LA TELARAÑA: Hechos y no cohechos

sábado, septiembre 3

Hechos y no cohechos

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que al no apreciar cohecho en el caso Can Domenge la Fiscalía intenta proteger a Munar?

No. Aunque ustedes, e incluso yo mismo, sepamos distinguir con precisa exactitud entre un hecho y un cohecho, tampoco es cuestión de llevarnos a mal traer por la manipulación de una simple migaja gramatical. Bastante prolijo y eufemístico nos resulta, ya, el vocabulario jurídico, como para, encima, dejarnos embaucar por sus ambigüedades y recurrencias o dejarnos sepultar por su persistente búsqueda de algún matiz último, y acaso definitivo, donde esconder sus dramáticas incapacidades y, sobre todo, disimular su precario equilibrio conceptual entre el bien y el mal o, peor aún, entre la absolución y la condena pertinentes. O impertinentes. Ningún leguleyo común y corriente hubiera escrito nunca «Crimen y Castigo». ¿No es cierto? Pues eso.
Vayamos a los hechos. Estoy seguro que Munar ha hecho todo lo que ha hecho absolutamente por sí misma. Nada de cohechos. Y también estoy seguro que lo que no ha hecho ella, como es lógico, no lo ha hecho ella, aunque sí lo hayan hecho otros siguiendo el dictado de sus caprichos. Me refiero a su abultadísima corte de palmeros en nómina y, por supuesto, a todos los partidos políticos que, en algún momento, pactaron a destajo con ella. A destajo, sí, pero no a jornada completa, porque no se puede estar en todas partes -¡ni siquiera Munar puede!- y por ello, el panorama se nos presenta desolador, sí, pero inacabado. Demasiados hechos encadenados. Demasiadas montañas y hasta cordilleras de hechos y también de desechos. Un cuadro entre naif y abstracto, donde lo único seguro es la presencia final de una gran tormenta y el alud -quizá lluvia de grava entre nubes de vil metal- cayendo sobre nosotros y sobre los balances deshechos de nuestra economía. Ese cuadro, sin duda, nos retrata a todos, pero más que a nadie a sus autores; y allá ellos, y ella, con sus conciencias. Si es que la tienen, que esa es otra, y casi que indemostrable, me temo.
Pero sea como fuere, entre el no me lo creo, pero vale, de la Juez de Can Domenge y la marcha atrás -con pies de plomo- de la Fiscalía, tanto Munar como Miquel Nadal se han librado de que a los hechos se les una el cohecho; es decir, la imputación más grave en el surrealista argot de la corrupción: el soborno. Vamos ahora a ver cuántos lotes de hechos, sumados uno a uno, o bolsa a bolsa, dan como resultado que se haga, al fin y, además, por un muy, muy largo tiempo, justicia.

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