LA TELARAÑA: Bienvenidos a la Realidad

sábado, julio 30

Bienvenidos a la Realidad

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el Govern de Bauzá conseguirá saldar las deudas que dejó el Pacte?

. «We can do It!» rezaba el cartel -que no sé si hoy sería tachado de sexista por los arcangélicos querubines de la igualdad, ese artificio- de Rosie, la remachadora, alardeando de bíceps y, sobre todo, de matriarcal optimismo en plena Segunda Guerra Mundial, y lo mismo, pero ya no sé cuántas guerras, guerrillas o cruzadas después, parece querer decirnos Rubalcaba desde el plañidero irreal de su atalaya en Twitter, con la ingenuidad -o quizá el cinismo- por bandera. O por camiseta, en su caso. Podemos hacerlo, le creí entender también, ayer, a José Ramón Bauzá, mientras desmenuzaba las asombrosas cifras de la deuda pública y la abultada nómina de impagados y luego, en los gráficos de la debacle, las columnas en rojo se disparaban como alarmas radioactivas a través de los años y de las legislaturas: el rescoldo y las humaredas asfixiantes de un tiempo pasado entre los espejismos de la farsa y el timo, el despilfarro y la usura, la insostenible puesta en escena del Estado del Bienestar, esa quimera. Bienvenidos, pues, a la Realidad o esto ya no es lo que era. O sí, pero quién sabe.
Los grandes números son, desde siempre, algo abstracto y casi conceptual, una especie de vaporosas pinceladas en el aire de todos, que tanto valen para esbozar un infierno que un paraíso. No importa precisar mucho más, porque ambos lugares nos son, por igual, absolutamente inalcanzables y sólo nos cabe, por lo tanto, acariciar la esperanza de encontrar algún escondrijo, más o menos hospitalario, entre ambos extremos. En ese balanceo -y en la cuerda tensa de ese funambulismo- solemos hallar, finalmente, nuestro propio equilibrio. Marea un poco hacerlo, es cierto, pero uno se acaba adaptando a las caídas y a las recaídas, a los empujones. Y a las estrecheces. Qué remedio.
Pero no hay nada de malo en reconocerse y, ya puestos, en tomarse bien las medidas. Si no nos valen para un traje nos valdrán para un féretro. O para ambas cosas. Esto es lo que hay, vino Bauzá a decirnos. Lo dijo. Y nos expuso su radical receta de ayuno y también, me temo, de abstinencia, como si nos fuera la vida en ello. Es posible que así sea. El cuerpo de todos es también el de cada uno de nosotros, pero de eso nos acabamos enterando siempre tarde y mal o, incluso, nunca. Hay que cuidar al enfermo, vigilarle la tensión y hasta el ánimo. Sobre todo, el ánimo. Y que no decaiga.

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