LA TELARAÑA: La historia y sus ruinas

viernes, junio 10

La historia y sus ruinas

La Telaraña en El Mundo.

Quizá la historia sea una ciencia que se aplica en agitar árboles de hoja caduca, una sucesión de referencias culturales e ideas, en definitiva, que sólo se sostienen bajo determinadas circunstancias. En ellas crecen y se fortalecen, pero sólo mientras subsiste el trazo firme de sus coordenadas. Luego el aire muda y el croquis de la existencia se diluye y ya nada es lo que era, o sí, pero las certidumbres se desmoronan como murallas de naipes que fueran civilizaciones exhaustas y vencidas. Con todo, una ilustre colección de ruinas.
Comparto la alarma de los historiadores con la RAH y su Diccionario. La hagiografía de Franco me asquea. Pero otros desvaríos, en cambio, me consuelan. Alguien -nos narra un iluminado- vio las huellas de un carmelita descalzo en la nieve -sin explicar cómo las distinguió de las de otro ser humano- y quedó en trance. Esa metáfora vale su peso en oro. No para la historia, claro, pero sí para el enigma diario de transitar por un barrizal de huellas y no adivinar, siquiera, cuáles son las nuestras.
Nos convendría, por ejemplo, sumergirnos en el libro de Gari Durán, «Los límites de Ares» y reeditar el viaje de Ulises hasta Ítaca. Asomarnos a la ética de la Grecia antigua como si a la propia cosmogonía. O a una de ellas. Si aún nos asombra y admira, es porque es más fácil reconocerse en los orígenes de nuestra cultura que en sus ruinas. Por el hedor, sobre todo.


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