LA TELARAÑA: Los paisajes del tiempo

lunes, febrero 7

Los paisajes del tiempo

La Telaraña en El Mundo.


Muchas veces he escrito sobre la fugacidad del tiempo, esa brisa lenta, pero vertiginosa, que nos transporta de un lugar a otro a bordo del más invisible -y ecológico- de los carruajes. Del tiempo sólo sabemos que transcurre. Que nos convierte en pasajeros de un tren que viaja, despavorido, hacia no sabemos dónde, sin que podamos detenerlo y del que bajarse en marcha es, tan sólo, un bello gesto literario, una sobredosis de ficción, un simulacro de fuga ante una realidad, que termina siendo, paradójicamente, lo único que nos queda. Eso que pasa, ahora, y nos hace pasar. Lo que creemos perder y recuperamos luego, a cada instante, sin reconocerlo nunca del todo. No nos da tiempo, el tiempo.

Pero así pasan los días, decimos. Y esa forma de hablar nos acaba delatando, aunque nos duela aceptar que sólo somos, con exactitud, esa misma gramática retorcida que juega a hacernos más sabios y, a la vez, más necios, tan sólo para concluir, como ya sabemos, aniquilándonos.

Ahora debería releer la actualidad. Pero hoy no puedo. En los pasillos y camarotes del tren del que les hablo, casi todo son estrecheces y ruinas. Mentiras. Transvases de imputados. Polvaredas de vanidad. G.H.-24 horas. Cheques lingüísticos. Bonos patrióticos. Basura. Hoy prefiero abrir la ventanilla y otear el paisaje que pasa tan rápido como la brisa lenta, pero vertiginosa, que me obliga a escribir estas líneas y no otras.

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