LA TELARAÑA: Solsticio de Invierno

viernes, diciembre 23

Solsticio de Invierno

La Telaraña en El Mundo.

«Si las puertas de la percepción se purificaran, todo se le aparecería al hombre como es: infinito», escribió -acaso muy optimista- William Blake y, dos siglos después, Aldous Huxley tomó esa cita como pretexto y punto de partida para indagar, en primera persona, si el efecto de algunas sustancias químicas -o alquímicas- le abrían o cerraban esa percepción de la realidad que tanto nos cuesta asir. Miramos alrededor y parpadeamos; y cada pestañeo se nos antoja un resquicio por el que se filtra la luz magnífica -o letal- de alguna metáfora. Eso creo, pero quién sabe si es así.
Hace unos días -como consecuencia del Solsticio de Invierno- se podía contemplar desde Es Baluard el eclipse del Sol a través de los rosetones enrojecidos de la Catedral de Palma. Un prodigio visual al que no asistí, quizá porque había que madrugar más de lo que acostumbro. O porque no me apetecía rencontrarme con el terrorífico «Bou» de Calatrava.
Algo así, de contradictorio e indeciso, nos pasa con la Navidad. Pregunté a varios amigos y casi que en todos vi crecer, a la vez, la mueca del fastidio y la media sonrisa de la nostalgia. El ejemplo nos vale para recordar que hubo un tiempo en que la arquitectura, las matemáticas y la astrología formaban parte del mismo misterio y se confabulaban para que las puertas de la percepción -siquiera un instante- se abrieran tan sólo para los elegidos; y luego se cerraban.

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