LA TELARAÑA: La reina del lodazal

sábado, noviembre 26

La reina del lodazal

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Armengol debe ser la nueva líder de los socialistas en Baleares?

No. Y no es nada personal, sino todo lo contrario. No se puede perseverar en el error y la arrogancia, en la voluntaria confusión del electorado y en la tergiversación de los valores que se dicen -del dicho al hecho- representar o defender. El socialismo nunca fue nacionalista ni hizo de la lengua -de la lengua catalana o de cualquier otra: como si la música y, sobre todo, la letra de «La Internacional» pudiera confundirse con «Els Segadors» o con el «Asturias, Patria querida»- su única bandera de clase. Ese trapo está sucio y manoseado, es ridículo y está obsoleto y no esconde otra identidad que el vacío y la indigencia mental más absolutas, la caspa territorial de los antiguos parias de la tierra que ahora ya ni se sabe qué son. ¿No se sabe? ¡No lo sabrán ellos! Porque, sin duda, son otra cosa. Los parias ya somos todos y, claro, Armengol sin enterarse. Hay que leer más. Y el PSIB sin darse por aludido. Qué va. Hay que seguir leyendo más. Y evitar, así, que nos caiga otro cuatrienio sucesivo de pactos contra natura, de usura negociada, de caja única -que no unida-, de solidaridad convertida en demagogia de parte. En una redada de la inteligencia en la tierra de todos usurpada por unos pocos. Los mismos perros. Los mismos collares. La historia de siempre. Interminable el llanto de su tambor de hojalata.
Pero Armengol nos mira y en sus pupilas refulge el rayo elemental de la torpeza. La autoproclamada voz de la Izquierda -de la izquierda Única, que no Unida, como la caja- me recuerda el vozarrón de una tormenta asomando por entre las nubes negras y plúmbeas de un mal presagio. ¿El ojo de Dios en el centro de un triángulo? Pues algo así. O esa es la impostura. Son tiempos de usurpación, de confusiones y malentendidos, de falsas dialécticas buscando su síntesis, de naipes de fuego en los arenales y alamedas.
Pero Armengol no habita sino en una ciénaga y se baña en el légamo. En el cónclave bárbaro de las ciudades sitiadas por ese enemigo imaginario que siempre son los otros. Ah, el oxímoron de las viejas profecías. Esa sombra de oscuridad invencible más allá del crepitar de las hogueras. Ese miedo antiguo, que ya no es globalización sino primitivismo cavernario. Regreso al pasado. ¿Adónde si no, podría dirigirse quien ya perdió de vista el largo y tortuoso camino hacia el futuro? O es eso o es que ya no hay futuro. Elijan ustedes.

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