LA TELARAÑA: La oferta y la demanda

sábado, febrero 4

La oferta y la demanda

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Está usted de acuerdo con que los comercios de Palma abran los domingos?

No. Pero es que hay cosas con las no importa estar de acuerdo o en desacuerdo. A ver, los hechos son sólo los hechos -¡nada menos!- y si hoy, por un decir, es domingo y yo estoy en Palma de vacaciones soleadas -aunque nieve o granice, vaya desastre- lo normal es que prefiera encontrar los comercios, los bares y los restaurantes, los jardines botánicos y hasta los palacios de congresos, las iglesias y, por supuesto, los museos con las puertas bien abiertas, de par de par. Faltaría más. Pero si estoy en mi casa levitando con las musarañas e indiferente -o así- al mundo que me rodea, está claro que me dará lo mismo cómo estén por allá afuera los bazares, las lonjas y las tabernas.
Es decir, que todo depende -y no poco, sino muchísimo- de lo que necesites y, también, de cuándo lo necesites. Pero es que, además, me tiene ya harto -y no es de ahora- tanta intrusión pública, tanta ordenanza municipal y tanta prohibición caprichosa -que si no fumar, que si no ir a pecho descubierto por según qué zonas, que si vivir en catalán o castellano, que si fas o si nefas-, que lo único que me parece decente es devolver la calle a sus legítimos propietarios: los que pasean y devoran, así, su ocio y los que intentan, de la mejor de las maneras, que su negocio no se vaya a pique. Un poco de respeto para ambos, que es como decir para todos, no estaría de más. Nunca está de más el respeto.
Por otra parte ya les supongo enterados de la creación de la «Fundación Palma 365» que pretende alargar a nueve meses la actividad turística que, por ahora, sólo dura en Palma seis meses. O quizá menos, porque son desoladores los festivos del año entero, cuando la ciudad parece presa de alguna parálisis y todo es silencio y vacío alrededor del sol y la bruma y no hay más rastro humano que el de algún émulo de Diógenes en ruta -imposible, claro- hacia ninguna parte. O hacía sí mismo. Bienvenida esa Fundación, por supuesto, y bienvenidas también todas las libertades que sean, pero siempre hay una premisa anterior que no acaba, nunca, de cumplirse. Un comercio debe abrir cuando le conviene. Si en lunes, en lunes y si en domingo, en domingo. Si de día o si de tarde o si de noche. Si las veinticuatro horas eternas de los chinos o si sólo las doce o las ocho del que sabe escoger cuándo toca trabajar y cuándo no. Así, a su aire. O al de la oferta y la demanda.

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