LA TELARAÑA: Con la toga reluciente

sábado, noviembre 5

Con la toga reluciente

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el juez Barceló, amigo de Mulet, debe hacerse cargo del juzgado que investiga los escándalos de UM?


Sí. Esto de andar condecorando, a bombo y platillo, y como si fueran deportistas de élite o marujas de postín, a los jueces que, más temprano que tarde, y eso lo sabes tú mejor que nadie, habrán de juzgarte -y hasta condenarte- tiene, sin duda, sus riesgos. Enrojece la estética del asunto en la misma medida que empalidece su ética -qué será eso, te preguntas cuando te lo plantean- y así el pastel, que tan sólo es, de hecho, un rebozado a destiempo, se desinfla como un merengue de nieve cuajado al calor intermitente, pero insobornable, de una hoguera o de un horno. El plumero se te acaba quedando, siempre, en posición vertical y peor aún, en pose enérgica y erguida, y bien que a la vista, por supuesto, de las siempre entrometidas cámaras y, claro, luego ya no hay forma de quitarse de encima el polvo edulcorado -ese polvillo blanco que parece caspa- y por mucho que sonrías -que sonríes- o le des de palmetazos a la solemne toga de tu juez favorito, no hay quien haga desaparecer las manchas, el rastro del grumo reseco, la evidencia pegajosa del lodo.
Pero los paisajes abiertos casan mal con la realidad íntima de esta isla, que es un lugar cerrado a cal y canto y rodeado de naufragios por todas partes. Y así, cuando sales a la calle, te tropiezas, inevitablemente, con todos y mira, a este le pusiste una medalla con calzador y a este otro se la quitaste y la procesión de lamparones no se agota nunca, porque es como un círculo y tú eres el centro de todas las tormentas, el lugar simbólico de la usura y el cinismo, de la política a la mediocre medida del precio ajeno y el valor propio, la compraventa de los votos y las voluntades, los ejércitos de parte que reclutaste sin medir bien ni tus fuerzas ni las suyas. Ya va siendo hora, María Antonia Munar, que se haga justicia, al fin, contigo y los tuyos.
Por eso no me parece mal que el fornido juez Barceló retome las riendas de lo que, en otro tiempo, dejó pasar de forma un tanto así como descuidada. Hay que pensar y hasta que creer que su reluciente toga ya sólo recuerda, del polvo y del lodo, la alergia y el sonrojo que le produjeron. Y que ahora sí que ya estará en disposición -nunca es tarde si aprendemos que jamás amanece ni anochece del todo- de desmarcarse de las afinidades selectivas y de ponerse, sin remilgos, manos a la obra. Ciegamente. O con la venda opaca de la justicia en los ojos.

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