LA TELARAÑA: Doble parejas

sábado, octubre 1

Doble parejas

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿A quién prefiere como sustituto de Laudrup, entre Luis, Van Gal, Caparrós o Miquel Soler?

En el póker, como en la vida, no se sabe nunca qué carta te va a dar la mejor mano y la victoria. Y hasta es posible, o eso me cuentan los expertos sobre la farándula del verde tapete, que las cartas sean lo de menos y que lo más importante sea tu sicología, tu decisión o tu arrojo, tu cara, literalmente, de póker, cuando lo que manejas no llega ni a dobles parejas. O quizá sí. Sin duda alguna, la baraja de aspirantes al cargo de entrenador del Real Mallorca pinta bien para llegar a esas mínimas dobles parejas con las que prender un farol y hasta mantenerlo encendido parece bastante razonable. Vean si no.
De un lado, Luis Aragonés y Joaquín Caparrós, que son, por así decirlo, muy españoles e hispánicos, hombres raciales a carta cabal y, asimismo, muy dados a la prolija exhibición del arcaico lenguaje de las hormonas y, del otro lado, Louis Van Gal y Miquel Soler, que es como hablar del entrenador que más nos hizo reír -él y, sobre todo, su infinita legión de imitadores- en las ruedas de prensa, cuando entrenaba, en un por decir, al Barça, y de uno de los deportistas con mejor y más dilatado currículum del fútbol español: internacional con España, integrante -o superviviente, porque no llegó a cuajar- del «Dream Team» de Johan Cruyff y jugador, al más alto nivel, del Espanyol, Sevilla, Real Madrid o Zaragoza, antes de acabar, más que dignamente, su trayectoria futbolística en el mismísimo Real Mallorca, en el que todavía sigue -creo- como entrenador de filial.
Así las cosas, decidirse por uno entre los cuatro de marras no resulta muy difícil. Procedamos por eliminación. Luis Aragonés, qué duda cabe, es el que atesora más prestigio, pero también más años y, además, no parece que su sueldo -unos dos millones de euros, nada menos- sea asumible para un club en bancarrota. Descartémosle. Caparrós es pura clase media, una especie de Gregorio Manzano, pero sin corte de publicistas a sueldo. Podría venir, pero a quién le ilusiona su previsible discurso… Tampoco nos vale. Lo de Van Gal sí que es otra cosa. Es un gran entrenador, pero también un incordio permanente, por lo agrio de su carácter y lo estrambótico de su imagen pública. Mejor tomárselo a guasa y olvidarlo. Nos queda, pues, tan sólo Miquel Soler, que ya está en la casa y que, además, puede hacerlo tan bien o tan mal como cualquiera de los otros. Yo no me lo pensaría. A por el «Nanu».

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