porque ya me había contagiado del país entero hipando, a la vez, entre paquidermos reales en estampida y viudas -de Kirchner- rabiosamente compulsivas.
Ya sé que cualquier pretexto puede valernos, aunque de refilón, para ahuyentar la sombra -o la certeza- de la intervención que se avecina. Pero hay un temblor subterráneo en las palabras de todos que no sólo depende de los hechos, sino de algún miedo interior y colectivo, de algún mal presagio que se expande como la lepra, cuando la lepra no tenía cura. Hay muchas cosas, aún, que no tienen cura.
Pero para enumerar ese catálogo infernal me falta espacio y paciencia. Prefiero ver el paisaje y auscultarlo como si nos dibujase -puro impresionismo- jugando un partido difícil en terreno hostil y ajeno. Moviendo fichas inútiles e intempestivas, cuando lo único, quizá, que podría salvarnos es huir de la romería de los descerebrados, sin otra en la mollera que el chiste fácil, cuanto más fácil, más soez y, así, más inocuo. Sexo furtivo, caza mayor o menor, banderas, lenguas. Cosas así de estúpidas. O solemnes.

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lunes, abril 16

El líder y la decepción

La Telaraña en El Mundo. 

Lo tuvieron por un demiurgo o por un hombre de talento excepcional, pero les decepcionó, dijo Santiago Carrillo de Joseph Stalin en una entrevista que emitió, hace sólo unos días, TVE. Había una nube de humo revoloteando por entre las frases y su rostro y su sonrisa habitual, una densa niebla por entre los cristales de sus gafas y la ceniza de sus años y esa vieja sensación de «déjà vu» que tanto me agota, cuando la percibo. Había dicho decepción y Stalin y, aunque las sílabas se acoplaban sin chirriar demasiado, no pude sino preguntarme si asco o, quizá, repugnancia podían reflejar mejor lo que debiera sentirse ante uno de los mayores asesinos del siglo pasado.
Pero pelillos a la mar. Todavía nos queda, al menos, Corea del Norte para rebuscar al último Gran Líder y encontrar la relectura perfecta de 1984, el libro de George Orwell al que siempre regreso cuando lo que veo me hastía, pero no me anima a cerrar los ojos, sino al revés. A abrirlos. Lo cierto es que me sucede muy a menudo.
De repente, suena una alarma y aunque no sabes, siquiera, de dónde viene o qué significa, sí que tomas nota de su urgencia y sí que la guardas en algún arcón de la memoria. Como sin querer, pero, sobre todo, por si acaso. Algo así me pasó el sábado pasado, 14 de abril, en la Plaza de España durante el acto en recuerdo de la II República. Yo no vi a Jaime Bueno, a Bernat Riutort, a Maria Antònia Oliver o a Miquel Mascaró. Ni siquiera al bueno de Pep Vilchez. Yo vi tan sólo a Stalin. Qué cosas.

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sábado, abril 14

Desnudos en el paraíso

La respuesta al debate del sabado en El Mundo: ¿Cree que la oposición intenta convertir el hotel de Sa Ràpita en otro Son Espases?

No. El nacionalismo y sus asimilados, es decir, los que ya no tienen otro ardiente clavo ideológico al que agarrarse, elaboran sus campos de minas, sus necrópolis de cruces y hasta sus altares de vapor levemente sulfúrico alrededor de un único concepto, el del territorio. De él emanan, como si el universo fuera un volcán de lava y una nube tóxica de cenizas, la lengua y, también, el urbanismo, que son los dos pilares básicos de su existencia y casi que los únicos. O eso se diría, intuyendo lo bien que, al parecer, se debe encontrar uno consigo mismo y con los suyos, un puñado de almas en vilo en pleno páramo, resguardados del frío, de la noche y de las fieras por el resplandor intermitente de una hoguera común o, quizá, propia, mientras el coro de Sa Real -o el de Son Espases, si es que aún existe- va modulando los cánticos de la tribu, rememora sus gestas ancestrales y épicas o inverosímiles y, entonces, repican las campanas, como truenos, y ondean, qué esbeltas, las banderas y, aleluya, hermanos, que ya casi es de día y la niebla huele a rocío y hay una playa virgen donde bañarse como si en el útero materno, vaya gozada. O bautismo. O rito de iniciación. O despelote.
Pero todo este proceso de demonizar lo que está o no está, según se mire, en los escritos de la legalidad no me parece que tenga nada que ver con anteriores episodios. Aquí no hay monjes medievales ni ermitas ni escrituras violadas, no hay templarios al acecho ni calabozos repletos de sangre histórica, no hay mensajes cifrados sobre el pueblo elegido y su lengua, no hay más cháchara que la del Plan Territorial de Mallorca reconvertido, al fin, en el mapa de un tesoro que ya no existe. La finca de Son Durí nunca estuvo en Es Trenc, sino en Sa Ràpita, igual que nosotros sólo estuvimos en Es Trenc -y no en Sa Ràpita- cuando era la hora buena de tomar el sol tal y como vinimos al mundo y, además, en inmejorable compañía. Pero ya hace, por desgracia, demasiado tiempo de eso.
Vamos a esperar, pues, a que el asunto tome cuerpo en los juzgados y allí engorde y explote o, al revés, se desinfle y desaparezca. Nos importa menos que nada toda esa liturgia vacía de realidad y huérfana de sentido. Más aún, nos asquea la continua pérdida de tiempo, esa demora instalada en nuestras vidas, que consiste en no hacer ni, sobre todo, dejar hacer nada de nada. Así nos va.

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viernes, abril 13

El limbo y el purgatorio

La Telaraña en El Mundo.

Están el cielo y el infierno, que son lugares muy hogareños, pero también el limbo y el purgatorio que nos permiten, en cambio, más licencias y hasta metáforas, porque sobre ellos recaen serias dudas, incluso sobre su existencia. Dudas teológicas, por supuesto, porque nadie conoce esos lugares; ni siquiera viviendo en uno de ellos. O en ambos.
Y es que, a veces, no hay forma de discernirlos. La ciudadanía, en general, se sabe en pleno purgatorio, soportando penas y suplicios, purificándose para un futuro idílico, expiando culpas que ignora, de hecho, si son propias o ajenas. Y es, en esa ignorancia, donde acaba sospechando hallarse, también, en el limbo de las vanidades, los patriarcas corruptos y la traición de la inocencia. En un lugar donde nada atiende a razones y todo es tan absurdo como voluble.
Nos asaltan, pues, las dudas sobre quiénes nos manejan, con sus caprichos, desde ese lugar mítico. Y pensamos en el mercado, la prima de riesgo, la deuda, el déficit y los políticos. Sí, pero en cuáles. ¿Los europeos, nacionales, autonómicos o locales? En todos, porque tanto derroche autonómico a la carta y tanto artificio administrativo no hacen sino ceñir nuestras vidas a la precaria arquitectura de los círculos alrededor del infierno de Dante o, quizá, de Milton. De hecho, nos arrojan sin remisión a sus llamas; y del averno, ay, me temo que no hay escapatoria.

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jueves, abril 12

Retórica a la carta

La Telaraña en El Mundo.

Hay literatura en la realidad, aunque no suela ser la que nos gusta. Así, echo un vistazo y me sepultan, por ejemplo, el estúpido poema de Günter Grass o el relato de una reclusa de la cárcel de Palma, la carta de un suicida griego, el Maverick 2 retando al Titanic sobre un arrecife de Formentera, la invasión de las señeras gigantes, como medusas mitológicas, en Manacor o el viejo, y juro que entrañable, «Salvem Es Trenc» convertido en tendencia -trending topic- para nostálgicos o aturdidos. ¡Por Dios!
Dan ganas de huir, pero hay que tratar las alucinaciones ajenas como si fueran propias. Por ambas, deben creer en el resto del mundo -dicho tan británico como nuestro- que estas islas sólo tienen un único escritor que las escriba. Gabriel Janer Manila, claro. Igual es así, porque si no, no se explica el afán del Institut Ramon Llull en pasearlo hasta donde el mapa se estire sin rasgarse; hasta Quebec, esa perla fría y exótica donde no existe el bilingüismo que tanto repele a los jerarcas del ente cultural. O lo que sea.
Porque mientras haya subvenciones, hay que cepillárselas, y nada mejor que desembarcar, con el egregio victimista de Algaida a la cabeza de varios escritores catalanes, incluido el mallorquín Arnau Pons, para lanzarse a la propaganda transversal y a la exhibición clínica de amores cautivos y gestas milenarias. Retórica a la carta. Patria a raudales.

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lunes, abril 9

Plegaria de Pascua

La Telaraña en El Mundo.

Te juegas la felicidad a cada instante y, sin embargo, no te inmutas. Eres un fajo de recuerdos y, también, una baraja de opciones, pero el tiempo revolotea a tu alrededor con los andares cabizbajos de quien carga con una cruz ajena, sí, pero propia. La cabellera encrespada del dolor se convierte en una hoguera en tu espalda y acabas confundiéndote con el chasquido de un látigo y con el temblor de una herida que sangra, incontinente.
La música es, ahora, el estallido de un tambor de hojalata o el ronquido de una vieja trompeta sin pulmones. No la oyes, porque bastante tienes con auscultar tu pulso entrecortado y perseverar, así, en la ficción de saberte aún vivo, aunque no para siempre. Hay arena en tus pies y alguien moja de agua, levemente, tus labios, pero intuyes que ya no estás en las playas de tu infancia, sino sobre el asfalto y la cera de un vía crucis interminable, treinta y tres años después de casi todo. O de todo.
Así pasa el tiempo y vas acumulando resurrecciones como sin darte cuenta. Y te dices que es bueno y hasta gratificante caer, una vez y otra, y levantarse y mirar al cielo y ver el horizonte entre la niebla y musitar esta plegaria -o cualquier otra- y emborronar cuartillas como si hubiera espejos ocultos entre sus líneas y fuera posible acabar viéndose con un rostro nuevo que ya no sabes si es el tuyo, porque algo o alguien le borró, por completo, las facciones y lo convirtió en un rostro anónimo. Muy pálido y, por cierto, algo más que triste. Indignado.

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viernes, abril 6

Dinero y ectoplasmas

La Telaraña en El Mundo.

Todo es y permanece. Al menos, mientras le prestamos atención, porque luego ni se sabe. Antich no recuerda cuánto pagaba a los sindicatos, pero se felicita de su magnífica relación con ellos. Y es que no hay nada como pagar y sonreír. O dejar que tus contables actúen como si en una ruleta rusa de EuroVegas, que ya vendrá, después, la Unión Europea y congelará tus cuentas y otros -siempre otros- afrontarán tu derroche. ¿Para cuándo la plena responsabilidad económica de la clase política sobre el incierto destino de nuestro dinero? Muy mala pregunta, la que no tiene respuesta.
Pero no es la única. Creo que ya lo dije, pero lo repetiré ahora. Carezco de lengua propia y de lengua común, y maldita la falta que me hacen esas cuñas tribales en un mundo donde lo único que me importa es lo indecible; y el resto se me escapa, y mejor así, adiós, buen viaje, porque hiede a estofado de rebuznos entre las quijadas de la ignorancia. O peor.
Con todo, algo se cuece en esa marmita donde la lengua pone el caldo de su sagrada inocencia y los parias del Pacte, desterrados del poder político, añaden los lazos y la carcoma nacionalista de sus dos o tres principios fundamentales; entre otros eufemismos y distracciones, el repudio a la violencia de los ectoplasmas (que la llaman de género, vaya) o el fervor (genético) por la pureza lingüística de sus milicias hacia el abismo. Colosal.

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jueves, abril 5

Entre lazos y sogas

La Telaraña en El Mundo.

Hoy es Jueves Santo. Buen día para una Última Cena. Para lavar los pies a los que amamos. Para recordar la agonía en Getsemaní u orar sabiendo inevitables la traición de Judas, el arresto, el calvario y, al fin, la Cruz; pero todo eso ya lo conocen de sobras, porque conforma uno de los ritos esenciales de nuestra cultura. De esa curiosa costumbre de revivir cuanto nos hizo mejores o nos convirtió en quienes somos.
Ignoro por qué les destripo esa liturgia. Suenan tambores y cornetas y hasta latigazos en las calles, y ni me asomo. Atruena una saeta y un temblor recorre el aire, pero dejo que me atraviese, sin inmutarme. Una multitud anda absorta en lo que ve o siente y yo, sin embargo, sigo escribiendo estas líneas como si la fiesta o el horror estuvieran, no en la calle, sobre la arena, sino en mis manos, entre mis ojos y la pantalla de luz en la que me sumerjo.
Ya puede Rafael Bosch criticar que la oposición haga en los colegios lo que no hace en el Parlament. Hasta a su conserjería le cayó un lazo o una soga. Pero la impostura y el impudor nacionalista nos es ajeno. O debiera sérnoslo. Las lenguas son sólo medios de expresión, me digo, mientras miro la página en blanco y observo que nada parece estar en su sitio. De ahí a la ciénaga y al genocidio lingüístico de la OCB y la UIB va sólo un lazo. O un racimo explosivo de sogas. Y no deseo mancharme. Ni ahorcarme.

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lunes, abril 2

De libros y estatuas

La Telaraña en El Mundo.


La presidenta del CIM, María Salom, dijo, en la inauguración de la Feria del Libro Viejo, Antiguo y de Ocasión, que «es un buen momento para detenerse y ser capaz de mirar el pasado». Podría pensarse -estoy en ello- que la frase sólo nos vale en ese contexto plural y afrodisíaco, repleto de páginas como pergaminos y de tinta anclada en las llagas íntimas de la memoria, en esa biblioteca nómada de las ideas, en ese claustro alejado del ruido, donde sólo se respira -y se transpira- el olor vegetal de la sabiduría escrita. Pero no es así. O no del todo.
Siempre es un buen momento, creo, para echar la vista atrás e intentar verse y, sobre todo, reconocerse, para auscultar latidos antiguos, visiones, acaso delirios que tuvimos. Porque los tuvimos, claro. Los recuerdo a menudo y mucho más, ahora, que ya he desterrado la nostalgia y no dejo de hallar el futuro, cabalmente descrito, en tantas distopías como leí cuando era más joven y aún tenía cierta fe en que la humanidad saldría adelante y seríamos más libres y solidarios, serenos, ecuánimes, quizá mejores.
Releo la fábula de la mujer de Lot y me digo que su parálisis de estatua de sal no tuvo por qué ser por añoranza, como nos sugiere la Biblia, sino por elegir quedarse entre los suyos y sus rencillas, sus cuerpos ardiendo y su aniquilación anunciada. Aquí, pues, me tienen. Algo indeciso e indiferente, pero no, desde luego, inmóvil. Será por la suerte -incluso en Semana Santa- de negarme a discernir quienes son, o no, los míos.

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