LA TELARAÑA: Revelaciones desde la cárcel

sábado, enero 8

Revelaciones desde la cárcel

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Vicens llevará a los fiscales hasta el dinero de Munar?

Sí. Supongo que hay lugares y situaciones límites en las que ya nada importa demasiado y la voluntad empieza a derretirse hasta convertirse en un hilillo de niebla -o a enloquecer de inquietud o claustrofobia- y, entonces, el deseo es pura convulsión y no quedan más coordenadas que las de cualquier asidero, el que sea, para evitar el naufragio definitivo y paliar un tanto así la zozobra y escapar como sea, y al precio que sea, aunque la huida, en realidad, ya no sea posible y todo se reduzca a un simulacro para acallar la conciencia y regresar al cálido salón del hogar como si los destrozos fueran reparables y todo pudiera volver a ocupar el lugar que ocupaba antes y a ser como era y se pudieran cerrar las heridas, como si fueran paréntesis artificiales y de las llagas no brotara un hedor incurable, y la atmósfera, ahora fría y polvorienta, pudiera volver a caldearse como quien regresa del destierro y se cree el hijo pródigo y quiere que la fiesta empiece de nuevo, que la música atruene, que la familia -ah, la familia- se vuelva a reunir y brinde, solemnemente, por el futuro, el presente y hasta, quién sabe, si por el pasado. Pues habrá que verlo.

Con todo, la verdad es que Bartomeu Vicens ha tardado más de lo esperado en intentar mover su última ficha y arrojársela a los fiscales Joan Carrau y Pedro Horrach, como si en esa apuesta arriesgada o suicida se escondiera el salvoconducto mágico, la revelación capaz de arrancarle, metafóricamente, la soga del cuello y colgársela a María Antonia Munar como si fuera un collar de alta pedrería, con gruesas borlas de plomo y acero, de grava o marés, la rueda de molino con que hundir la corrupción y revelar el mapa de su tesoro escondido.

No negaré mi escepticismo, pero quizá la cárcel pueda obrar milagros. Y si muchos otros, como Fray Luis de León con su «De los Nombres de Cristo», Gramsci, con sus «Cuadernos», Cervantes con algunos capítulos del «Quijote», el Marqués de Sade, con su elocuente «Justine», Byron y su «De Profundis» o Miguel Hernández, con su «Cancionero y romancero de ausencias», por ejemplo, fueron capaces de dar a luz algunas de sus obras maestras bajo la sombra oblicua y hambrienta de las rejas, igual Vicens se saca de la manga lo que aún no está en los escritos y al final se consuma el prodigio de que la justicia resplandezca por completo. No es fácil, pero sí posible. O eso creo.

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