LA TELARAÑA: Crónica de los días

lunes, diciembre 26

Crónica de los días

La Telaraña en El Mundo.

Cuando uno supera, y hasta quizá con buena nota, la cena de Nochebuena y la comida de Navidad ya empieza a estar un poco del otro lado, es decir, del que asume como normal que hoy mismo -no por azar, el «Boxing Day»-, la familia vuelva a reunirse a manteles y a sacarle punta e hilo al montón de embrollos -toda una madeja- que tantas y tan sucesivas celebraciones, de seguro, generan. No es fácil desearse mutuamente, y unas dos o tres mil veces, los mejores augurios, la felicidad más enorme y la prosperidad más opulenta.
Pero es así como se nos lleva la inercia, con deseos y esperanzas que son llamaradas de un fuego que nos acompaña todos los días del año y más aún, siempre. No hay deseos sin carencias y si los deseos son monótonos, las carencias son aburridísimas. Quizá puro hastío o, en su defecto, una especie de gran indiferencia que no parece de este mundo aunque, por supuesto, lo sea.
Pero los días pasan rápidos y pronto se nos descolgará el viejo barbudo -ese impostor que maneja su éxito, igual que Munar nuestro dinero y su asfalto- de la inexistente chimenea de leña y tendremos tiempo para noticias con sorna y torniquete, para horas de espera y cabalgata, para noches de fin de año -con estandartes o sin ellos-, para quimeras, en fin, más próximas a la realidad que a la ficción. Y ese Rubicón, aunque nos deje alguna que otra herida, también nos dejará su marca de satisfacción en la piel, en la sonrisa, en el alma. Y en el cuerpo cansado. O, quizá, muy cansado.

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