LA TELARAÑA: La prueba del algodón

sábado, octubre 2

La prueba del algodón

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo *: ¿Cree que los fiscales tienen interés político en proteger a Munar del caso Can Domenge?


No. Tan sólo acaba de empezar Octubre, que es un mes de barricadas y revoluciones, de vientos fríos y cielos ajironados, de árboles casi desnudos y acaso tullidos, de aceras repletas de charcos y de caracoles en estampida, y no logro alejar de mi vista el revuelo sesgado y lento, pero acaso inevitable, como si fuera el presagio de una tormenta, de los negros nubarrones del llamado caso Can Domenge, con la sombra ambigua, solemne y, a la vez, trivial, de María Antonia Munar desplegando toda su mediática oscuridad por entre la maraña administrativa, política y coyuntural de jueces, abogados y fiscales. Sobre todo, fiscales.

Pero lo cierto es que Carrau y Horrach no son, por lo visto, como el fiscal jefe de Baleares, Bartomeu Barceló. Lo suyo no es fotografiarse en posición genuflexa ante una Munar, del todo entregada, casi que en éxtasis, a su delicioso papel de princesa intocable, de diosa altiva, de diva distante, pero también, y sólo si procede, generosa –qué duda cabe- y condescendiente. No. Lo suyo tampoco es perpetrar, al menos en público y que nosotros sepamos, unos ripios laudatorios a la ciclópea humanidad del afamado e incombustible editor y mecenas Pedro Serra. No son rapsodas ni quieren emular a Asurancetúrix. Lo suyo es otra cosa.

Les cuadra mucho mejor el talante de un personaje bíblico como Poncio Pilatos, un tipo que nunca nos cayó mal de todo, porque unas manos limpias, casi despellejadas por el agua gélida, el filo del nerviosismo, la balanza de la indecisión o el estallido del asombro, no bastan para condenar a nadie. Ellos se lavan las manos y encomiendan su espíritu –aquí, en realidad, algo mucho más prosaico y hasta tangible- a su superior en Madrid, Antonio Salinas, con la certeza de que cuando parecen estar en juego intereses de índole superior -y desconocida-, lo mejor es apartarse a tiempo y dejar correr los expedientes. Que vuelen por otras instancias, que recorran otras órbitas. Que surquen otras esferas. Y que vuelvan con el sello, con el timbre, con la firma oficial y hasta con la venda de algodón esculpida en sus costuras. A mí no me parece mal, sino todo lo contrario. El hecho nos confirmará, por ejemplo, que Matas y Munar no merecen el mismo trato –cosa que ya suponíamos- y que, si hay suerte, acabaremos sabiendo, para siempre, de qué pie cojean, si cojean, las alturas de la Justicia en España. Nada menos.



* Los duendes de la imprenta cambiaron el titular. Son cosas que pasan;-)

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