LA TELARAÑA: diciembre 2011

sábado, diciembre 31

El Rey está desnudo

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que la imputación de Iñaki Urdangarin afectará a la imagen de la Casa Real?

Sí. Está claro que este es un país tan fascinante como extraño. Eso ni se duda, porque salta a la vista y porque su peculiar resplandor -como si fuera una especie de capa taurina- reluce tanto que casi nos ciega. Es cierto que embestir, sí embestimos, pero hay que ver, también, cómo nos torean. Somos algo así como un cónclave ambiguo -o un cóctel explosivo- de intereses e identidades dispersas -un ente incierto y bastante abstracto, a qué negarlo- donde nadie parece tener la menor vocación monárquica, pero donde nadie, a la vez, critica ni pone en tela de juicio el papel integrador y de moderación que representa Don Juan Carlos; y mucho más, ahora, cuando la clase política y la clase económica, si no son la misma, ya se bastan y sobran para copar, casi de forma exclusiva, nuestra infinita capacidad de indignación. O quizá más.
Nos gustan, pues, los símbolos, y eso es bueno. O no lo es, pero tanto da, porque nos gustan y seguirán gustando, pese a todo, las alegorías y ya que no pudimos gozar de los pechos de la libertad guiándonos hacia las guillotinas -lo de la Segunda República sólo fue un agrio simulacro que, desde luego, nos costó demasiado caro- bien está que nos concentremos en los avatares de la sangre azul y en los juegos estratégicos de la heráldica para acabar llegando -como era de esperar y temer- al desastre astral y hasta galáctico de las conjunciones entre princesas y plebeyos. Cosas de la química o el destino. De la educación sentimental o del deporte de la figuración y la usura. No es lo mismo jugar bien al balonmano que representar, con un mínimo de decoro, el papelazo de Duque consorte. En absoluto.
Estoy seguro que a Don Juan Carlos le van a doler hasta los higadillos con la que ha armado -y con la que se barrunta que armará- su yerno Iñaki Urdangarin. Y hasta es posible que tanto ruido llegue a Palacio y que el Rey tenga que salir en público, decididamente desnudo, a decirnos que está desnudo. Que esto es lo que hay. Que las instituciones sufren de plagas y que, como las civilizaciones, pasan épocas de esplendor y de ruina. Que todo se tambalea de vez en cuando y que hasta rueda, con estrépito, por los suelos. Pero todo eso, de hecho, ya lo sabíamos. Si la Justicia obra con justicia y Urdangarín expía todas sus penas, el Rey podrá volver a vestirse. Y si no quiere, da igual. Desnudo también nos gusta.

Etiquetas:

viernes, diciembre 30

Cumpleaños y balance

La Telaraña en El Mundo.
  
Pasa que hoy cumplo años, que es como decir que oscilo entre una sonrisa de asombro e incredulidad y un humor de perros. No me caben las velas en la tarta. No quepo -es un por decir- en el pozo de mi gozo. No me reconozco la edad en las arrugas, como túnicas, del espejo, pero sí en el crujir destemplado de los huesos; creo que es ahí -en ese lugar impreciso- donde más me duele el paso del tiempo y, sin embargo, no acabo de saber a ciencia cierta de qué tiempo estoy hablando, si del racimo de mis recuerdos -algo ensortijado y voluble- o si de la enredadera que debo ser, tal vez, para los que hace medio siglo y un lustro que me conocen. Demasiada botánica para un jardín tan barroco y surrealista. O quizá no.
Ahora me recuerdo con diecisiete años en una calle y un pub de Valencia. O con apenas veinte entre las manos vertiginosas del Dr. Bacci o los libros de Cristóbal Serra. Siempre con versos a medio escribir y con artículos taladrados por las teclas de una vieja Olivetti y las nubes blancas, como copos de nieve, del típex. Pero a un paraíso le sucede siempre otro.
Resulta que hoy cumplo años y el año, como es habitual, casi ya se acaba. Debería hacer, pues, balance de libros y viajes, de amores o placeres y, quizá, hasta de políticos y lingüistas en fulgurante y definitiva quiebra. Pero no pienso hacerlo. No quiero estropear mi sonrisa de asombro e incredulidad. Ni mi humor de perros.

Etiquetas:

jueves, diciembre 29

Pesadilla en Gomila

La Telaraña en El Mundo.

Parece, en fin, que los territorios que abandonamos los ocupan, con el paso del tiempo, nuestras pesadillas. Será porque siempre vamos dejando atrás algo nuestro, por si se nos ocurriera regresar, o porque la vieja cinta de Moebius de la memoria nos acaba jugando malas pasadas y todo cuanto fuimos o hicimos -esa suma de ficciones que creíamos guardar en riguroso secreto- lo acaban siempre reviviendo, aunque sea muy a su manera, los que nos suceden.
En cosas así de confusas y melancólicas, acostumbro a pensar las pocas veces que en los últimos lustros he atravesado la zona de la Plaza Gomila y alrededores, que fue donde muchos vimos cumplidos algunos de nuestros primeros sueños y hoy es sólo el lugar en ruinas de unas pesadillas que, por extrañas y ajenas, casi ni reconocemos. Hay que ver qué fácil olvidamos lo que no nos interesa recordar.
Pero resulta, o eso me dicen, que un par de bandas se han adueñado del lugar y que, allí mismo, tras una pelea ruidosa e inverosímil, la Policía celebró la Navidad -es un por decir- con una multitudinaria redada. Me hablan de sudamericanos y dominicanos, pero para mí que sólo son los espectros o las pesadillas, ya lo dije, que dejamos ahí, adormiladas, y que despiertan, de vez en cuando, y arman la de San Quintín. Quizá resulte un consuelo saber que algo se revuelve en donde estuvimos y que se seguirá revolviendo, aún más, si por azar regresamos.

Etiquetas:

miércoles, diciembre 28

Publicidad en el metro de Londres

Ya iba siendo hora de internacionalizarse:-P


Etiquetas:

lunes, diciembre 26

Crónica de los días

La Telaraña en El Mundo.

Cuando uno supera, y hasta quizá con buena nota, la cena de Nochebuena y la comida de Navidad ya empieza a estar un poco del otro lado, es decir, del que asume como normal que hoy mismo -no por azar, el «Boxing Day»-, la familia vuelva a reunirse a manteles y a sacarle punta e hilo al montón de embrollos -toda una madeja- que tantas y tan sucesivas celebraciones, de seguro, generan. No es fácil desearse mutuamente, y unas dos o tres mil veces, los mejores augurios, la felicidad más enorme y la prosperidad más opulenta.
Pero es así como se nos lleva la inercia, con deseos y esperanzas que son llamaradas de un fuego que nos acompaña todos los días del año y más aún, siempre. No hay deseos sin carencias y si los deseos son monótonos, las carencias son aburridísimas. Quizá puro hastío o, en su defecto, una especie de gran indiferencia que no parece de este mundo aunque, por supuesto, lo sea.
Pero los días pasan rápidos y pronto se nos descolgará el viejo barbudo -ese impostor que maneja su éxito, igual que Munar nuestro dinero y su asfalto- de la inexistente chimenea de leña y tendremos tiempo para noticias con sorna y torniquete, para horas de espera y cabalgata, para noches de fin de año -con estandartes o sin ellos-, para quimeras, en fin, más próximas a la realidad que a la ficción. Y ese Rubicón, aunque nos deje alguna que otra herida, también nos dejará su marca de satisfacción en la piel, en la sonrisa, en el alma. Y en el cuerpo cansado. O, quizá, muy cansado.

Etiquetas:

sábado, diciembre 24

Sol, playa y torbellinos

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que la elección de un ministro de Canarias para Turismo perjudica a Baleares?

No. Para nada. ¿Con Jaume Matas de Ministro de Medio Ambiente, en la última legislatura de Aznar, la cosa olía diferente por estas Islas? ¿Empezó a oler a lavanda y fresas salvajes, quizá, cuando se vino a gobernarnos en persona, con la ayuda de Maria Antònia Munar, año 2003 y sucesivos? Pues no. O eso creo, porque no es fácil distinguir entre una cloaca y otra. Y si el primer gobierno de Antich, con la inevitable Munar a cuestas, ya apestaba lo indecible, el de Matas, también con Munar de abanderada, siguió apestando como si no hubiera brisa alguna capaz de renovar el estanque dorado de las aguas muertas. O el Nilo del asfalto. No preciso acudir a la hemeroteca, porque hay olores que nunca se olvidan y sobra con atender a cuanto ocurre, aún, en los juzgados. Y ni importa, por supuesto, que mi pituitaria -con tanto hedor sucesivo- ya no sea la que fue. Quizá esté para el arrastre. Hastiada. O inservible. Rota tras un permanente estado de alarma. Tiesa. Momificada y tullida. Abúlica. Asertivamente flemática.
No le veo, pues, ningún problema a que alguien nacido en Canarias, y apellidado Soria, se dedique a sacar adelante ese ente difuso y casi virtual en que acaba convirtiéndose el Turismo, cuando lo que importan son las cuentas globales y no las del chiringuito de turno. Hay un sol rojo y una especie de palmera negra sobre una playa amarilla -o algo así- en el logo alucinado de Joan Miró, que no sé si es el de la marca actual de España, pero sí que es, al menos, el único que recuerdo. En esa imagen se insinúa un torbellino; pero el sol, la playa y hasta la palmera son de todos. De Las Palmas y de Palma, de Palma de Mallorca, por supuesto.

Pero hay más. José Manuel Soria no sólo es Ministro de Turismo sino que también lo es de otros sectores importantes, como son Industria y Energía. Nada menos. No nos vendría mal espabilar en esos dos temas -como en tantos otros- para no tener que andar mirando los cielos como náufragos sedientos de buen tiempo y de turistas de piel blanca, si no albina, y gaznate ávido de vino y rosas. No nos sobrarían algunas pinceladas de cordura administrativa y, sobre todo, de I+D+i, que no es ninguna fórmula exótica o cuántica, sino el mejor salvavidas en caso de tormenta, de terremoto, de tsunami. No están los tiempos como para ir dejando cabos sueltos y tumbarse, encima, a la bartola. O eso me temo.

Etiquetas:

viernes, diciembre 23

Solsticio de Invierno

La Telaraña en El Mundo.

«Si las puertas de la percepción se purificaran, todo se le aparecería al hombre como es: infinito», escribió -acaso muy optimista- William Blake y, dos siglos después, Aldous Huxley tomó esa cita como pretexto y punto de partida para indagar, en primera persona, si el efecto de algunas sustancias químicas -o alquímicas- le abrían o cerraban esa percepción de la realidad que tanto nos cuesta asir. Miramos alrededor y parpadeamos; y cada pestañeo se nos antoja un resquicio por el que se filtra la luz magnífica -o letal- de alguna metáfora. Eso creo, pero quién sabe si es así.
Hace unos días -como consecuencia del Solsticio de Invierno- se podía contemplar desde Es Baluard el eclipse del Sol a través de los rosetones enrojecidos de la Catedral de Palma. Un prodigio visual al que no asistí, quizá porque había que madrugar más de lo que acostumbro. O porque no me apetecía rencontrarme con el terrorífico «Bou» de Calatrava.
Algo así, de contradictorio e indeciso, nos pasa con la Navidad. Pregunté a varios amigos y casi que en todos vi crecer, a la vez, la mueca del fastidio y la media sonrisa de la nostalgia. El ejemplo nos vale para recordar que hubo un tiempo en que la arquitectura, las matemáticas y la astrología formaban parte del mismo misterio y se confabulaban para que las puertas de la percepción -siquiera un instante- se abrieran tan sólo para los elegidos; y luego se cerraban.

Etiquetas:

jueves, diciembre 22

El guiñol navideño

La Telaraña en El Mundo. 

Arrogarse una representatividad cualquiera y ponerse, luego, el mundo por montera suelen ser casi lo mismo. Un acto de exaltación de la propia jeta y ombligo, una manifestación paradójica -y paródica- de la secta y sus fieles, en la que poco importa lo que ocurra, porque sólo cuenta exhibirse y, más aún, ser vistos. ¡Ah, sí, ser vistos y, a ser posible, hasta glosados! Vaya orgasmo en las páginas de la prensa adicta o en las líneas y ecos convulsos de las televisiones y radios afines. Todo un espejismo a borbotones, toda una farsa a raudales, todo un esperpento en marcha. Algo sublime.
Me refiero, claro, a los fastos de la OCB y a la entrega de no sé qué Premios 31 de Diciembre, su fiesta nacional o la nuestra, su imperio de subvenciones, su orla de sonrisas ilustres o, quizá, descarriadas, su nómina de escogidos, su música de fondo, su eco de siempre. ¿Qué hacía ahí Monserrat Casas, se supone, supongo, que representando a la UIB? ¿Y qué hacía mezclada con los grandes patrones -Armengol y compañía- de la nave que va, eso es seguro, pero que no llega, ni por asomo, a la UNED?
Pero la Navidad ya está aquí. Ya reluce. Ya repica. Nada mejor, pues, que completar este breve guiñol navideño con la peregrina imagen de Miquel Nadal comprándole tres mil entradas a Pere Serra para visitar -es un por decir- Can Prunera. Viva el turismo cultural. Y la madre que nos parió. Felices Fiestas a todos.

Etiquetas:

lunes, diciembre 19

Parábola del Bosón

La Telaraña en El Mundo.

He releído varios textos sobre el Bosón de Higgs. Vaya fracaso. Sigo sin entender nada, salvo que, sin él, el Universo y nosotros andaríamos flotando en un mar de átomos, neutrones, neutrinos, hadrones y no sé cuántos otros entes más, que -a su vez- tampoco existirían sin ese Bosón esquivo. Se rumoreaba en la Red que los científicos lo descubrirían un día de estos, pero no. Lo pospusieron a 2012. Será que se liaron con el calendario Maya o que aprecian sus puestos de trabajo. Ambas cosas. O ninguna.
Lo cierto es que me hallo en un circulo vicioso donde cuanto diga sólo demuestra mi ignorancia. Pienso, ahora, en Wittgenstein y casi que entiendo por qué escribió su «Tractatus» y lo concluyó diciendo: «De lo que no se puede hablar, mejor es callarse». Pues sí. ¿Podría habérselo ahorrado? Pues no. Siempre hay que dar un gran rodeo para volver al punto de partida y sonreír con alivio.
A menudo me pregunto si las creencias propias son fruto de la fe o de la voluntad. Tampoco lo sé, pero sí sé que si quiero creer en algo, creo, y si no, no creo. Es así de simple. O complejo. De racional o absurdo. De humano. Pero, sea como fuere, no pasa nada, porque el mundo sigue siendo el que es, al margen de lo que yo predique, atisbe o interprete, de lo que atrape en unas pocas palabras, que una rápida música de viento se lleva hacia no sé dónde y ni importa. Es en ese desprendimiento y esa pérdida donde me acabo, siempre, rencontrando. ¿Y el célebre Bosón? Pues por ahí andará. Creo.

Etiquetas:

sábado, diciembre 17

El sistema y sus vicios

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Ofrecería a Caparrós la renovación?

No. Hay que ver la estruendosa manía que tienen algunos -o que tenemos, quizá, todos-de hacer cábalas a largo plazo, cuando todo pende, de hecho, de un hilo finísimo y casi que se sustenta, si se sustenta, tan sólo porque a alguna extraña conjunción de elementos, más o menos gravitatorios, fortuitos y abstractos, les da por ahí o eso nos parece. Basta luego un mal soplo, una mala tarde, un gol que no llega o que llega tarde y llega mal, para que todo se vaya al garete y de lo dicho no quede nada y de lo previsto sólo reluzcan sus cenizas: el campo de las ilusiones repleto de rastrojos, el césped en llamas de barro revuelto, las gradas desiertas y la institución en el alero con las mejores vistas al abismo y la bancarrota. De eso sabe mucho el Real Mallorca, en su ya larga historia repleta de jugadas imposibles y de victorias y derrotas rocambolescas. El juego y la ley pírrica de su espíritu.
Debe de ser por eso, por una o dos victorias por la mínima y por algún que otro empate fuera de tiempo, que Caparrós se ha convertido -después de un par de meses en que no superó ninguno de los registros de Laudrup, salvo los negativos- en una opción cargada de futuro. Pues vale. Pero no. Mucho mejor y práctico, mucho más económico y sostenible se nos antoja ir poco a poco, temporada a temporada y hasta partido a partido, que embarcarse en una renovación hasta 2014, que aunque no esté tan lejos -eso sí que es cierto- no significa otra cosa que hipotecarse por capricho y sin que venga a cuento. Salvo Héctor Cúper -que yo sepa- no es muy corriente que los entrenadores del Real Mallorca se vayan sin cobrar hasta el último euro de sus suculentos contratos y eso, hoy en día, no es plan. ¿Es que ya no se acuerdan de Manzano? Seguro que sí.
Otra cosa es que Caparrós nos guste por su hábil manejo de la cantera. Pero esa virtud, incuestionable, no hace sino resaltar el vicio del sistema en sí mismo y en sus aledaños: la puerta siempre abierta al negocio, al mercado subterráneo de los intermediarios, al hacinado motín de los usureros, a la densa niebla de una subasta vergonzosa y vergonzante. Hay que cerrar esa puerta. Sólo entonces, lo normal sería que todos los canteranos acabasen en el primer equipo. Por lógica, por ética, por economía y, también, como premio a una proximidad familiar -y seguro que fiel- que ya nadie valora. Es una lástima.

Etiquetas:

viernes, diciembre 16

Ciudadano Fortunio

La Telaraña en El Mundo.

Casi lo único que conocía de Fortunio Bonanova era su protocolaria firma, en la Revista Baleares, de un Manifiesto Ultraísta que siempre me resucita a Borges o Sureda y que consistía, en resumen, en una serie de posturas éticas y estéticas, tan obvias y urgentes, que ni precisaban -entonces como ahora- de aprobación o firma alguna. El mundo al servicio del arte y no al revés. La renovación de los medios de expresión. La metáfora como elemento básico. La creación por la creación y tantas otras cosas por las que siento -a qué negarlo- un gran cariño.
A todo esto, la «Mallorca Film Commission» ha presentado el documental «Citizen Bonanova», a la sombra de «Ciudadano Kane» de Orson Welles -ahora en una plaza de Son Gotleu- y del propio Fortunio, siempre perfecto en su papel secundario, pero ineludible, de mallorquín con ganas de ver mundo. De comérselo, incluso. Todo un mito en estos días de resignación y, quizá, abulia.
Lo del cine en Mallorca debiera ser un filón inagotable. Este año, que ya acaba, se realizaron aquí 10 películas, 4 series y 40 eventos televisivos. Y yo sin enterarme. Algo debe de estar fallando, pues, en este tinglado, si ninguna de esas producciones tuvo el detalle de incluir la estatua que la SFM encargó para una estación de tren inexistente o, en su defecto, utilizar a Osvaldo Frías, cantándole un tango a la ensimismada cúpula de UM, como banda sonora. Qué menos.

Etiquetas:

jueves, diciembre 15

Pesadillas y espejismos

La Telaraña en El Mundo.


A veces, uno se levanta -muy a su pesar- con el rescoldo a cuestas, y medio prendido, de alguna pesadilla que parece, aunque nos cueste creerlo, haber sobrevivido a la tormenta de las primeras luces del día. No es muy habitual, pero sucede; y es entonces cuando el mundo de los sueños y el de las cosas se entremezclan y confunden: son, siquiera en un breve lapso de tiempo, el incómodo lugar donde el temblor onírico de algún eco interior y la obligación de atender a la realidad danzan al compás de una misma música.
No sé cuál es, pero tanto da. A algunos les pueden valer la OCB y Al-Mayurqa en Ona Mallorca. A otros no. Será que esa música no existe o no es única ni convoca a todos por igual. Y hasta puede que sea mejor elegirla como si al azar. Ahora, por ejemplo, escucho «Brain Damage», daño cerebral, una venerable canción de Pink Floyd. Sólo dura unos minutos. Como la lectura de estas líneas, más o menos.
Pero hay que aprovechar las imágenes y asirlas como si fueran reales. Por vez primera, Maria Antònia Munar me pareció, en su reciente cita con el juez, una persona de carne y hueso y no un cadáver exquisito. Un ser cargado de años y arrugas, y quizá de pesadillas, y no un atentado ambulante contra el buen gusto, una mujer corriente y no un rompecabezas de soberbia, poder y vanidad. Ya se sabe que el tiempo no cura nada. Pero siembra espejismos. Sólo está por ver cuál es la cosecha.

Etiquetas:

lunes, diciembre 12

De la usura y Belice

La Telaraña en El Mundo.

Leo, como por azar, que Urdangarin pretendía desviar cinco millones más a Belice. Cinco millones más. De euros. Nada menos. Estas cifras sí que dan qué pensar y no las quimeras que uno forja cuando desea, sin éxito, parecer solemne. Pero hay cosas que, sin duda, se me escapan. Estoy seguro -y segurísimo de no poder comprobarlo nunca- que el día que gane o me llueva, cómo si no, un mísero millón de euros no intentaré conseguir otro. ¿Para qué? ¿No basta con esa cantidad -o con menos- para vivir tan tranquilos, para hacer lo que, de verdad, nos guste y mirar el paisaje como si fuéramos, al fin, el árbol solitario, pero en buena compañía, que siempre soñamos ser?
Pero igual yerro y un millón llama a otro y a otro y jamás se llega a la cifra definitiva porque, alrededor o adentro, siempre hay algo o hay alguien que quiere medrar con nosotros y ya se sabe lo frágiles que somos y lo débil que es la carne y lo poco que abultan, de hecho, unos millones de aquí y otros de allá. Ah, qué teatral la nauseabunda ubicuidad de la mierda.
Pero algo se me escapa, ya lo dije. Y quizá sea el peculiar gusto de algunos por cultivar la ostentación y asociarse con la usura. «Con usura no tiene el hombre casa de buena piedra» decía Ezra Pound en su Canto XLV. Ni casa ni palacete real. O sea, auténtico, añado. Por eso, y mientras tanto, acaricio las más de mil páginas de los Cantos como si fueran fajos de billetes de un valor incalculable. Y lo son y están a mi alcance. En mis propias manos.

Etiquetas:

sábado, diciembre 10

Reseña de Los Lugares del Sitio en el Dominical de Última Hora

Muchas gracias a Neus Canyelles.


Etiquetas: ,

La hora de la flexibilidad

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Está de acuerdo en que los hoteles obsoletos puedan convertirse en viviendas?

Sí. Todo se edifica -y se sostiene- sobre las ruinas de lo que le precedió en el tiempo. Pasa con la cultura y el arte, con el conocimiento y las ciencias, pero también con las ciudades y los edificios. Pasa, sobre todo, con las civilizaciones -que van mutándose como quien se quita una piel y se pone otra y entonces habita la nueva porque la vieja ya se le caía a tiras y no lucía un ápice o no había por dónde cogerla- y así, cualquier fotografía completa de la realidad debería incluir esa enorme sucesión de estratos superpuestos, de pieles desechadas, de huesos convertidos, primero, en astillas y, luego, en polvo, de trajes apolillados con el doloroso estigma de una elegancia difícil y quizá astrosa, ya fuera de toda moda. Pasa con todo, ya ven, pero no hay que tomarse, a veces, las cosas tan al pie de la letra.
No se trata -o no, al menos, en estos tiempos de crisis, de agobio personal y de malos augurios- de abandonarse sin remisión al rutinario, y demoledor, placer de destruir por destruir, sino, tal vez, y sin que sirva de precedente, de hacer todo lo contrario. Hay que saber detenerse, siquiera un instante, ante el paisaje -vaya panorama, en efecto- e intentar reciclar todo aquello que aún pueda ser reciclado, de apurar hasta el máximo la no siempre obvia ni, tampoco, visible, utilidad de las cosas, de sacarles un nuevo jugo si ya se secó el anterior, de injertarles vida -es decir, esperanza- allí donde quepa, en una fisura cualquiera, en una perspectiva olvidada, en el lugar inventado que siempre acaba encontrando el ojo que busca un nido donde celebrar, de la mejor de las maneras, un último escorzo de la inteligencia, un guiño, una danza redentora. Lo que sea.
La reconversión de los hoteles obsoletos -que es de lo que aquí se trata- en viviendas no parece, en absoluto, una mala idea, pero hay que mantener las formas -las legales y las otras- y cumplir a rajatabla con las exigencias de calidad y, sobre todo, de buen gusto. Un hotel envejecido es sólo el síntoma de un fracaso. O la prueba de un cambio de gustos. Nada, pues, que no pueda ser reconducido hacia lo que la sociedad necesite con mayor urgencia. Si hoteles nuevos y relucientes, hoteles nuevos y relucientes. Si viviendas asequibles y dignas, viviendas asequibles y dignas. Por una vez que la Ley se vuelve flexible es hora -ahora, como siempre- se saber ser flexibles.

Etiquetas:

viernes, diciembre 9

Apocalipsis ciclista

La Telaraña en El Mundo.

Todos y, desde luego, Murphy, lo sabemos: si algo puede salir mal, saldrá mal. O como dice el corolario a la ley de Chisholm: cuando parece que ya nada puede ir peor, empeora. No se me rían, o no mucho, porque con frases así se puede acabar perpetrando todo un tratado sobre la conciencia del lenguaje, su intencionalidad más o menos oculta y hasta sobre el armazón filosófico del mundo en que vivimos. Es decir, sobre aquello que desconocemos, pero cuya sombra intuimos que nos acecha y ronda. Al menos, si no nos atropella, que esa es otra.
Pero hay cosas que superan todas las expectativas. Así, si Aina Calvo consiguió, con sus carriles bici, apretujar peatones, biciclos, coches, taxis, autobuses y mudar las Avenidas en el lugar donde anduvimos al borde de un ataque de nervios, no es menos cierto que los cambios viales de Mateo Isern han dado paso a un apocalipsis ciclista.
No sé muy bien qué ha ocurrido, pero el ciclismo más extremo -carreras de obstáculos humanos en San Miguel y Sindicato, descensos olímpicos en Olmos, derrapes de circo en el Borne y sus aledaños- ha convertido Palma en el oasis perfecto donde quemar gomas sin más freno que el pánico y el estupor general. Me dicen que, en Febrero, una nueva ley pondrá coto al asunto. Me acuerdo de Murphy y Chisholm. Tiemblo. Suerte que me queda la Paradoja de Silverman: Si la Ley de Murphy tiene que salir mal, saldrá mal. Que así sea.

Etiquetas:

jueves, diciembre 8

Los lunes al sol

La Telaraña en El Mundo.

Con tanto alterne, y supongo que despilfarro, entre días festivos y laborables uno tiende a no saber distinguir si la algarabía o el silencio sepulcral en las calles -según proceda- son fruto de alguna catástrofe paranormal o simple constatación de que la gente se ha ido a otra parte. A la playa, a la nieve, al bosque en llamas de la memoria o al del olvido. A un paisaje con vistas a Standard & Poor's o a la desolada cuenta corriente.
Quizá cualquier sitio sea bueno para irse y hasta para volver. Hoy sí, mañana no y vuelta a empezar mientras dure el puente y andemos atrapados en un repetido viaje a ninguna parte. Algo así como Bill Murray en el Día de la Marmota. Puro delirio. O no. Los días se repiten tanto como las frases; incluso las que se quieren solemnes, como las de Ramón Socias, mezclando los 33 años de la Constitución con la hora, no sé si simbólica, de la cruz y el calvario de los derechos amenazados por la crisis. Nada de recortes en Sanidad, Educación y Trabajo, vino a decir. Y dijo bien. Seguro.
Pero me da que el Derecho al Trabajo también lo consagra la Carta Magna, como bien lo confirman, me temo -y no, no es guasa- los cinco millones de excepciones que hacen cola en las oficinas del INEM, ese ente que, según la web del SEPE, ya no existe. Nada existe para muchos, salvo los lunes al sol, sean o no, festivos. Que no suelen serlo y, entonces, duelen más. Queman. Laceran.

Etiquetas:

lunes, diciembre 5

Utopías y debacles

La Telaraña en El Mundo.

Europa (y no América) siempre fue la mejor de las utopías. Y el euro, quizá, el mejor remedio contra la enfermedad o mutación genética de los nacionalismos. Pero ahora todo eso empieza a estar en entredicho. Europa vuelve a parecer un inmenso campo de batalla por donde transita el espectro encadenado de las Grandes Guerras, una evocación de desembarcos y muros en la memoria, un acerado laberinto de identidades difusas, que sólo renacen cuando se alcanzan -y hasta superan- los límites de la catástrofe. O la barbarie.
Igual ese es el problema de los sueños. Que la luz del alba los mutila y que el dinosaurio hambriento de la realidad sigue ahí, inmóvil y con las fauces abiertas. Soñamos, todos, que la democracia era el ágora griego y que ya tocaba revivirlo, pero el nubarrón ácido de la usura se posó sobre nosotros y empezó a descargar su lluvia de deudas, su déficit virtual de activos, su metafísica prima de riesgo, su lacra inverosímil de especulación y su desenlace, cruel y estúpido, de paro y crisis. Y de esa pesadilla no se sabe cómo se despierta. Si se despierta.
En Inca, una reciente campaña publicitaria rescató las antiguas pesetas para el comercio cotidiano. ¿Sólo es eso, publicidad, o es un augurio, quizá, de lo que se avecina? El euro parece encarnar, cada vez más, lo que nos separa y no lo que nos une. Es lo que tiene adoptar los mismos símbolos en escenarios diferentes. Que no significan lo mismo. O peor aún. Que acaban por significar lo contrario. O nada.

Etiquetas:

sábado, diciembre 3

«No era això, companys…»

La respuesta al debate de los sabados en El Mundo: ¿Cree que el Govern de Bauzá incumple su promesa de libre elección de lengua?

Sí. Un partido político no debería convertir sus promesas electorales, con la mala fama que tienen y la indecorosa alcurnia que exhiben, en dudosas armas arrojadizas con las que cazar votos y sumar adhesiones para, cuando llega la hora difícil de la verdad consumada, empezar a añadirles matices y rémoras, disyuntivas y contorsiones, embargos y plazos, medidas cautelares y toda esa letanía de recortes y demoras -lengua común o propia, donde sólo vale la materna- que nunca se sabe a dónde conducen porque el camino se eterniza y los tiempos cambian, corren, vuelan, y ya nada es lo que era y mira, esto es lo que hay y ya veremos qué sucede luego y si sucede y cómo y cuándo y sí y no y puede ser y hasta, quizá, lo sea, pero ahora no hay forma de aclararse porque la voluntad inicial se ha convertido en otra cosa y con la inercia ya se sabe, la vida son los ríos que van a dar a la mar y allí -no hay prisa- nos encontraremos. Si hay suerte, claro. O sea, que no. Rotunda y definitivamente, no. Esto no es serio ni coherente.
Lo venía avisando UPyD y los hechos, tozudos, se empeñan en darles la razón. La política lingüística del Partido Popular en las Islas ha sido, hasta la fecha, un quiero y no puedo, un revolotear tibio y perezoso por entre dos aguas, la de la asfixia consentida de la inmersión y la de la respiración asistida, muy de vez en cuando. Casi con disimulo y como con miedo al qué dirán. Es lo que tiene navegar a pecho tatuado por un mar de dudas y vacilaciones. Que a cada vaivén de la marea le sucede el abordaje del pánico y vuelta a empezar, como los cangrejos. El barco sigue inmóvil en mitad de ninguna parte y apenas si se vislumbra la costa entre la niebla, la hipnosis y los cánticos que llegan de un país imaginario donde, como se sabe, habitan las sirenas. Esos monstruos bellísimos.
Lo dijo, creo, la catedrática sueca Inger Enkvist y lo escuchó, casi puedo jurarlo, el conseller de Educación, Rafael Bosch. No se estudia matemáticas o química para salvar a las matemáticas o la química. No se estudia inglés, español o catalán para salvar a esas lenguas. ¿Por qué habría, pues, que perseverar en cursos de primeros auxilios, más o menos encubiertos y subvencionados, cuando lo que toca es formarse en la lengua que sea, o en todas las lenguas posibles, con el único fin de salvarse a sí mismos cara al futuro? Pues eso.

Etiquetas:

viernes, diciembre 2

Indignados y masones

La Telaraña en El Mundo.
  
Hay otra Historia al margen de la memoria y otra Memoria, también, más allá del sumario de las crónicas oficiales. Hay un enorme catálogo de anécdotas flotando entre ambos lugares o, mejor aún, en su interregno especular, ígneo y, quizá, mutante, en su indefinido espacio común: ese que frecuento más que ningún otro, porque prefiero transitar por sobre las arenas movedizas, aunque me acaben engullendo lentamente, que caer, de golpe, en la trillada trampa de las alfombras rojas. O del color -e impostura- que sean.
Por ello, en vez de diseccionar o trasladar cadáveres, con su oblicuo manto de rencor e ideología a cuestas, me dejaré llevar por dos libros que ayer se presentaron en Palma. Uno de ellos, la novela «Nada es verdad, ni mentira» de Paco Piquer, me trae buenos recuerdos. La edité hace siete años en mi biblioteca digital «Puertas Abiertas». Allí sigue. Pero lo valioso es ahora poder auscultar cómo cambia un libro desde su primera versión hasta que llega a las librerías. Esa odisea personal es algo impagable.
En el otro, «Un triángulo masónico», Román Piña Homs nos narra los secretos azarosos -o no- de Francesc Seguí, Miguel Cayetano Soler y Juan Bautista Picornell. Convendría que buena parte de la indignación actual echara la vista atrás, tan sólo un par de siglos, para corroborar que no hay revolución posible sin el estallido simultáneo -poético e ilustrado- del conocimiento.

Etiquetas:

jueves, diciembre 1

La camisa de fuerza

La Telaraña en El Mundo.

  
La vena escéptica me guiña sus pálpitos y casi me obliga a dejar por imposible lo que me resulta indescifrable. Será que aquí -como en tantos otros lugares- hay que jugar con las alucinaciones de los demás como si fueran propias. Y al revés. Agarrarse a la máxima de que la verdad existe, porque todo apunta convenir lo contrario; y en ese desprecio a la razón tan sólo asoman los dientes rancios de la inopia. Mejor que prosigan, pues, devorando silogismos como si fueran hipótesis. Nada nuevo. Otra vuelta de tuerca desdentada, otro giro fallido. Otro traspiés.
Por eso las sentencias del TSJB, como las del TC, caen en el saco roto de una realidad que ni se inmuta. La abogada Antonia Gomila ha conseguido que los jueces invaliden la inmersión lingüística donde más duele, en el derecho de los padres a elegir la llamada «lengua de primera enseñanza». La que no pude escoger para mi hijo y la que -si Bauzá no se aplica- tampoco escogerá él para los suyos. Cuando los tenga. Y si los tiene.
Las leyes siguen naufragando contra los arrecifes de la realidad, como la barca del amor en tiempos de Maiakovski. O sea, ayer mismo, hoy, también mañana. No acaba de resultar muy plástico levantarse al alba -o al mediodía, porque la noche encierra un eco húmedo de sangre y cristales rotos- y sentir que una camisa de fuerza te mantiene preso. Dan ganas de pegar alaridos. Los doy. Los damos. Pero no pasa nada.

Etiquetas: