LA TELARAÑA: El sistema y sus vicios

sábado, diciembre 17

El sistema y sus vicios

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Ofrecería a Caparrós la renovación?

No. Hay que ver la estruendosa manía que tienen algunos -o que tenemos, quizá, todos-de hacer cábalas a largo plazo, cuando todo pende, de hecho, de un hilo finísimo y casi que se sustenta, si se sustenta, tan sólo porque a alguna extraña conjunción de elementos, más o menos gravitatorios, fortuitos y abstractos, les da por ahí o eso nos parece. Basta luego un mal soplo, una mala tarde, un gol que no llega o que llega tarde y llega mal, para que todo se vaya al garete y de lo dicho no quede nada y de lo previsto sólo reluzcan sus cenizas: el campo de las ilusiones repleto de rastrojos, el césped en llamas de barro revuelto, las gradas desiertas y la institución en el alero con las mejores vistas al abismo y la bancarrota. De eso sabe mucho el Real Mallorca, en su ya larga historia repleta de jugadas imposibles y de victorias y derrotas rocambolescas. El juego y la ley pírrica de su espíritu.
Debe de ser por eso, por una o dos victorias por la mínima y por algún que otro empate fuera de tiempo, que Caparrós se ha convertido -después de un par de meses en que no superó ninguno de los registros de Laudrup, salvo los negativos- en una opción cargada de futuro. Pues vale. Pero no. Mucho mejor y práctico, mucho más económico y sostenible se nos antoja ir poco a poco, temporada a temporada y hasta partido a partido, que embarcarse en una renovación hasta 2014, que aunque no esté tan lejos -eso sí que es cierto- no significa otra cosa que hipotecarse por capricho y sin que venga a cuento. Salvo Héctor Cúper -que yo sepa- no es muy corriente que los entrenadores del Real Mallorca se vayan sin cobrar hasta el último euro de sus suculentos contratos y eso, hoy en día, no es plan. ¿Es que ya no se acuerdan de Manzano? Seguro que sí.
Otra cosa es que Caparrós nos guste por su hábil manejo de la cantera. Pero esa virtud, incuestionable, no hace sino resaltar el vicio del sistema en sí mismo y en sus aledaños: la puerta siempre abierta al negocio, al mercado subterráneo de los intermediarios, al hacinado motín de los usureros, a la densa niebla de una subasta vergonzosa y vergonzante. Hay que cerrar esa puerta. Sólo entonces, lo normal sería que todos los canteranos acabasen en el primer equipo. Por lógica, por ética, por economía y, también, como premio a una proximidad familiar -y seguro que fiel- que ya nadie valora. Es una lástima.

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