LA TELARAÑA: octubre 2010

sábado, octubre 30

El callejón sin salida

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Cree que Jaume Font debería ir en las listas electorales en caso de que deje de estar imputado?

Sí. Enredarse con los flecos sueltos del surrealista devenir del tiempo, esa sucesión imprevisible de fracasos y éxitos, de etiquetas fugaces y caprichosas, esa disparatada antología de instantes, tan sorpresivamente detenidos (y gélidos) como derretidos (y aún humeantes), tiene un enorme peligro. La gramática enloquece cuando el contexto cambia y, entonces, su eco, aturdido, nos devuelve unos colmillos afilados donde antes había, tal vez, los restos de una breve caries aplacada o el orgulloso resplandor –ahora dormido- de una gloriosa muela del juicio. La retórica titubea, el discurso vacila, las frases se entrecortan y, al fin, la obra entera –ese proyecto, por definición, inacabado- se disuelve en el galimatías absurdo de un estrecho y ruidoso callejón sin salida.

Contra esa pared imaginaria debe andar estos días, con motivo, José Ramón Bauzá jugando al viejo frontón de las ideas y los hechos, evaluando idas y venidas, declaraciones y declamaciones, listas negras y blancas de una compra a crédito sin más aval que la obligada regeneración –curiosa palabra, si hablamos de política- de unas sombras chinescas recortándose, traviesas, gruñonas o sólo alucinadas, contra el muro de la realidad, las elecciones, el poder, los barones y sus baronías, la selecta cola de los escogidos dando vueltas y más vueltas –vaya tedio- sobre una pista escabrosa y, por supuesto, resbaladiza. Impracticable. O eso creo.

Es por ello que a Bauzá no le queda otra –si se confirma la nueva situación judicial del de Sa Pobla- que devolver a Jaume Font a la parrilla de la que fue, cabalmente, expulsado. Pero aquí, como en muchos otros sitios, las razones y los méritos se solapan y confunden. ¿Se prescindió de Font por ser imputado o por ser de la cuerda que es? ¿Tiene cabida en el PP que anhela Bauzá –y en alguno de sus mejores hangares, por supuesto- alguien que se autodefine como político profesional –y sólo eso, y sea eso lo que fuere-, alguien que no disimula su militancia catalanista ni su participación activa en el engendro infinito y aberrante de la OCB? No tengo la más remota idea. Hay en el camaleonismo de algunos –o de muchos, siendo sincero- un par de componentes, o quizá más, unas docenas, que, rigurosamente, se me escapan por completo. Algo ajeno que nunca alcanzaré a entender del todo. Pero eso es culpa mía. Nunca fui un estratega y se me nota. Seguro.

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viernes, octubre 29

La mazmorra lingüística

La Telaraña en El Mundo.


El mundo es un lugar ruidoso donde, por fortuna, no todos hablamos el mismo lenguaje. Por eso, cuando logro entender (algo) a alguien, me importa un ápice si se expresa en catalán o castellano (como si en balear o español, que ya hiede esta guerra sucia por una denominación de origen que no existe, más allá del fervor patrio, el culto a la sumisión y las aberraciones ideológicas). Pero si no lo logro, me importa, aún, menos. Hay discursos que no se sostienen en lengua alguna. Ni en la del silencio.

Con todo, rondar los aledaños de una mazmorra –tan artificial como orquestada- nos ayuda a movernos en la penumbra, para evitar los grilletes de la opresión y la asfixia, y aviva el discurrir del ojo por entre las sombras cenitales y el amargo secuestro de la inteligencia. Sobrevivir en este paisaje desolador –acre y tullido- no es fácil, pero nadie dijo nunca que tuviera que serlo. Al revés. Hay que saber latín para burlar sus arenas movedizas.

La OCB ha entrado de lleno en los tribunales del catalán, en la liturgia de la extorsión, en el descalabro –apoyado por el Govern- de todo cuanto debiera reunirnos y sólo nos dispersa. La policía lingüística, que ya tenía en la UIB su apoyo logístico, tiene ahora un nuevo brazo armado. Las armas de la subvención –ese boomerang- son como las de destrucción masiva. O peores. Las primeras saltan a la vista. Las segundas no aparecen ni en WikiLeaks.

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martes, octubre 26

Apunte en la Agenda.

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lunes, octubre 25

Las volutas del humo

La Telaraña en El Mundo.

Quizá el tiempo se resuma, y se culmine, en la fecha de caducidad que a todos habrá de alcanzarnos, ese límite tras el que la vida se convierte en otra cosa. Se transforma o se pudre. Desaparece o se renueva. Muere. Se despide. Descansa. Es entonces cuando las palabras sólo pueden encubrir especulaciones que ya no proceden. El silencio es hermoso cuando le llega la hora.

Pero aún no el caso. A los parroquianos del Club de la Tercera Edad de Son Cotoner –un eufemismo al estilo del club de la comedia, o peor- ya les habían hurtado el pitillo reparador, las brevas de tabaco y hasta el humo lento –y denso- de la amistad antigua. Pero les quedaba el bingo, el cartón a diez céntimos, la insuperable miniatura lúdica que una redada policial arrasó por completo. El botín, 22 euros. Luego rectificó el Govern, con cordura. Pero ya lo dijo Socias: «Hay que dejar disfrutar a los mayores un poco». Y ese “poco”, que dijo, entre tolerante y cínico, dice, sin embargo, mucho de él. Lo retrata.

Con todo, los fundamentalistas de la salud a la fuerza –como los animalistas, que conseguirán para las bestias lo que muchos humanos aún no disfrutamos, la libertad de usar la lengua que nos plazca, por ejemplo- prosiguen su infinita cruzada, camino de la asepsia y la esterilidad general. Enciendo un cigarrillo a su salud y juego con las volutas del humo. Mal que les pese nunca seremos inmortales. O eso espero.

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sábado, octubre 23

La culpa no siempre es ajena

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Cree que Zapatero trata mejor a Canarias que al 'gobierno amigo' de Antich?


No. Quiero pensar que mis lectores –que, por cierto, en el dudoso caso de que los tenga, no son míos, sino de este diario- no esperan de mí otra cosa que la opinión más traviesa y oblicua posible, el discurso más híbrido en el tiempo y el espacio, las alocuciones más dadas a la inmersión en el universo de los significados múltiples y acaso ambiguos, dispares, pero relacionados. Eso intentan mis líneas. Creo que el lector ya es adulto –o debiera- y tiene sus propias opiniones sobre los hechos que aquí se tratan. Yo sólo puedo aliñarlas con unos pocos adjetivos y metáforas y puede que así -eso es cierto- las refuerce, rebaje o contradiga. Pero tanto me da. La opinión del lector es siempre soberana.

Con todo, la mejor manera de conocernos íntimamente –y de valorar la salud olímpica, o no, de nuestro raciocinio- es examinar, con rigor y asepsia, cómo interpretamos, no lo nuestro, sino, al contrario, lo más ajeno y alejado, lo que calificaríamos, sin temor alguno, de exótico. Las Islas Canarias no son, desde luego, un mal lugar donde perderse, pero voy a ir aún más lejos. Estoy leyendo la compilación de artículos del historiador valenciano Francisco Fuster García sobre los EEUU. El libro se titula «América para los no americanos» y lo acaba de publicar Ediciones Idea, una editorial, vaya por Dios, canaria.

No les resumiré, por supuesto, el notable trabajo de Fuster. Léanlo y disfrútenlo. Lo importante, ahora, es corroborar, con él, que todo cuanto nos produce asombro, placer o enojo depende, sobremanera, de nuestros propios prejuicios. Hace falta una mirada limpísima –sino virgen- para atisbar, a través de las apariencias, qué está sucediendo, qué se mueve o balancea, qué torbellino amenaza con engullirnos o qué sueño –o infección- con contagiarnos.

Hablar de Zapatero y sus propósitos, y hacerlo de la forma más higiénica posible, no es tarea fácil. Al revés. Pero estoy seguro de que al presidente le importa el mismo comino Canarias que Baleares. La política sólo sabe de números y apoyos, elecciones y presupuestos. Y mientras esto siga así –y seguirá, merced a la Ley de Hont- lo único cierto es que Canarias tiene un número de diputados que puede ser decisivo y Baleares no lo tiene. Y no hay más. Zapatero no busca perjudicarnos. Busca sobrevivir en el cargo, aunque le ayude, y mucho, lo poco -o nada- que nosotros mismos nos ayudamos. Así nos va.

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viernes, octubre 22

Los hangares vacíos

La Telaraña en El Mundo.


Me siento en la terraza de un bar. Cae la tarde y los últimos rayos del sol me ciegan. Cierro los ojos y pienso -aunque no, quizá, en ese orden- en un cocodrilo inerte, una mujer en bikini (como un reloj de Dalí sobre la pulpa roja de una sandía) y en Bibiana Aído. Abro los ojos. Ya no la veo, pero igual está agazapada tras la irresistible ascensión de Leire Pajín. Me temo lo peor y cierro los ojos. Se me aparecen el Árbol de Teneré, la arena negra de una playa o un volcán, y el paraje en llamas del destino. O así. Al abrir los ojos ya estoy en mi escritorio.

Deshago la pila de libros que me envió, desde Brasil, Fernando Fiorese y leo unas líneas de su «Aconselho-te crueldade». Me parecen magníficas, pero tendré que pasárselas a Perfecto Cuadrado, para que las traduzca del portugués. Algunos giros se me escapan y, sin embargo, no deja de asombrarme el milagro repetido de que alguien me confíe sus obras más allá de la abrumadora distancia y la incomprensión lingüística.

Pero ahora debo planear un viaje. Rebusco, sin éxito, algún vuelo directo hacia aún no sé dónde. El aeropuerto de Palma ya no es el que era. Desaparecieron varias compañías aéreas y la isla amanece, cada día, peor comunicada. Puede que, para cuando el Govern reaccione, ya ni figure en los mapas y sea algo así como el Árbol de Teneré, un lugar al que viajo muchísimo, porque tan sólo unos pocos sabemos de su existencia.

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martes, octubre 19

nótula

Hay en el pensamiento atrapado por la paradoja temporal -por su deslumbramiento- de la nostalgia, cierta forma involuntaria de perversión de la realidad -es decir, del lenguaje- que se contradice con el vigor inherente al eterno retorno de lo idéntico. El pensamiento abismal se paraliza y nace, entonces, el vértigo... Es ese aleteo -frenético- por no caer, lo que nos vuelve risibles y vulnerables. 

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lunes, octubre 18

La subasta nacionalista

La Telaraña en El Mundo.


No sé si felicitar a Eduardo Mendoza por su Planeta. Me aburre la monomanía obsesiva de la guerra civil, sus verdugos y víctimas, su danza eterna por estas tierras donde no pasa el tiempo, sino sólo se repite, como el ajo. Pero es lo normal, cuando el todo y las partes andan enfrentados y con la propia personalidad –la de cada cual- en quiebra; que no hay modo de analizar, con rigor, su relación, sus idas y venidas, su compañía entre forzosa y forzada, su áspero alzarse diario –como dos amantes gélidos- sin más almuerzo que la pesadilla de una noche, tristísima, que ya pasó y a la que no se espera. Pero quién sabe cómo se escribe el futuro.

No hay totalitarismo que no recoja el afán expansionista en algún lugar de su barbarie. Así, pues, Joan Laporta anda con un ojo puesto en Sandro Rosell y en lo que siempre hurtan los números propios (y los ajenos), y con el otro, de guiño en guiño, buscándole aliados, en Baleares y Valencia, a su quimera de unos países catalanes libres y soberanos en pleno vacío. O flotando en la nada.

Podría ahora citar al PNV –otro rancio nacionalismo- y su ardor, entre mercantil y lingüístico, para que se aprueben unos presupuestos en los que nadie cree. O eso parece. Prefiero, en cambio, revisar a fondo mi correo, no sea que la OCB me haya nombrado miembro honorífico de sus aguerridas huestes sin siquiera avisarme ni arrendarme las ganancias. Ya sería el colmo.

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sábado, octubre 16

La presa número nueve

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Munar acabará en prisión tras el juicio sobre el caso Maquillaje?


Sí. Quizá la debacle, el naufragio y la caída fatal –al igual que el destierro del paraíso, como de los espaciosos y bien ventilados áticos del poder y del lujo, hacia los sótanos asfixiantes del enrejado retorcido por el óxido, la humedad chirriante y el diseño rácano de las claraboyas minimalistas- no puedan considerarse un viaje sin retorno ni un éxodo fulminante. Tampoco son un castigo eterno o una maldición divina. Nada de eso. Es mucho más fácil entenderlos –y asumirlos- como el resultado lógico y merecido de un proceso lento de degradación y podredumbre, de corrupción revolcándose en sí misma con tanto sentimiento de culpa como de impotencia, de ceguera como de soberbia, con tanta presión íntima de la voluntad y de la razón, mutiladas, como de la inercia y el vértigo patológicos. Un extraño desembarco, con visos ciertos de catástrofe pero también de aprendizaje necesario, en el siempre tortuoso devenir de la vida, esa lección que ha de aprenderse –y que, sin embargo, no se aprende nunca del todo- con esfuerzo y buena caligrafía. No sé si con sudor ni si con lágrimas. Quizá con sangre. Seguro que con decoro.

Pero sólo estamos, como casi siempre, en la maraña de las diligencias previas, en la antesala nerviosa de los autos, las cábalas, los pliegues de cargos, las citaciones, las alegaciones. El preludio tormentoso de la melodía, cuando la orquesta empieza a afinar sus vientos y ni siquiera el público, pese a los murmullos, ha tomado aún asiento en las butacas de la expectación o la indiferencia. Aquí los palmeros, allá los bufones y cómplices, más acá la suite de los invitados, la mampara de los testigos, el estrado solemne de las togas y, al fondo, la mirada fría -y quizá vidriosa- de una María Antonia Munar envuelta, definitivamente, en sí misma y en sus circunstancias, sobre todo en sus circunstancias. Ella sabrá cuáles son. O debiera saberlo.

Con todo, el espectáculo que se avecina promete emociones fuertes y hasta pasiones encontradas. La actual petición del fiscal de seis años de cárcel –al menos en este arranque de la Operación Maquillaje; primero, pero, quizá, no último, porque con el paso del tiempo, podrían añadírsele otras causas y no, por cierto, menores: habrá que estar atentos- no constituye ningún brindis al sol. Parece que la justicia, al fin, ha decidido hacer honor a su nombre y obrar en consecuencia. Ya era hora.

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viernes, octubre 15

La cuarentena del frío

La Telaraña en El Mundo.


No sé dónde se agota la realidad; si en nuestra capacidad de asombro o de indiferencia, si en la fatiga ante lo indescifrable o en el hartazgo final de casi todo, el trabajo y los días, las horas de rutina o creación, la cuarentena del frío y el abrigo de la ternura, el silencio, la risa y hasta el vaivén cómplice de la amistad… ¿Por qué no decirlo?

La amistad tiene buena prensa, pero no deja, a veces, de convertirse en algo despótico y voluble. En algo que, además, suele fallarnos cuando más nos urge. Pero no siempre. Todo cuanto amamos anida en algún lugar esquivo y arriesgado; similar, acaso, al filo terrible –entre la luz y la sombra, perpetuas- de «Gliese 581g», un planeta situado más allá de Orión, el brillo de los rayos C –nivel C de catalán, claro- y la oscuridad de la puerta de Tannhäuser, que descubrió, no la UIB, como hubiéramos preferido, sino unos astrónomos de la Universidad de California y el Instituto Carnegie de Washington. Un lugar inalcanzable pero poético, excitante, quizá sagrado.

Mientras tanto, acabo de recibir el aviso de que el Partido de la Libertad Individual (P-Lib) sigue mis nótulas en Twitter, nada menos. Será que ya no estoy para según qué trotes, pero yo me afiliaría a ese, o cualquier otro grupo afín, si me demostrasen que sólo aspiran, de veras, a culminarse en sí mismos y entonces, éticamente, a desaparecer como por ensalmo. De libertad, sin duda.

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lunes, octubre 11

La ciudad y los perros

La Telaraña en El Mundo.


Nada es, tan sólo, cómo empieza o acaba –que esos estados virtuales son idénticos para todos- sino, más bien, cómo transcurre y es vivido, cómo se desarrolla, crece y decrece, se dilata y demora en el tiempo, se ramifica y divide, se pierde y encuentra, se queda a solas con su desnudez, su duda, asombro y misterio para entonces, en algún lugar incierto del tránsito, dejar, incluso, de observarse –el ombligo, pero también el horizonte, esas trampas comunes- para saberse uno y único, uno y todos. Uno y nadie.

Escribí lo anterior tras alegrarme, de veras, con la concesión a Vargas Llosa del Nobel de Literatura. Recordé, luego, a Juan Ramón, Aleixandre, Márquez, Cela y Paz, sus antecesores en el mayor reconocimiento posible a la lengua española. Todos ellos tienen, al menos, esos dos o tres libros imprescindibles que cambiaron, de algún modo, mi vida, pero no son los únicos. Otros muchos autores bailan ahora, conmigo, del todo ajenos al azar caprichoso –o político- de esa distinción. La propia vida es mucho más valiosa.

Por estos pagos, sin embargo, los remolinos son otros y los puntos de referencia parecen robados de algún manual, tipo Willy Toledo, de autoayuda. El Bloc le exige al Parlament que manifieste que el catalán es la lengua propia de Baleares. No les basta con la realidad. Necesitan, además, oficializarla. No sé si sentir vergüenza o risa. Mejor me quedo con la indiferencia.

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sábado, octubre 9

Verdea, que no es poco…

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Está de acuerdo con la frase de Antich de que 'nuestra economía ya repunta'?

Sí. Aunque todo depende, y mucho, de cómo se mire. Hablar de economía –esa árida ciencia a la que dediqué varios años intentando, sin ningún éxito, atravesar el enorme desierto que, a modo de zanja o cauce infinito de un río muerto, separa la realidad colectiva de la individual- acaba siempre resultando un ejercicio de retórica, un decantarse por la maraña oscura del todo, ese abstracto anónimo, sin apenas demorarse en la fragilidad o fortaleza de las partes, una mirada, con ribetes científicos y orlas siempre pretéritas, que se diluye entre los daños colaterales del espejismo de los grandes números, el dibujo quebrado de los diagramas, el espectro tullido de las previsiones y el alud, más o menos optimista, fúnebre o aséptico, de la fría estadística contra la soledad esencial del que examina el pequeño balance de su pequeña cuenta corriente y no acaba de verlo nada claro, sino clarísimo, en inexorable regresión, tres, dos, uno, cero, y ahora, ¿qué? Los números rojos o, en el mejor de los casos, los créditos, las hipotecas inversas, el celo forzoso del desprendimiento y la renuncia. Quizá la euforia inicial del ascetismo. O la lujuria de la nada.

Por eso, si Antich –y no Carles Manera- dice que «la economía ya repunta» hay que saber entender, con ánimo metafórico, qué es lo que, en realidad, nos quiere decir. Parece obvio. La economía –su sarpullido de brotes hacia el verde- repunta, sí, y anda irritada y se despereza y quizá hasta patee, harta, muy harta, de su largo encierro en el vientre negro y asfixiante de la crisis. Pero no es seguro que ese parto venga con un pan suficiente para todos. O quizá sí.

De todas formas, los hay que no tienen –ni por asomo- problema alguno. La economía de la OCB, por ejemplo, nunca fue tan boyante como lo es ahora. Muchísimos cargos del Bloc -y, en especial, de UM- han vivido, paradójicamente, una crisis que ya quisieran haber padecido nuestros bolsillos. La noche exhibe sus cuchillos pero no raja igual a unos que a otros. Por eso decía, al principio, que todo depende de cómo se mire. Yo creo, con Antich, que la economía empieza a cambiar de ciclo, que ya es hora de ir afinando los instrumentos aunque la pista de baile siga, aún, vacía. Y que algún año de estos volverá a sonar la música aunque en esa fiesta no habrá tenido nada que ver, por supuesto, la inexistente, por absurda, política del Govern.

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viernes, octubre 8

Las ruedas del saber

La Telaraña en El Mundo.

Está el ciclismo tan revuelto con la sangre, en cuarentena, de Alberto Contador, que uno no acaba de creerse ni la mitad de adjetivos que le llueven a la entrañable bicicleta, cuando deja de ser lo que es –en esencia, un artefacto que rueda cuesta abajo con mucha más facilidad que cuesta arriba- y la convierten en el ejemplo de la movilidad sostenible y ecológica, la salud vial (por entre el lodo brumoso del tráfico a motor) y el remedio mágico contra la asfixia fría y áspera, como de metal sin pulir, del capitalismo.

Los hay que nos quisieran de uniforme, la belleza en el espíritu y no en el aspecto físico, marcándole las costuras a un enorme pelotón marcial en ruta hacia las fábricas, oficinas y colegios.

Será por eso que el Stei-i, un sindicato que ha hecho de la educación su propio traje Mao -o Zhongshan-, convoca a todo el sistema docente a salir, la semana próxima, a darse la gran vuelta por los carriles de Palma con la vista fija en los axiomas del GOB y parte de la UIB, que es una forma de hacer turismo cultural sin rondar los peligros reales del saber, sino lo contrario. Un engaño. Nada que ver, pues, con el éxito de los padres del C.P. Son Caliu que han logrado que las clases de matemáticas de sus hijos de 5º de Primaria se impartan, al fin, en castellano y no en catalán, como parece ser de ley en esta isla donde anidan 160 lenguas y una sola es la verdadera. Enhorabuena.

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lunes, octubre 4

Nadie se va del todo

La Telaraña en El Mundo.


El viernes me llamó Marcos Torío para recabar mi opinión sobre Miguel Ángel Velasco. Por fortuna, no cae fulminado un gran poeta, como él, todos los días. Ni falta que hace. Pero la verdad es no le pude decir mucho. Sólo llegué a hablar con Velasco una vez y resultó un diálogo cortés, pero baldío, repleto de lugares comunes y quizá, con alguna que otra vieja reticencia mutua –ignoro si racional- flotando en el aire. O quizá no. En realidad, uno sólo puede hablar de lo que conoce. O callar para siempre, que es otra forma de engarzar las cuentas pendientes del lenguaje.

Luego recordé que recién nos habíamos cruzado en Olmos. Parecía, como de costumbre, la reencarnación de algún personaje del "Buffalo Bill's Wild West", con su enorme melena encrespada y su llamativa ropa de rodeo, sin duda intelectual, pero también físico.

La poesía balear está de luto. O eso dirán los que creen que existe una poesía balear –o dos, por la lengua- y otra cántabra, por ejemplo. No es así. Miro hacia el futuro –digamos que a través de Facebook- y me encuentro con el milagro de amistades perdidas en el espacio y el tiempo, que ahora reaparecen. Percibo su eco. Abro «La miel salvaje» y leo: “Y al llegar a la bóveda del ojo, /con la presión de un pétalo encendido, /levantará su párpado esa rosa /hambrienta de la luz. Y estarás ciego”. Nadie se va nunca del todo. Ya no lo ves, pero su voz se queda. Y resuena.

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sábado, octubre 2

La prueba del algodón

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo *: ¿Cree que los fiscales tienen interés político en proteger a Munar del caso Can Domenge?


No. Tan sólo acaba de empezar Octubre, que es un mes de barricadas y revoluciones, de vientos fríos y cielos ajironados, de árboles casi desnudos y acaso tullidos, de aceras repletas de charcos y de caracoles en estampida, y no logro alejar de mi vista el revuelo sesgado y lento, pero acaso inevitable, como si fuera el presagio de una tormenta, de los negros nubarrones del llamado caso Can Domenge, con la sombra ambigua, solemne y, a la vez, trivial, de María Antonia Munar desplegando toda su mediática oscuridad por entre la maraña administrativa, política y coyuntural de jueces, abogados y fiscales. Sobre todo, fiscales.

Pero lo cierto es que Carrau y Horrach no son, por lo visto, como el fiscal jefe de Baleares, Bartomeu Barceló. Lo suyo no es fotografiarse en posición genuflexa ante una Munar, del todo entregada, casi que en éxtasis, a su delicioso papel de princesa intocable, de diosa altiva, de diva distante, pero también, y sólo si procede, generosa –qué duda cabe- y condescendiente. No. Lo suyo tampoco es perpetrar, al menos en público y que nosotros sepamos, unos ripios laudatorios a la ciclópea humanidad del afamado e incombustible editor y mecenas Pedro Serra. No son rapsodas ni quieren emular a Asurancetúrix. Lo suyo es otra cosa.

Les cuadra mucho mejor el talante de un personaje bíblico como Poncio Pilatos, un tipo que nunca nos cayó mal de todo, porque unas manos limpias, casi despellejadas por el agua gélida, el filo del nerviosismo, la balanza de la indecisión o el estallido del asombro, no bastan para condenar a nadie. Ellos se lavan las manos y encomiendan su espíritu –aquí, en realidad, algo mucho más prosaico y hasta tangible- a su superior en Madrid, Antonio Salinas, con la certeza de que cuando parecen estar en juego intereses de índole superior -y desconocida-, lo mejor es apartarse a tiempo y dejar correr los expedientes. Que vuelen por otras instancias, que recorran otras órbitas. Que surquen otras esferas. Y que vuelvan con el sello, con el timbre, con la firma oficial y hasta con la venda de algodón esculpida en sus costuras. A mí no me parece mal, sino todo lo contrario. El hecho nos confirmará, por ejemplo, que Matas y Munar no merecen el mismo trato –cosa que ya suponíamos- y que, si hay suerte, acabaremos sabiendo, para siempre, de qué pie cojean, si cojean, las alturas de la Justicia en España. Nada menos.



* Los duendes de la imprenta cambiaron el titular. Son cosas que pasan;-)

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viernes, octubre 1

El simulacro de huelga

La Telaraña en El Mundo.


No sé muy bien qué sostiene la sociedad. No sé si es el miedo, el humor o la inteligencia, si la inercia, la voluntad o la dejadez. Puede que sea un poco por todo y que esa argamasa invisible, que nos une a la vez que nos separa, cuaje como si fuera una milagrosa sustancia elástica (y entrometida) que por mucho que se deforme –y nos encanta sacarla de quicio- siempre acaba volviendo a ser como era, la metáfora de un mundo que se despereza y retumba con igual fuerza que se encoge, luego, y enmudece. Quizá esté durmiendo.

Pero los días bajan tan rápidos, entre eufemismos y aparatosas connivencias, que uno ha de hacer acrobacias para ver lo que ocurre alrededor sin echarse a reír, aunque sólo sea, quizás, por no llorar.

No es mala hora, pues, para auscultar el simulacro de huelga general, ese globo sonda que ni gobierno ni sindicatos inflaron demasiado, no fuera a estallarles en las narices, y que en Palma acabó con un surreal atasco de tráfico entre dos grupitos sin más luces de posición que sus banderas: rojas, negras, esteladas o de la República que nunca fue. Pero, aun así, entre liberados sindicales –su número es un secreto, y una vergüenza, de Estado-, piquetes del 4º Reich y voceros de los partidos políticos, lo único obvio es que nadie representa a quien dice representar. Viven de nuestros impuestos y ejercen el sucio juego de someter la realidad a sus antojos. Así cualquiera.

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