LA TELARAÑA: Entre las Urnas y el Ágora

martes, mayo 24

Entre las Urnas y el Ágora

La Telaraña en El Mundo.
  
Mi vena ácrata (en según qué temas) y mi vena escéptica (en según qué otros) llevan bastantes días alborotadas, casi como si de gresca continua o de farol y requiebro, como si echándose en cara sus lugares de acuerdo y divergencia, «ves, ya te lo dije», la una a la otra, y viceversa, y no hubiera forma, ni tampoco ganas, de reconciliarse o reconciliarlas. Será, me temo, que los lugares de la revolución -curioso eufemismo- son tan herméticos e indescifrables como, a ratos, diáfanos y transparentes. En ellos brilla la luz de forma intermitente, dejando en el aire -suspendido, absorto o quizá indignado- un extraño resplandor a sombras chinescas, a mezcla inverosímil entre lo que es y lo que pudo haber sido. Pero, a veces, toca hacer balance.
No viví el mayo francés de 1968. No tengo excusa, lo sé, pero qué quieren que les diga. Sólo tenía 11 años y, por ello, lo tuve que sustituir, andando el tiempo, por la vorágine social que, a partir de noviembre de 1975 -con mis hormonas recién desperezadas, amenazándome, incluso, hasta con el desahucio-, convirtió este país en un lugar de asambleas, conciertos y orgías, de carreras y revolcones callejeros, de cánticos y, también, de esperanzas. De amor y flores prohibidas. La música celestial de la inocencia. El alarido del buen salvaje. La fe en la bondad del hombre para con el hombre.
Ya no sé qué queda, en mí, de aquella, mi primera primavera de la libertad. Quizá mucho, porque ella ha sido, aunque a trancas y barrancas y, siempre, por caminos retorcidos, la que me ha conducido hasta aquí y ahora. Al instante presente de la mirada escéptica, pero todavía fabuladora, literaria. Puede que indignada, sí, pero no siempre, ni mucho. Por eso puedo compatibilizar, sin problemas, unas horas, días o semanas en el Ágora de la Plaza de España -rebautizada de Islandia, donde ya ruge otro volcán y sus cenizas amenazan, de nuevo, con sepultarnos- con unos breves minutos en la cola administrativa de las urnas. No sé si la revolución se ha realizado -o si se realizará- en un lugar o en el otro. O si en ninguno. La buena noticia es que nos hemos librado en las Islas -o eso espero- del nacionalismo y de buena parte de la corrupción. La mala es que llevamos toda la vida acampados en el ágora interior de nuestros sueños y aún no sabemos cómo mejorar las cosas. Un dislate.

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2 Comments:

Blogger Johannes A. von Horrach said...

Ha sido invocar Islandia y ponerse en erupción uno de sus temibles volcanes. Casi diría que es una metáfora del peligro de cierta milagrería revolusionaria, aquella que no se contenta con cambios posibles y concretos sino que se deja arrastrar por la religiosa pulsión de un cambio absoluto, catártico y redentor. A estas alturas no podemos ignorar que en la historia esos maximalismos ingenuos llevan dentro de sí las peores calamidades.

Por cierto, encantado con la desaparición de UM (si nos lo dicen hace 4 años nadie se lo habría creído). La de IU también tiene su gracia, a otro nivel.

saludos

25 de mayo de 2011, 20:22  
Blogger Juan Planas Bennásar said...

Hola Horrach. Hoy ya empezó a caérseme de la parra la Pza. Islandia. Que si una jaima de masajes, una guardería, un círculo de meditación y yoga y similares, una algarabía de veganos y animalistas... ¡Y encima una zona de no fumadores en plena plaza!!!

Va siendo la hora del desalojo.
Ah. Lo de UM ha sido lo mejor de lo mejor...

Un abrazo!

25 de mayo de 2011, 23:21  

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