LA TELARAÑA: Las cartas electrónicas

lunes, agosto 30

Las cartas electrónicas

La Telaraña en El Mundo.

Los que tuvimos la costumbre -y también la pasión o el humor- de escribir dos, y hasta tres, cartas diarias sabemos que las distancias existen de verdad, que hay un espacio más o menos físico y doloroso entre nosotros y las personas que van, sucesivamente, perfilando nuestro paisaje afectivo, intelectual o social. Por eso, cuando me tropiezo con un cartero –aunque ya no sea fácil reconocerles en Palma- revivo el temblor que sus abultadas sacas me producían; la decepción, cuando pasaban de largo y de vacío, o la mezcla de júbilo e incertidumbre, cuando me entregaban algún sobre arrugado y me lo quedaba mirando como si su matasellos fuera un tesoro. Lo era, aunque igual no contuviera lo que deseaba. Qué importa eso.

Ahora, salvo algún paquete con libros, ya no recibo nunca cartas. Sólo facturas, extractos bancarios, estúpidos avisos oficiales y un montón de propaganda. Muy poca cosa memorable. Quizá nada.

Será que nuestros buzones ya no están en los vestíbulos de las viviendas sino en la bandeja de entrada de algún programa informático. En el ordenador. Por eso, en vez de epístolas labradas a base de sudor y enmiendas, ahora envío y recibo, de continuo, emails, casi sin reparar en que la mayoría sólo me ofrecen viagra, cialis, inversiones esotéricas en casinos de lujo virtual y clases de cirílico, mandarín y hasta de catalán a través de Skype. Qué paciencia hay que tener, por Dios.

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