LA TELARAÑA: Cinismo y extravío

sábado, septiembre 25

Cinismo y extravío

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Font tendría que haber dimitido también como diputado tras dejar la portavocía del Consell?

Sí. La verdad es que nunca me he sentido cómodo entre las arriesgadas revueltas éticas –ese funambulismo que se pretende de altura o de cátedra, pero que acontece a ras de suelo, o aún más abajo, en las cloacas del raciocinio- que siempre se acaban revelando cuando intentamos discernir, con solemne y calculada afectación, entre todo aquello cuanto hacemos, decimos hacer o, tan sólo, decimos. Coinciden en ese lugar, tan escurridizo como incierto, infinitas contradicciones y trampas retóricas, no pocos estragos lógicos y sinsentidos, un aire siniestro y pueril a prevaricación intelectual, a descarga de responsabilidades, a vanidad, evasión asistida, fuga, ardid, artificio, a recurrente afán de supervivencia. A miseria. A nada.

Con todo, no podemos obviar la íntima exigencia –higiénica, aunque cruel- de encarar la realidad como si fuera un espejo. Algo paradójicamente profundo y, a la vez, impenetrable, unidimensional, gélido, quizá vacío. Un lugar resplandeciente, y acaso definitivo, donde nos encontramos a nosotros mismos; a veces, recién alzados, casi vírgenes o quizá renacidos, pero siempre con las ojeras taciturnas del sueño y los deseos vencidos –o de su pesadilla- y el pelo revuelto; a veces, agotados y con el tatuaje indeleble de la edad en el rostro, el peso arrugado del silencio en las comisuras de los labios, la noche áspera de los tiempos en el brillo enigmático, y turbio, de la mirada. O algo así. Las imágenes tétricas no dependen tan sólo de lo que las palabras muestren, sino de lo que cada uno pueda ver en ellas. Quiera. O no quiera.

Es por ello, que hablar de un profesional de la política y un asiduo de las imputaciones –que, según la Viquipèdia, tiene el bachiller y, seguro, que también el nivel C de catalán- como Jaume Font, resulta un ejercicio impagable de extravío y cinismo, un pretexto perfecto para ponerse el mundo y el lenguaje –con sus matices, metáforas y elipsis- por montera y acabar delirando hasta triturar todas las reglas gramaticales y mezclar asertos con acertijos, dimisiones totales con dimisiones a la carta, futuros imperfectos con el acabose último de quien se aferra a cualquier silogismo para continuar, al menos hasta mayo, cobrando de unos u otros, pero cobrando. Después, quién sabe. Quizá Melià o algún otro saldo nacionalista. No importa, porque siempre le quedará la apuesta segura de la OCB. Qué menos.

Etiquetas: