LA TELARAÑA: agosto 2011

lunes, agosto 29

La lengua y las llamas

La Telaraña en El Mundo. 

Tiene razón Rafael Nadal cuando dice que no nos entienden, porque hablamos demasiado deprisa. En efecto, perdí ocho minutos de mi tiempo visionando la entrevista que David Letterman le hizo al tenista de Manacor en un show televisivo muy popular, al parecer, en Norteamérica. Una entrevista, al estilo Buenafuente, pero en inglés, y no en un inglés de Oxford, sino en el que mascullan en Nueva York. Casi a escupitajos, como si no pudieran dejar de mascar el tabaco, que ya no les dejan mascar, o el chicle de rigor.
Y ahí sí que se le notó a Rafa que hablamos al galope y que, igual que yo casi no le pillé ni una sola frase, aquí en Mallorca no nos entienden ni una rondalla los catalanes; no nos entienden porque hablamos muy deprisa y, acaso, no les damos tiempo a quedarse con nosotros, que es, en el fondo, lo que desean. Pues que se queden, que aquí no le hacemos ascos a nadie y que así, de paso, nos cojan el ritmo a la lengua de vértigo en que nos manejamos. Tampoco es tan difícil, porque es en lo único que vamos rápidos en esta isla, que fue la de la calma y el trote cochinero, y ahora se nos antoja la del sopor y el tedio de las horas más muertas del universo.
O no. Las horas no están, en absoluto, muertas. Sucede, en cambio, que los hay que se empeñan en matarlas prendiendo fuegos donde antes había hectáreas de bosques grises y verdes y ahora sólo quedarán rescoldos. Y a la lengua en llamas de los pirómanos sí que cuesta entenderla. Y, más aún, apagarla. Vaya desastre.

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sábado, agosto 27

«Esto aquí está bien visto»

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo:¿Cree que Montis recibe trato de favor por parte de la Fiscalía?

No. Uno puede estar, literalmente, como una regadera y seguir lucrándose como si nada. De hecho, no hay nada mejor que un espíritu en imprevisible ebullición y en constante efervescencia, una mente en quién sabe qué -incalificable- estado de memoria o desmemoria selectiva, ruinosa, grotesca o, quizá, cuántica, para ir tramando un caos y una desvergüenza tan enorme, compleja y nebulosa, que luego no hay Fiscalía Anticorrupción que acierte a descifrar y entender su maraña, que consiga desliarla y que, al final, sea capaz de decirnos, con la voz rota por la fatiga pero, sobre todo, por el júbilo, quién se esconde, con absoluta certeza jurídica, tras la M de Munar o Montis o la Mallorca cautiva y a su servicio, la M mayúscula de un plan ejecutado entre manos sucias y guantes blancos, entre los testaferros de una parte y de la otra, entre los empleados fantasmas de un delirio bien retribuido y el ejército de almas en pena de la otra. O de ambas. Porque igual son la misma.
Habrá que convenir que toda una pléyade de infiltrados -que eso era UM y sigue siéndolo, aunque ya no exista- son muchos infiltrados en un lugar donde apenas sí somos los que somos y donde no hay más espacio que el que hay, que es, exactamente, el mismo que se dilapida y divide y subdivide como si fuera el botín de un robo continuo, de una escaramuza donde no se sabe dónde acaba la política y dónde los negocios privados. Pero ¿de qué política o de qué negocios privados estoy hablando? Si esto es Jauja, o lo parece, y aquí todo fue siempre lo mismo, y Munar -pero no sólo ella- no hizo sino manejar el pudor ancestral de los mallorquines y pervertirlo hasta compatibilizarlo con la filosofía -la no filosofía- de los nuevos ricos y sus singulares y plurales pelotazos. El boom turístico de los 70. El fin de siglo. Las tinieblas de las sucesivas crisis. El estallido de las burbujas y su ingravidez aparente. Los inicios balbuceantes del siglo XXI. «Esto aquí está bien visto». Cómo no. Cuánta indignidad. Cuánta miseria.
No creo, pues, que la Fiscalía esté dando trato de favor a nadie. Es más, tengo la certeza de que tarde o temprano acabarán por dar con la fórmula y el código correctos para despejar todas las incógnitas y hacer coincidir, de unas vez por todas y para siempre, la realidad judicial con la realidad que todos sabemos. O intuimos. Hay que ver qué optimista me siento hoy.

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viernes, agosto 26

El sobresueldo vitalicio

La Telaraña en El Mundo.

Seguro que siempre tenemos algo que hacer y no hacemos. Algo que dejamos para luego, para cuando el ánimo y el contexto mejoren, nos decimos. Pero esa excusa huele a desidia, igual que apesta a alarde de derechos adquiridos, no sé si en la tómbola del Estado del Bienestar o si en los cosos taurinos y con permiso de la autoridad o el tiempo. La autoridad se me antoja cada día más voluble y pueril. También más castrante, siendo suave. Y el tiempo -que es el que es y, además, repite- anda tan revuelto, que confiar en él es sucumbir al embargo de una quimera.
Ya nos advirtieron, y varias veces, que debíamos sacar plaza en la Administración, que el futuro es incierto y que antes de filosofar hay que comer y no poco. Al menos, el menú de rigor y los postres.
Esa fórmula cuajó como pocas o como todas. Cuajó con la extraña inercia que acaba convirtiendo lo accesorio en una prioridad absurda. En una obsesión o un apéndice, que nos acaba definiendo y mutilando. Así, por unos cuantos euros vitalicios, muchos funcionarios del Consell superan el nivel de catalán exigido. O lo doblan. Es lo que pasa cuando se le exige estupideces a la gente, que siempre los hay dispuestos a cumplirlas. O a superarlas. Y hasta a cobrar por ello. Ya va siendo hora de que el Estado recoja la máxima antigua y la actualice, aun sabiéndola una voluntaria exageración metafórica. «Roma no paga a traidores». O no debiera.

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jueves, agosto 25

La vecina del quinto

La Telaraña en El Mundo.

A veces uno entra en esta columna como si en un ascensor. Las sonrisas, entre amables y forzadas, de los vecinos derivan pronto hacia esa vertiente prosaica del tiempo que es el tiempo atmosférico, qué calor que hace, pero ya pasará, supongo, todo pasa, y qué lento que sube o baja esta especie de féretro vertical, cómo le crujen las costuras y los tirantes, y cuánta publicidad en los buzones, y cuántas facturas, mierda de crisis, y así hasta que van venciendo los pisos y toca sonreírle a los espejos y suspirar, quizá, de alivio, o quién sabe, si de deseo insatisfecho o de claustrofobia.
Las relaciones de vecindad encubren siempre la sospecha cómplice -sobre todo, en el interior de los ascensores- de que debe existir algún gobierno en la sombra y así, de hecho, casi nadie sabe nunca, con certeza, quién es el nuevo presidente ni quién el culpable último de que nada funcione como debiera. O al revés. De que todo marche de fábula.
Con semejante lógica -por lo demás, aplastante- se puede no sólo hacer una crónica erudita sobre los males comunitarios, sino también una completa disección del panorama político en general. Tengo un vecino que adora a Bauzá y otro que no podría vivir sin Armengol. Cuando me toca embarcarme con ellos -y eso me sucede en algunas ocasiones- me acabo bajando, indefectiblemente, en el rellano de la vecina del quinto. Por si las moscas y la película. O por si acaso.

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lunes, agosto 22

Violencia contagiosa

La Telaraña en El Mundo.

Quizá la imagen de la semana haya sido el dedo de Mourinho hurgando en el ojo de Tito Vilanova, el empujón tímido de éste y los posteriores arrumacos del luso desde la distancia. Será que ya era de madrugada y que Guardiola, por supuesto, esconde mejor que nadie la mano, y que todos los gatos son pardos y que, en fin, toda esa gente está habituada al banquillo de los tiempos muertos, a las mareas de los aplausos y los insultos, a las sanciones y a las primas sin más riesgo que alguna huelga del todo ajena a las porras de la policía. Al menos, de momento.
Pero parece que la locura se contagia como en una espiral de vértigo o impotencia. Han aparecido en Internet muchos vídeos reflejando la violencia de unos y otros. Son fragmentos puntuales, pero significativos, de que algo no anda como debiera. Quizá las urbes ya sólo sean la antesala de un burdel, donde las pocas ideas que circulan son como cuerpos a la venta.
Nadie sabe si Madrid -como Palma, si hablara de nuestros exaltados- es el cielo apócrifo de un viacrucis de catorce solemnes pasos o un infierno artificial de perros y flautas. Un limbo absurdo donde los antidisturbios, entre la dejación culpable de Interior y su propio ardor hormonal, han perdido el oremus y ya no distinguen entre un joven con un rosario, un «free lance» de andar por casa -es decir, por YouTube- o el típico español anticlerical y tabernario de siempre. Tanta confusión no debiera eternizarse, porque no es que huela mal, es que apesta.

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sábado, agosto 20

Progreso o nacionalismo

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Armengol es la mejor candidata para liderar el PSOE tras la debacle del 22-M?

No. Pero nunca se sabe a qué aspira un partido político ni qué expectativas, más o menos reales, le tienen abducido o le abducirán, en cuanto llegue la hora de las prebendas, hacia qué derroteros les habrá de embarcar el naufragio ideológico o pragmático de la ciudadanía o, incluso, la imprevisible tendencia sociológica de las afinidades selectivas. ¿Cómo y dónde ubicar el mayor rédito posible con lo que hay disponible, y a la vista de todos, y con lo que se pueda encontrar en el pozo revuelto de los armarios y, por supuesto, y siempre, con el mínimo esfuerzo? Todos esos interrogantes los deberá resolver el propio PSIB y mejor pronto que tarde, porque se le está echando encima la hora púrpura y decisiva de presentar sus cabezas de lista, sus tótems ejemplares de identidad, el perfil marcial a seguir por la tribu, su cautivadora sonrisa cautiva en los carteles electorales. No es una cuestión baladí, en absoluto. Es sólo una perversión más de las partidocracias. La cosa más normal del mundo en este lado, sin duda privilegiado, del universo. O así.
He repasado, en la Wikipedia, las entradas de Francina Armengol y del PSIB. No están muy actualizadas ni son demasiadas prolijas. Se limitan a ser algo así como un retrato rápido al carboncillo, pero el de Armengol, al menos, concluye con las verdades últimas del barquero. Forma parte de Apotecaris Solidaris y de la Obra Cultural Balear. Supongo que esto último explica algunas cosas, pero seguro que no todas.
La candidatura de Armengol, que es la oficial y la oficialista, la que desea Antich y la que se proyecta desde Ferraz, es también el nexo de unión, el puente imprescindible y quizá único, del socialismo balear con las huestes iluminadas del nacionalismo catalán en las Islas. Y si la historia se repite, que suele, y si el PSIB, electoralmente, no da para más que para pactar a toda costa, y a cualquier precio, con todo lo que se mueva al margen del Partido Popular, habrá que convenir que Armengol, esa reencarnación paradójica de Maria Antònia Munar, es la mejor apuesta.
Pero si lo que se pretende es devolver al PSIB su propia dignidad ideológica como partido, recuperar su pátina de modernidad y progreso, y hasta su socialdemocracia de hasta no hace mucho, aunque sí bastante, ya va siendo hora de acometer una regeneración tan profunda como necesaria y útil. Para ellos, sí, pero también para todos.

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viernes, agosto 19

La necrópolis de alquitrán

La Telaraña en El Mundo.
  

Las nubes de alquitrán vuelan tan bajas que casi ni sé por dónde asomar la cabeza. En el PSIB se rumorean unas primarias que les aireen el patio y la azotea del hedor nacionalista -pese a que parece que Ferraz las quiere a su estilo y al de Armengol, claro- para que algo se mueva antes de las próximas elecciones; cualquier cosa, la que sea, algún revuelo en el orden jerárquico, alguna perturbación en las isobaras del poder, algún quejido laico, que suene, casi, como a indignado insultando a los del Kumbayá, pero que se quede, por Dios, como si en nada. Y en esa nada digital andan -o naufragan- desde las élites a las menguantes bases, cada cual en su piscina, su aljibe, su baño de mar abierto y, quizá, repleto de glamurosas medusas. Qué calor que hace.

Alerta amarilla, me dicen. Pero no sé si hablan de China o de Sarkozy y Merkel y, en cualquier caso, del euro. Vale que el eje París Berlín no nos seduzca en exceso, pero no sé a qué vienen tantas quejas.

A una moneda única sólo puede corresponderle un único mercado, un mismo tipo de interés y fisco, una idéntica manera de enfocar el déficit y de asumir el lastre de los años y hasta de las generaciones perdidas, tan agotadas, si cabe, por la infructuosa búsqueda de las propias tumbas y sus añorados cadáveres, como de andar cavando, ya puestos y sin enterarse, también las del futuro. Esto no parece un país sino una magnífica necrópolis.

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jueves, agosto 18

Indignados y contentos

La Telaraña en El Mundo.

No movería ni un dedo por Benedicto XVI ni por las Jornadas Mundiales de la Juventud. Pero, mucho menos, movería una sola ceja contra ellos y sus derechos. Contra ellos y su vocación de diana fácil para tantos exaltados de mala baba y peor sombra negra. Contra ellos y toda la historia que hemos recorrido juntos, más allá de las intrigas y el desorden vaticano, más allá de Pedro y su piedra, de la Inquisición y de Rouco Varela; pero más acá -y mucho- de las aguas verticales del mar Rojo, el zarzal en llamas y la higuera reseca. De ese alud de metáforas que merece ser rescatado, pero no aquí ni ahora. Estoy en ello.
Por lo demás, acabo de verlos, a los de la JMJ, brincar por las calles y no salgo del asombro de verlos tan exaltados -¡tan ebrios de no sé qué sustancia y tan felices de ignoro qué éxtasis!- que no sé si la indignación va por barrios y yo debo vivir, en fin, en el barrio equivocado. Pero no se confundan. Vivo en la calle Indiferencia, aunque no lo parezca y muchos me obliguen a disimularlo. «Ecce homo». O cómo se llega a ser lo que se es. O se intenta.
Y en ese lugar estamos, como sin estar y sin movernos. Como mirando alrededor o sin mirar a parte alguna. El efecto es casi el mismo. El mundo sigue siendo un lugar donde unos saltan al vacío y otros, en Magaluf, se colocan con «OXY shots» o con gas de la risa. Me reiría, sino fuera porque no le encuentro maldita la gracia.

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lunes, agosto 15

Siesta de verano

La Telaraña en El Mundo.

Estaba viendo las noticias en no sé qué canal televisivo. Me debió vencer el sopor de la siesta en algún lugar incierto entre la precampaña, la huelga del fútbol o la previsión del tiempo. O más allá, porque cuando me di cuenta estaba en pantalla John Lennon y unos expertos pronosticaban en qué se habría convertido, hoy, ese joven de Liverpool, que el próximo 9 octubre habría cumplido 71 años. O eso entendí, porque andaba confuso.
Pero desperté, al fin, al aparecer Yoko Ono, vestida de negro y cargada de años, repitiendo sus dos o tres tópicos de siempre. Que si la paz, que si el gobierno para el pueblo y esas cosas. «La artista conceptual japonesa», la llamaron, y ese sortilegio me dejó perplejo. Creo que sentí tristeza, por él, por ella. Seguro que también por nosotros. Tristeza o, quizá, melancolía. Una extraña laxitud en la frente y las sienes, un cosquilleo en el vientre, un rumor en el ombligo y más abajo. Una mezcla de música y parálisis. Una perversa composición de deseo e impotencia.
Vuelvo a pinchar alguno de sus viejos discos en el gramófono y aunque los veo girar, ya casi ni los oigo. La aguja del tiempo chirría más de lo que debiera y parece que en vez de acariciar el vinilo está saltando en mitad del desierto o el asfalto, en la jungla de la crisis y las especulaciones, en la sordina del Estado del Bienestar en el que nunca debimos creer. ¿Lo hicimos? Voy al concierto de los mallorquines «The LadyJune» y me digo, qué grandes. Y también, qué humor.

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sábado, agosto 13

La historia inexplicable

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Carbonero y el PSIB deberían explicar la compra de los cuadros que acabaron en un desván?

  
Sí. Pero no tengo muy claro cómo explicar lo que no tiene explicación o lo que, en su defecto, se explica por sí mismo. Así de imposible. Así de fácil. La verdad es que le tengo aprecio a María Carbonero. No a ella, porque no la conozco, sino a ella, por la vía interpuesta -y acaso literaria- de una litografía que, hará unos treinta años, me regaló José Carlos Llop y que ahí sigue, colgada en una pared de mi casa, como si el tiempo se hubiera detenido y sus gruesos trazos, negros y amarillos, continuasen cruzándose eternamente en una esquina inmóvil y quizá dormida, en algún lugar espectral donde, a veces, me pierdo y, a veces, me reencuentro. Ese paisaje me acompaña ahora y, a su través, el mundo se disipa y oscurece. Se hace enorme y se diluye. Quizá desaparece. O no, pero ya me gustaría.
Con todo, el alud de la realidad circula por las zanjas a una velocidad de vértigo. Hay que quitarse el sombrero y hasta el cráneo ante la ristra de las calamidades. Antich se gastó 143 millones en un tren que no podemos utilizar, pero del que nos quedan, eso sí, seis magníficos vagones, seis, que no siendo de tren ni de tranvía, sino de algún híbrido -supongo que adecuado a lo que llaman inversiones intangibles o silenciosas-, resulta que no caben en ninguna vía existente en Mallorca ni alcanzan, por su singular altura, para ninguno de nuestros andenes y ahí están, aparcados, y ahí habrán de seguir hasta que se derritan, los conviertan en chatarra o suceda un milagro, en la vía muerta de algún garaje. En las cocheras de Son Rullán, creo. Armengol desvió 104 millones del convenio de carreteras a nóminas y subvenciones. Habría que preguntarle, tal vez, a la OCB. O no. La deuda balear por pleitos de inseguridad jurídica asciende a 800 millones. El gremio audiovisual reclama 2,5 millones al Consell. Mejor ni hablar de Calvo. Nigeria Unida. Las esculturas perdidas de Carles Gispert. El culebrón de Can Domenge. Son Oms. Palma Arena. Suma y sigue.
Y sigamos, pues, con que a Jaume Carbonero, desde su Conserjería de Vivienda, le dio por llenar el espacio y las paredes de sus sueños, se supone, con las obras de su prima, vaya riesgo, y de Ramón Canet. Todo queda en familia y acaba, como es habitual, en el sumidero de los sótanos, entre las cajas y embalajes del polvo y el aire suspendido. Tendrían que explicarlo, sí. Pero todo. Y todos. Y desde el principio.



Ah, y la fe de erratas;-)

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viernes, agosto 12

Perdido en la traducción

La Telaraña en El Mundo.


Resulta divertido y, sobre todo, muy aleccionador leerle a Jaume Mateu las soflamas, y también los sofismas, sobre la presunta constitucionalidad, o no, del proyecto de modificación de la Ley de Función Pública. Ya saben, esa prevista pero, en la práctica más que dudosa (y lo digo absolutamente en serio), liquidación definitiva del catalán como excluyente requisito lingüístico para engrosar las filas de la administración; es decir, el umbral, los pasillos y los despachos de las ásperas ventanillas que antes eran las del «Vuelva usted mañana» y hoy son, en el mejor de los casos, las del «Si lo sé, no vengo». Ni vuelvo. Ni por asomo. Ni por error. Ni a rastras. Ni loco.

Parece que el presidente de la OCB acaba de presentar un voluminoso pliego con una docena larga de alegaciones, más o menos jurídicas, para acabar concluyendo que retocarle los privilegios al catalán es, no solo inconstitucional, sino también inconcebible. Pues no sé yo. No sé a qué Constitución atiende esta gente, si a la que les engorda a base de subvenciones de varios gobiernos autonómicos o a la que querrán imponernos en cuanto puedan.

La disyuntiva es, sin embargo, estéril. Conozco funcionarios que prefiero que me hablen en catalán que en español. Se les entiende mejor y más claro. Pero no seré yo quien exija más certificados lingüísticos. Todas esas discriminaciones las dejo en mano de los de siempre. Allá ellos.



Fe de Erratas: Y la errata es mía y no del periódico. Sería la risa, la fonética o los desbarajustes del calor, pero a Jaume Mateu le llamé, por equivocación, Jaume Tomeu. Más fácil me hubiera sido explicarlo si, por un aquel, le hubiera llamado Pere Mateu, pero no es el caso.

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jueves, agosto 11

El pensamiento único

La Telaraña en El Mundo.

Siempre he renegado de los adjetivos en el arte pero, con mayor motivo, si a ese híbrido de la oferta y la demanda, del montaje y la instalación, lo usan como pretexto para lo que fuere. Utilitarismo. Manipulación. No me extraña, pues, que varias asociaciones próximas al Bloc y a UM -a sus ruinas- adoren la anodina mole de GESA, esa suerte de prisma tullido y refractante, esa excrecencia racionalista que tanto hechizara a la muy poco romántica, a la indecible Munar. Acaso la línea del buen gusto sea una línea irreal, donde lo único que brilla es la falta de imaginación. La estética plúmbea del nacionalismo.
Pero otro grupo, también selecto, se ha sumado al regateo de convertir el edificio de Ferragut en otra cosa. Se trata del colectivo 15-M. Y sí, estoy con ellos. Convendría regalárselo, pero ya. Regalarles su uso y disfrute pero, también, su mantenimiento. Sería de ver lo que el deterioro y la decrepitud fulminantes nos ahorraría en gastos y demoliciones. Algunos son capaces de destruir lo que tocan y de convertir hasta las buenas ideas en nada. O en menos que nada.
En una falacia, por ejemplo. Eso es lo que ha logrado el STEI al calificar la libre elección de lengua de «antipedagógica». Manda huevos. Y si no huevos, manda el pensamiento único de las dictaduras y del canibalismo. La libertad, como la educación y el arte, no merecen esta sobredosis de adjetivos. No merecen ninguno.

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lunes, agosto 8

La guerra de los Dioses

La Telaraña en El Mundo.

El asunto va de ondas gravitacionales, de distorsiones del espacio y el tiempo, de cuerpos henchidos de masa que viajan a la velocidad insufrible del vértigo. O más. Va de agujeros negros y de pozos astrales sin otro fondo que la densa oscuridad del vacío. O de lo que sea eso que llamamos vacío, que igual nos engulle que da a luz constelaciones de mundos tan solitarios y azules, o en descomposición y lucha constante, como el nuestro. ¿Quién lo sabe y cómo asumir esa voracidad, ese canibalismo galáctico?
Les estoy hablando de un nuevo método, desarrollado por los expertos de la UIB, Sascha Husa y Denis Pollney, para detectar las vibraciones emitidas por los agujeros negros, mientras juegan, o desvarían, a ver quién engulle a quién en esa eterna pugna dialéctica entre víctimas y verdugos. No parece, pues, que las cosas vayan mucho mejor allá afuera que aquí abajo.
Pero a lo que iba. Todos nuestros discursos revolotean desde lo más pequeño hasta lo más grande. O viceversa. De lo genérico hasta lo particular, si no se extravían por el camino. No resulta muy halagüeño analizar nuestras pequeñas, pero enormes, miserias y advertir que hay otra guerra de proporciones inimaginables en el Universo entero. Aquí al lado. Nunca me interesó mucho la astrofísica, pero quizá por la vía telúrica de la UIB podamos llegar a entender la efímera naturaleza de los numerosos dioses -no importa si mayores o menores- por los que tantos acabaron dando la vida. Vaya despilfarro. O no.

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sábado, agosto 6

Hacienda somos todos

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el Govern de Bauzá debe subir los impuestos tal y como piden PSIB y PSM?

Sí. Voy a tener que ponerme el traje de un miembro selecto del PSIB o del PSM, pero no el traje habitual, que ese se basa en unas pocas prendas de unas pocas marcas, más o menos fashion, compradas en las rebajas de algún gran centro comercial, sino el de las grandes ocasiones. No sé si optar por el bombín, por el panamá o por la boina, por el puro habano o por el cigarrillo liado a mano, esa especie de humeante trompetilla. No sé si tirar de corbata, de corbatín o de levita. O si pasar de sogas al cuello y hasta de camisas de franela.
Así, bien descamisado y pelo de lino en pecho, sí que me siento -será que el hábito hace al monje- como en mi salsa roja y nacional o nacionalista, en mi propia e intransferible nube dialéctica de ovejas saltarinas. Parezco un economista; es cierto. Pero reconozco que aún me falta algo. Por ello, y por si acaso, acabo de agenciarme un título nivel nobiliario de catalán -que ya lo quisieran muchos para sí, aunque en público disimulen-, gracias a un simpático postulante que me he encontrado en una esquina mefítica. Ya no me hace falta nada más. Ahora sí que soy un ilustre economista del PSIB o del PSM. Vale, ya está hecho. Qué alivio.
No me será preciso, pues, explicarles en lenguaje llano, lo mucho que sabemos nosotros, los economistas del PSIB y del PSM -tanto monta, monta tanto, porque de lo que se trata es de montárselo-, sobre los riesgos de manejar el caos de la realidad por entre las inversiones silenciosas e intangibles, la infinita ristra de las subvenciones sulfúricas, lingüísticas y culturales, la necesidad imperiosa de hacer país, ante todo y como sea. Contra todos. A ver si entera Bauzá de lo que vale un peine y de lo que cuesta una peineta.
Nuestra inmejorable idea de subir los impuestos «urbi et orbi» es como la vieja piedra filosofal de los alquimistas, pero adaptada a los tiempos que corren. Así, entre los 240 millones que Madrid nos va a enviar de seguro (porque nosotros los valemos, oigan) y ese plus de esfuerzo colectivo en aras de la riqueza común -Hacienda éramos todos y ahora somos todos y todas- podremos olvidarnos del Plan de Saneamiento del Govern (que suena a higiene de excusados, letrinas y cloacas) y de sus 380 miserables millones y así sacar, finalmente, pecho. Adiós a la crisis, al cinturón y hasta a los tirantes de Fraga. Faltaría más.

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viernes, agosto 5

Los doce apóstoles

La Telaraña en El Mundo.


Todos tenemos alguna prima, o así, proclive a vivir peligrosamente, tal que al borde del riesgo o en él. Pero la prima de todos comienza a ser un riesgo en sí misma. Quizá ya lo sea y, acaso, en breve, habrán de acudir a rescatarla para rescatarnos, con ella, también a nosotros. Prefiero airear el tema como si se tratase de una especie de broma pesada -o mejor, de un imposible-, que adentrarme en lo que, a todas luces y en realidad, significa, porque una cosa es la asfixia como metáfora y otra como forma de vida. A ese infame corralito nos dirigimos. A ese matadero.
Los que también andan -y parece que no acaban- de prospección profunda e infinita, son Bauzá y su equipo económico. Encontrar petróleo en el pozo sin fondo de Antich y de Manera no resulta una empresa fácil. La contabilidad inversa de los números negativos sólo acaba revelando una pléyade de acreedores y un alud de facturas impagadas.
Con todo, hay impagos que, siendo sinceros, no nos hacen fruncir el ceño. En absoluto. Los doce lingüistas de la UIB que prestaban sus servicios en IB3 no han podido ver renovados sus contratos. ¡Doce lingüistas, doce, velando por la pureza gramatical y dialéctica de una televisión, de sus prolijos telediarios y hasta de sus ilustres programas fecales! Parece increíble, pero no lo es. Será que no hay iglesia ni liturgia -ni, por supuesto, secta- que renuncie a sus doce apóstoles de rigor.

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jueves, agosto 4

Medianoche en Palma

La Telaraña en El Mundo.

La última película de Woody Allen me ha devuelto al frío polar, a la sonoridad ruidosa y a las estrecheces de los multicines. Esos cines mutilados y, aun así, semivacíos. Vale. Me ha transportado a la medianoche de París -esa ciudad que revisito cada pocos años- y a las turbadoras presencias de Hemingway, Cole Porter, Picasso, Matisse, Buñuel, Dalí, Lautrec o Gauguin, entre otros, a través del mejor guión de Allen, desde hace algunos lustros. No está nada mal ni es poco, pero no sé si justifica la molestia de no ser dueños ni del espacio ni del tiempo. Quizá por eso suelo ver el cine en casa y añorar las pocas salas que, en Palma, merecieron tal nombre.
El Cine Borne, por ejemplo, o los antiguos Augusta y Rívoli. Las sesiones de arte y ensayo del Rialto. O aquel cine Moderno de la calle Fábrica donde, de niño, me perdí entre sus butacas de madera y las sombras de la selva de King Kong, gracias a los ojos y a los labios imposibles de Fay Wray. Vivir para ver. O viceversa.
Se me ocurre, ahora, bucear en la medianoche de Palma; en la actual y en la de mis recuerdos. Sé que la asfixia se ha ido recrudeciendo con los años, pero, aun así, hubo suficientes pasajes de noche y cielo enormes, de pensamientos recorriendo las plazas y los bares. Gomila, Atarazanas, el Bosch cuando apenas sí tenía terraza. O el último baile en el Índigo. Todo eso ya no existe. O soy yo el que ya no lo encuentra.

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lunes, agosto 1

El laberinto de agosto

La Telaraña en El Mundo.

Irrumpo en el laberinto de agosto, como si ya con prisas de llegar a septiembre y adelantarme, así, a las lamentos del estrés postvacacional y a la atrofia de los días al sol y al tedio, y al regreso a las odiadas oficinas y demás suma de tópicos. Pero no. Nadie llega solo -ni antes- a ese paisaje que sólo atiende a la caída de las hojas del calendario y al ciclo de las estaciones. Tendré que esperar y aguantarme. Ajo y agua.
Pero Palma, hasta en agosto, tiene sus lugares de interés. Uno de ellos es «Sa Foneta», es decir, el edificio de la Plaza de España que ocuparon, semanas atrás, los chavales de la sección inmobiliaria del 15-M. Y que ahí siguen. La novedad es que han colgado un cartel en el que, en mayúsculas, puede leerse: «Mientras el pueblo lucha, vosotros os tocáis los cojones». Pues no sé yo, porque cuando paso por delante tengo muchísimo cuidado en no tocarme según qué partes y, además, no encuentro más barricadas que las nuevas zanjas de los carriles bicis que, por cierto, pasan justo a un metro del cuartel y de las milicias, supongo, que lo habitan. Todo un éxito. O un síntoma.
Pero los hay que se siguen quejando por pura inercia, ese vicio. Ya están ERC y el PSM clamando contra las primeras medidas de la supresión del catalán como requisito para entrar en la Administración. No voy a ir mucho más allá, porque el tema me aburre y porque todo lo que no sea derogar la Ley de Normalización Lingüística se me antoja un quiero y no puedo. Una chapuza.

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