LA TELARAÑA: Composición de lugar

lunes, septiembre 6

Composición de lugar

La Telaraña en El Mundo.


Coquetear en exceso, aunque sólo sea hasta donde nos lo permite el pudor, con alguna que otra idea propia es una gran suerte que, sin embargo, puede acarrear, de vez en cuando, algún riesgo inesperado: quizá la posibilidad indeseada de algún malentendido perturbador y erróneo, el estropicio siempre molesto de la etiqueta fácil y gratuita y, también, en no pocas ocasiones, la rémora inútil, pero terca y exasperante, de los juicios a priori. Estar en contra de unos no significa estar a favor de los otros, sus presuntos adversarios. Pero tampoco lo contrario. Esa dialéctica carece de síntesis, de valor y hasta de sentido.

Hace tiempo que sé que la tierra de uno suele ser una especie de tierra de nadie donde se arremolina el polvo de las ideas, las huellas de su búsqueda, los restos del naufragio que acompañan su más que difícil captura y la posterior catarsis de su doma. Su ardua digestión, esa cirugía silenciosa, lenta y casi invisible.

Estoy hablando de ideas. Es decir, de algo contradictorio y también cambiante. Quizá etéreo, pero de apariencia firme. Variable. Puede que tormentoso. De algo leve y voraz que busca la armonía sin acabar de encontrarla nunca. De algo que no tiene fin. O quizá sí. De algo que concluye, como hoy esta columna, con la inquietud de no haber citado, aparentemente, a nadie y, a la vez, con la extraña certeza de haber aludido a casi todo el mundo. O eso espero.

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