LA TELARAÑA: Lengua y escarcha

jueves, febrero 16

Lengua y escarcha

La Telaraña en El Mundo.

Vivir en la irritación permanente debe causar un gran desgaste físico y sicológico, una especie de agónico estreñimiento -quizá la contracción o el estallido de alguna alarma vital- del que no cabe esperar nada bueno. Sólo en este contexto es posible que Joan Tardà, portavoz de ERC, se tome a mal los escarceos dialécticos de Carlos Dívar, presidente del Consejo General del Poder Judicial, sobre su experiencia profesional con el catalán y, ay, con el mandingo.
Dijo mandingo, pero pudo decir Maninka, Malinke, Mandinke, Mandinka o hasta Manya, que son las lenguas que hablan, con sus más y sus menos, los siete millones de personas del pueblo Mandingo. ¿Demasiados nombres para una lengua? Pues no lo sé. Cada cual es libre de llamar como quiera a lo que habla.
Lo que no es de recibo es la soberbia de creer, tal vez, en lenguas superiores e inferiores. Esa aberración solo cabe, si cabe, en el estrecho cauce que una mente nacionalista suele dejarle al raciocinio, la ironía o la inteligencia. Ese angosto pasadizo es un dédalo de zanjas, un albañal de escarcha maloliente. No extrañan, pues, los enconos y asfixias, las reivindicaciones eternas -como las del Moviment per la Llengua, contra las medidas de Bauzá- y el insufrible temor al ridículo, cuando detrás de cada voz sólo hay -siempre- alguien que abre los ojos y recrea, así, el mundo. Palabra a palabra y en no importa qué lengua. Pues eso.

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