LA TELARAÑA: agosto 2010

lunes, agosto 30

Las cartas electrónicas

La Telaraña en El Mundo.

Los que tuvimos la costumbre -y también la pasión o el humor- de escribir dos, y hasta tres, cartas diarias sabemos que las distancias existen de verdad, que hay un espacio más o menos físico y doloroso entre nosotros y las personas que van, sucesivamente, perfilando nuestro paisaje afectivo, intelectual o social. Por eso, cuando me tropiezo con un cartero –aunque ya no sea fácil reconocerles en Palma- revivo el temblor que sus abultadas sacas me producían; la decepción, cuando pasaban de largo y de vacío, o la mezcla de júbilo e incertidumbre, cuando me entregaban algún sobre arrugado y me lo quedaba mirando como si su matasellos fuera un tesoro. Lo era, aunque igual no contuviera lo que deseaba. Qué importa eso.

Ahora, salvo algún paquete con libros, ya no recibo nunca cartas. Sólo facturas, extractos bancarios, estúpidos avisos oficiales y un montón de propaganda. Muy poca cosa memorable. Quizá nada.

Será que nuestros buzones ya no están en los vestíbulos de las viviendas sino en la bandeja de entrada de algún programa informático. En el ordenador. Por eso, en vez de epístolas labradas a base de sudor y enmiendas, ahora envío y recibo, de continuo, emails, casi sin reparar en que la mayoría sólo me ofrecen viagra, cialis, inversiones esotéricas en casinos de lujo virtual y clases de cirílico, mandarín y hasta de catalán a través de Skype. Qué paciencia hay que tener, por Dios.

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sábado, agosto 28

Jugando a Mafia II

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Debe llamar la Fiscalía a Lliteres tras ser acusado por los argentinos de organizar la compra de votos para UM?

No. Resulta obvio que a Josep Lliteres siempre se le dieron muy bien las relaciones públicas. Si no fuera así no entenderíamos que un simple profesor de bachillerato en el Colegio San Pere de Palma fuera, también, presidente de una Asociación de Vecinos del Molinar y, a la vez, de la Federación de AAVV de Palma, para convertirse, de pronto, en jefe administrativo de la empresa pública en la Conserjería de Agricultura (el IBABSA) y, luego, aunque sólo como si por descuido o por no descabalgarse de la farándula, ascender a Director Insular de Cultura del Consell de Mallorca, primero, a Director de Relaciones Institucionales del CIM, con Munar, después, y, finalmente, a Director general de Calidad Ambiental –nada menos- del Govern Balear, con Antich.

Sin duda, se trata de todo un rosario de cargos ubicados y esparcidos –es un por decir- en el más florido, disperso y alfombrado de los vacíos, la cómoda ruta retórica de la nada, el filo vertiginoso del tránsito sin más brújula que el vértigo, la rotación sideral de momios, canonjías y sinecuras (disculpen la reiteración de sinónimos, pero la ocasión los exigía) o, al fin y a la postre, la insoportable levedad burocrática de no ser más que un montón de palabras zurcidas a toda prisa y hasta con desgana, que hay entierro y hay que vestir, por igual, al muerto como a los invitados. O algo así.

Sea como fuere, tantas direcciones y jefaturas sucesivas, disfrutadas y, se supone, que apuradas al máximo, no pueden ser ninguna casualidad. Ello nos permite abstraernos de las peculiaridades singulares del personaje en cuestión para sumergirnos en las del ambiente político donde casos así son la norma y no la excepción, lugares repletos de pactos, compromisos y rupturas, de alianzas y traiciones de género –no sé si ideológico, de sexo, lengua, territorio o, quizá, peculio-, sitios en tierra de nadie con la voluntad de todos en almoneda, y la mierda, con perdón, flotando mejor que el corcho repujado, la madera apolillada o las burbujas legislativas. Es en ese ambiente tórrido donde el fiscal ha de pasar lista. Ocuparse de Lliteres sería una pérdida de tiempo, una maniobra de distracción, un entremés prescindible. Pero ahora he de dejarles. Estoy en mitad de una partida del videojuego Mafia II y me da que si no espabilo van a volver a acabar conmigo. Como siempre. Esto de la estrategia no es mi fuerte.

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viernes, agosto 27

De llamas y espejismos

La Telaraña en El Mundo.

Hace ya mucho tiempo que quisimos cambiar el mundo. Podría jurarlo –y eso no suelo hacerlo con ligereza- porque lo recuerdo perfectamente, bajo una extraña luz espectral y, también, con una sonrisa ambigua, casi propia, como de ayer mismo o de hoy o de mañana. El tiempo juega con nosotros pero acaba siendo nuestro mejor aliado en la Caja de Pandora de la memoria. Será que no olvidamos éxitos ni fracasos, esa mezcla de intentos fallidos y catástrofes, instantes de gloria y éxtasis, derrotas sin rendición o victorias sin jolgorio. Nada se consuma nunca ni en un sentido ni en otro. No hay síntesis, sólo revuelta, dispersión y caos.

Pero es cierto que el mundo nos cambió mientras lo cambiábamos sin darnos cuenta. Por eso, cuando leo sobre un incendio y unos hippies en Ibiza, rememoro mis viajes a la isla blanca con la certeza de que nunca existieron los hippies, que sólo fueron un sueño que tuvimos, una pesadilla de la que hubo que despertar para no convertirnos, como otros muchos, en magníficos cadáveres. Ya conocen la frase de Ginsberg: «He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura». A eso me refiero.

Con todo, de aquella incierta efervescencia en llamas a esta absurda mediocridad de cada día –ahora, en la foto, Miquel Nadal corona a una Miss con la banda infame de los votos de pega- me sigo quedando con aquellos años de ingenua, pero necesaria, ebullición.

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martes, agosto 24

Ando buscando un enorme vacío…

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lunes, agosto 23

La policía litúrgica

La Telaraña en El Mundo.


A falta de noticias –ya saben que agosto es un mes diluido entre el ocio de unos, el trabajo a destajo de otros y la apatía general por lo que no sea el devenir perezoso del tiempo o lo que es lo mismo, el lento y sinuoso viaje de una gota de sudor desde la sien hasta el ombligo, que ahí el mundo, siempre, se acaba deteniendo-, el patio se regocija, ahora, con temas menores y folklóricos. Casi laxantes.

El regreso de las medusas y el animalismo ilustrado; Rusia convertida en una sauna donde se jalea el cambio climático como si fuera el nuevo icono ortodoxo de la fe en nada, quizá el origen de otra guerra fría; la pretemporada de un Real Mallorca en quiebra y desterrado, además, de Europa; o la gaseosa, huérfana de tinto, con que rebajar el cuerpo de una policía autonómica que antes todos exigían y ahora, como es lógico, sólo UM. Pero no. Que si la crisis, las competencias, los recursos, el azar obsceno del horóscopo o la lluvia meteórica de Las Perseidas. Cualquier cosa.

En realidad, esa impotencia es un alivio. La gran noticia del verano. Sólo faltaría que el perverso sueño nacionalista de una policía política nativa, bien adoctrinada por la OCB, por ejemplo, se sumara a la plaga de comisarios lingüísticos que ya padecemos sin esperanza alguna de que el enfermo mejore. Igual es que no hay fármacos contra el horror infeccioso del dogmatismo y la necedad. No lo sé, pero me lo temo.

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sábado, agosto 21

Votos, saldos, rebajas y abusos

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Es ilegítimo el Govern de Antich tras constatarse que UM logró tres diputados de forma fraudulenta?


Sí. Desde siempre, creíamos saber lo que vale un voto, pero ignorábamos, al menos con exactitud, cuál era su precio de mercado. Ahora ya lo sabemos. Cuando se juntan los que padecen la miseria con los miserables –que no son los mismos, sino los opuestos que se buscan, con ansiedad, para aniquilarse en cuanto dejen de serse, mutuamente, útiles- se suele producir la entente cordial. Ochenta euros por un voto. O un puesto de trabajo de Emaya. Una gerencia en la Fundación Illesport. Un contrato en el Imfof. La algarabía de las casas nacionales foráneas en la casa nacional mallorquina, en sus patios y jardines fraudulentos, en sus muros y extramuros, en sus mazmorras, en su ubicua cloaca y en la constitución final del Parlamento y, así, del Gobierno Balear. La nauseabunda topografía del mercado.

Es lo que pasa al distinguir entre el valor y el precio de las cosas. Uno se sorprende cuando deja caer la papeleta en la urna y recae, luego, en el valor añadido de cuatro años de poder contable en las arcas de la comunidad, en los saldos y rebajas de los presupuestos y subvenciones, en el kit sadomasoquista de vara y mando, sumisión y docilidad. Es el poder, su precio y su coste, su legitimidad en el filo de las balanzas y en la puja a mano alzada de la usura. ¿Dónde si no?

Ya lo dijo, en Julio de 1976, Jorge Luis Borges: «Para mí la democracia es un abuso de la estadística. Y además no creo que tenga ningún valor. ¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayoría de la gente? Yo diría que no; entonces ¿por qué suponer que la mayoría de la gente entiende de política? La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas, que por lo general son los políticos nacionales. Estos señores que van desparramando su retrato, haciendo promesas, a veces amenazas, sobornando, en suma. Para mí ser político es uno de los oficios más tristes del ser humano. Esto no lo digo contra ningún político en particular. Digo en general, que una persona que trate de hacerse popular a todos parece singularmente no tener vergüenza. El político en sí no me inspira ningún respeto. Como político.» Lástima que tanta lucidez sólo sirviera, a efectos prácticos, para privarle de un Premio Nobel, que muy pocos merecieron tanto como él, pero que él no quiso comprar. Aún hay cosas que no tienen precio. Menos mal.

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viernes, agosto 20

El color de la aguanieve

La Telaraña en El Mundo.



Al final, de tan conocido, el paisaje se diluye como aguanieve. Es lo que tiene permanecer en un sitio demasiado tiempo y recorrer las mismas calles con la esperanza de que sean otras. No lo son. Es algo tan inútil como salir de noche a buscar chinos. No los hay.

Me los encuentro, sin embargo, vendiendo zapatos de cartulina en bazares con luces de neón o invirtiendo fortunas en las tragaperras con el desapego que da usar un dinero que parece salir de un fondo común. Son muy raros estos chinos. Son muchos, pero siempre son el mismo y acaban diluyéndose de tanto repetirse. Como la aguanieve. Jamás les oí hablar catalán. Será que las dictaduras lingüísticas no van con ellos o que ya están muy escaldados como para ocuparse, ahora, por los desvaríos de los fanáticos de alguna lengua menor.

Donde sí los veo, a veces, es junto a las ruinas del Palacio de Congresos, esa obra lenta –que a Grosske le da pavor y no nos extraña- donde nunca pasa nada y hasta el polvo gravita sin inmutarse, como si una niebla ancestral hubiera tomado el lugar para protegerlo de males mayores. Quizá esa quietud les convoca, tan dados, como son, a la contemplación –y al vacío, aun en obras- pese a que no sea de noche y haga un calor de mil demonios. A ver si se enteran Ordinas y Roca. Los chinos no están tan pálidos porque salgan, sólo, de anochecida, sino porque ese es su color natural. Tenue, como la aguanieve.

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lunes, agosto 16

Delirios de grandeza

La Telaraña en El Mundo.


Es obvio que muchos de los turistas que nos visitan no están, aún, a la altura de la nueva e insigne Alejandría –esa Acrópolis de civismo, ecología, solemnidad religiosa y progresismo, todo a la vez- que Margarita Nájera tiene planeada para la Bahía de Palma. Parecen ser, más bien, los inquilinos perfectos de una Sodoma o Gomorra bíblicas, donde la única plaga son ellos y la maldición, nuestro ancestral servilismo.

Así, los que no se lanzan -ebrios de una sobredosis de química letal y vertiginosa, más allá de la gravedad, el aguardiente o el éxtasis- desde los balcones de los hoteles al frío pavimento de los patios y, de allí, a los hospitales o a los féretros, se enzarzan en tumultuosas peleas moteras donde la estética es la primera damnificada, pero no la última.

Está la memoria. Yo también fui joven e ingenuo y tuve, en mi habitación, el póster de una Harley, brillante y fatal, hermosa. Por eso duele reencontrarse con estos bárbaros, que traicionaron el viaje iniciático de los nómadas y su sueño libertario, para convertirse en grotescos actores de una vulgar reyerta urbana, donde lo único cierto son los ajustes de cuentas, las cabezas rapadas, las esvásticas, los tatuajes y la inteligencia cero, encerrada, como una losa, en un calcetín maloliente. Pero esto es lo que hay y todo lo demás, en especial los planes de Nájera, son sólo delirios de grandeza. O grandes delirios, mejor.

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sábado, agosto 14

Voluntad de exterminio

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Está de acuerdo con el informe de EEUU que dice que se vulneran los derechos lingüísticos en Baleares?



Sí. Aunque algunos lo ignoren –o lo nieguen, como hacen los nacionalistas, Esquerra, PSM, PSIB o, incluso, algunos sectores del PP, muy celosos ellos de que otros husmeen en nuestras pocilgas privadas- lo cierto es que a los EEUU, aunque sólo sea por ser la segunda nación, después de México y por sobre España, donde más hispanoparlantes existen, no se les puede negar que algún derecho –y no menor- les asiste a la hora de poder valorar la situación del español –o del castellano, que tanto me da- en las Islas. No en vano, suya es la polémica traducción al spanglish del Quijote de Cervantes, convirtiéndolo en un trabalenguas cultural de dudoso gusto pero muy audaz ingenio. Empieza así: In un placete de La Mancha of which nombre no quiero remembrearme, vivía, not so long ago, uno de esos gentlemen who always tienen una lanza in the rack, una buckler antigua, a skinny caballo y un grayhound para el chase. Más claro, agua.

A mí el spanglish –y lo digo con todo el respeto, gravedad e ironía posibles- me recuerda al inefable castellorquín de tantos y tantos mallorquines -con el Presidente Antich a la cabeza- cuando nos llega la hora difícil, pero solemne, de hablar en público y dejar constancia de nuestra compleja idiosincrasia, del todo híbrida, contaminada, mixta y, desde luego, bilingüe. Lo veo, pues, como una señal de identidad propia, tal como el acento andaluz de los andaluces, el solfeo rancio de los manchegos o, también, el deje musical y casi lascivo de los canarios. Hay un castellano –o un español, que tanto me da- para todos, con sus peculiaridades y exotismos, sus métricas resbaladizas y sus acordes medio rotos y quizá escaldados, su gramática colgando de las greñas de un tupé y su letra herida desde el pozo sin fondo de los siglos hasta nuestros días y mucho más allá, por supuesto.

Con todo, las críticas del Departamento de Estado americano se quedan cortas. Aquí no se vulneran los derechos de los castellanoparlantes; aquí, directamente, se nos impide utilizar una lengua, de las dos que tenemos, en las relaciones, por ejemplo, con la Administración. Aquí no hay quién estudie en castellano. Aquí no existes para la UIB ni para el mundo del arte ni para liturgia bastarda de las subvenciones, que llaman culturales y son sólo lingüísticas, si no hablas en catalán puro y duro. Aquí no hay discriminación, sino exterminio. Zerstörung.

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viernes, agosto 13

Paisaje veraniego

La Telaraña en El Mundo.



El espectáculo está en la calle. Por ejemplo, en el desfile eterno de las mujeres que pasean su humanidad demoledora, sus curvas asombrosas y la piel infinita de un refrescante tornado, que me digo yo, y en el de los hombres, que vamos exhibiendo las pantorrillas, los bíceps, los tríceps o los resignados michelines, que me dice una amiga, y yo que me la creo, porque la realidad es como es y no es lícito prohibirla ni buscarle fisuras a las diferencias hormonales cuando se trata de admirar el territorio ajeno –el cuerpo- que cada cual ocupa, al menos, con la vista, a falta de otras ocupaciones que no trataré en esta columna.

O quizá sí. La Babel de las mil lenguas –inglés, español, alemán, francés, no sé si ruso, italiano, polaco, chino, quizá catalán- se retuerce bajo la locura arremolinada de sus torreones, sus escaleras de caracol ávido de lluvia, su palmito de arrabal y avenida, su perfil a contraluz, su sexo de bengala encendida, para siempre, en mitad del calor y el naufragio, en un paraíso que quisiéramos ubicuo, sin suerte.

Así, en otro lugar muy próximo, en el siniestro légamo de la realidad oficial, con la lengua convertida en una franquicia y un peaje, la belleza de los cuerpos se pierde, prostituida, entre las rejas de la inmersión lingüística. Con el rubor de sabernos proscritos nos queda, tan sólo, un cierto orgullo que, por supuesto, no vamos a enarbolar. Faltaría más.

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lunes, agosto 9

Disección del vacío

La Telaraña en El Mundo.



Mientras el Gobierno de España –ese pleonasmo, cuña publicitaria u oxímoron- nos regala, vía recibo de la luz, una bombilla ecológica para hacernos, tal vez, las veladas más tenues y menos precisas, el Govern local –sin eufemismos, ese absurdo- se dedica a tomar nota puntual de la hoja de ruta que le marca la OCB en su viaje a ninguna parte, salvo al derroche y la controversia.

O quizá a la hipnosis y la abducción. Me refiero a la sucesiva entrega, por parte de La Obra –primero a Armengol, luego a Calvo y, después, a Antich, sin olvidar las reuniones menores, pero significativas, con Nanda Ramon o Rosa Barceló- de su plan urgente de medidas legislativas en favor de la lengua catalana en las Islas. La situación es digna de estudio.

Para ello, quizá habría que colocar los encuentros, su cronología, la sonrisa cómplice de todos y hasta el dispositivo portátil que están repartiendo -con la lengua como llave única de no se sabe bien qué tesoro- bajo la atenta mirada de algún egregio cirujano del espíritu –alguien muy científico, al menos- para diseccionar de dónde proviene la fascinación, la patología y la servidumbre de nuestros gobernantes hacia esa ficción, esa unidad de destino y ese lugar sin lugar propio, al que llaman Países Catalanes y no sé yo si debieran llamarle el nuevo reino transversal de la autarquía, el asilo de los iletrados o la última letrina de los parias sin patria.

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sábado, agosto 7

La ruta de los prodigios

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Cree que el Consell debe financiar una ruta guiada sobre la represión franquista?



Sí. Ya conocen la máxima, tan desfigurada y ambigua como manoseada y vacía de sentido, que asegura que la materia –y sus variables conceptuales, la energía, el universo en expansión o en recesión e, incluso, los imprevisibles y siempre subjetivos estados de ánimo, por ejemplo- no se crean ni se destruyen –qué va- sino sólo se transforman. No sé yo. Tengo ante mis ojos –y cuido muy mucho de no parpadear para no romper el hechizo y quedarme a ciegas- la curiosa imagen de un imán levitando sobre una pieza de cerámica mezclada con cobre. Parece que ciertas aleaciones crean metales extraños donde la mecánica cuántica y la mecánica gravitacional enloquecen, literalmente, y no alcanzan a explicar el por qué físico, la razón visible o el motivo alquímico de algunos prodigios. No conozco nada más prodigioso que la dinámica social, económica, política, lingüística, urbanística y, sobre todo, patafísica del Consell de Mallorca.

Por ello, y porque a los prodigios no podemos medirlos con el rasero de la lógica, sino, mucho mejor, con el fluctuante arrebato del asombro y la perplejidad, no me extraña un ápice que, al igual que a esos metales extraños de los que les hablé, también al Consell se le disparen las costuras y aquí le salga un roto y allá un descosido, un agujero negro o un orgasmo de muchos protones. Ya sabemos que se les pasó, en principio, el arroz meloso y crepitante de los grandes pelotazos urbanísticos. Que ya agotaron el presupuesto y también el crédito. Que su tesorería está a punto de licuarse, estupefacta, entre los números rojos de las expropiaciones y las facturas pendientes de un pasado tan cuajado de promesas como huérfano de hechos. Que ataban, como dijo Miquel Rosselló, los perros con longanizas y que, ahora, se han quedado sin perros y sin longanizas. Se las comieron los perros.

Ante una situación así, próxima la hora de la evacuación y el desahucio, sólo les queda insistir hasta donde les alcancen las fuerzas –es decir, el dinero de bolsillo, esos millones que siempre se apartan- con los últimos tópicos que tan felices les hicieron. Por un lado, la lengua, la subvención pestilente de la OCB y por el otro, la memoria histórica, el vía crucis de la represión franquista a través de las rutas guiadas y el homenaje permanente a las fuerzas vivas –o muertas- de una República que existió, creo, hace más de setenta años. Es fantástico.

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viernes, agosto 6

El monumento al turista

La Telaraña en El Mundo.


El futuro es un lugar etéreo que siempre acaba pareciéndose al pasado. Algo así como un círculo, que se cierra porque está en su naturaleza hacerlo. O quizá no. Tampoco sé si está en la nuestra reincidir en la terquedad de reinterpretarnos, una vez y otra, para salirle al paso a un porvenir que no acaba de llegar nunca. Quizá sí.

¿Conocen «Second Life»? Es la simulación gráfica de un mundo en el que podemos jugar a ser otros. Eso está bien. Lo malo es que también ahí, como en la vida, hay límites: la tecnología y la frágil credibilidad de las apariencias, por ejemplo. No extraña, pues, que tras varias partidas nos diluyamos en una diáspora de sombras solitarias, un cónclave roto de píxeles en ruinas. La exhibición del deseo resulta siempre un atentado contra el pudor y la razón. Pero hay cosas que ya no interesan a casi nadie.

Con todo, ver y escuchar a Margarita Nájera repensando –en trance- sobre nuestros hábitos, o replanteándoselos, es un gran espectáculo. Algo inenarrable, que le debemos al video, tipo «Open Sim», con que el Consorcio Playa de Palma nos mostró cómo será la zona dentro de diez años. No la reconocerá nadie. ¡Un destino de emisiones cero con un monumento al turista! Nada menos. Ya sólo falta saber si se refieren al turista desconocido o a ese otro, tan conocido, que fallece cada año –pero regresa- tras un agotador botellón de sol, arena y aguardiente a espuertas.

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lunes, agosto 2

El botellón legislativo

La Telaraña en El Mundo.



Mientras Cort legisla contra el ubicuo botellón y, de paso, contra cualquier concentración que pueda ser molesta, todas las fuerzas políticas –reunidas con gran alboroto, no sé si punible- intentan olvidar, cuanto antes, esta legislatura y afrontar la próxima. En ese lugar demorado (en el tiempo y el concepto) se encuentran como en su casa, igual que el pus en un quiste. Sin duda, es un lugar maloliente, donde la globalización –ese maná bíblico- se resquebraja antes, siquiera, de haber cuajado; de cada una de sus grietas brota un nacionalismo, un esqueje partidista, un nuevo aliento feudal y mezquino.

Con todo, no sé de qué se puede escribir en Agosto sin recaer en lo ya dicho. Todos decimos muchas cosas, quizá porque es más fácil extraer conclusiones de la realidad visible del universo que hurgar, con acierto, en su esencia oculta. Pero no es la hora de perderse en un laberinto. Ahora toca reconocerse perdido en un lugar desconocido. Quizá en un no-lugar o en un lugar en ninguna parte. Eso creo que no lo dije.

Pero el lugar es el mismo para todos. Y el hedor y la infección y la llaga. Es un lugar compartido. O un lugar común, donde lo extraordinario es empeñarse en seguir tejiendo y destejiendo el mundo, cuando lo normal sería hacerlo todo trizas y quedarse en silencio para siempre. No tenemos remedio. O quizá sí. Y esa duda terrible es la que, en definitiva, nos acaba salvando.

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