LA TELARAÑA: Las absurdas listas cerradas

sábado, noviembre 6

Las absurdas listas cerradas

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Cree que José M. Rodríguez debe ser el candidato del PP al Ayuntamiento de Palma?


No. Supongo que cada partido político tiene la más absoluta soberanía, la inapelable autodeterminación y hasta la más sagrada, inviolable y castiza independencia –al menos, si lo que se pretende es rizar, hasta los límites del pudor y la asfixia, el juego malabar de la palabrería más añeja, aplicándola al siempre renovado agujero negro, negrísimo, fuliginoso, romo y vacío, del marketing, ese ejemplo único de cómo reciclar ideas sin tener siquiera una, ni de buena ni de mala- para hacerse el harakiri electoral como más le guste o convenga. Allá ellos.

Pero no hay drama, no, sino sólo parodia y representación. Quizá un poco de arte y ensayo. Un simulacro de música marcial para un desfile de sonrientes payasos. La liturgia familiar de la democracia. O algo así. Pero que no nos falte. Que no nos la roben. Que hay farsas peores y campos de concentración lingüísticos, territoriales y económicos al acecho. Sombras totalitarias con el sangriento disfraz nacionalista. El bestiario inmundo de la estulticia. Polifemo contra Ulises. El día a día por las calles de Palma –como por las de Dublín- sin más objetivo que observar el paisaje –sin que nos atropellen los cíclopes ni los cicloturismos, a ser posible- y ser felices. O intentarlo.

Pero aquí el problema es otro. Sólo se trata de ponerle rostro -o, en su defecto, flequillo- al siempre hermoseado cartel electoral, ese pasquín enorme que nos martilleará desde el estruendo estético de las vallas publicitarias como si fuera el anuncio de algún producto milagroso, la promesa de un futuro de fábula, el maná más exquisito, el paraíso en la tierra y más aún. No hay límites cuando se trata de vender lo que se vende solo.

José María Rodríguez no es un personaje que nos ilusione. Al contrario. Su aspecto –a veces, desaliñado- nos recuerda el de un funcionario al borde de la excedencia. Tiene a su favor, eso sí, unas primarias que se llevó de calle. O eso me dicen. Con todo, preferiría su presencia, entre iguales, en el seno de unas listas abiertas y que fuera la ciudadanía, luego, la que ponga a cada cual en su sitio. Una lista cerrada es un duro ladrillo contra el paladar, un bloque de hormigón contra los matices, una tormenta de plomo contra las sutilezas, un atentado contra la lógica y quizá, también, contra el buen gusto. Pero es lo que hay hasta que se imponga otro tipo de cordura. Ya tarda.

Etiquetas: