LA TELARAÑA: ¿Un soplo o una ventosidad?

sábado, mayo 7

¿Un soplo o una ventosidad?

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Munar cobró parte de los 6 millones del soborno de Can Domenge?

Sí. Es posible. Pero eso sólo lo sabrán los que puedan saberlo. Los que anden metidos en el ajo, maloliente el aliento y revuelto el ánimo, humeante la cartuchera. Los que manejen el secreto de las cosas que ocurren donde parece que nunca pasa nada, pero pasa. Vaya sí pasa. La organización. El partido. La banda y sus mil nombres. Munar. Nadal. Vicens. Y tantos otros con los que me confundo y pierdo, porque no me valen ni como émulos cinematográficos de algún crápula con chaleco y voz trémula. Los empleados fantasmas. Los cazadores de votos. La sombra tutelar del nacionalismo de lo nuestro, que es siempre lo suyo. Faltaría más.
Pero yo entiendo poco de toda esta mierda. O quizá sólo entiendo que me resulta muy fácil encadenar metáforas y construir un universo de espejismos con el guión que otros escribieron sin escribir, apenas, nada. Sólo un par de contratos inverosímiles y algún que otro folio harapiento con la hoja de ruta y la soberbia X como protagonista. El plano del tesoro, los porcentajes del botín. Todo muy escueto, porque no tuvieron tiempo para más. Tampoco saben. Lo suyo es el andamiaje de la economía sumergida. Algo muy soez y sucio, pero muy común y corriente. Muy pobre en matices, pero no en subsidios y subvenciones. O eso me parece, porque lo ignoro todo sobre la escatología social de estos políticos que siempre -oh, cielos- estuvieron en el poder, porque otros se lo permitieron. ¿A cambio de qué?
Anticorrupción ha recibido un soplo, pero me temo que los delatores nunca van de frente, sino de perfil y disimulando. Igual van que vienen. O vuelven. O se revuelven con segundas, terceras o cuartas. Quizá se juegan los cuartos y no sé si los higadillos. De ahí que un soplo pueda ser una venganza o una ventosidad. Un arrepentimiento, una maniobra de distracción o un pacto. Otro más. Una muesca en un revólver cargado con balas de fogueo o plata. O plomo. No sé nada de balística. Pero seis millones de euros es una cifra redonda que no resulta excesiva cuando se ha vendido un solar como Can Domenge a mitad de precio y, entre la oferta y la demanda, quedan en el aire, como si milagrosamente suspendidos, los celajes y tornados de un desfase de treinta millones de euros. El dinero no tiene por costumbre evaporarse, sino ir cambiando de manos y bolsillos, de cuentas más o menos opacas, de cajas fuertes, de madre y no sé si de padre.

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