LA TELARAÑA: Los despachos de la corrupción

sábado, julio 24

Los despachos de la corrupción

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿El veto europeo del Mallorca es una venganza de Villar?



Sí. Quizá la historia del fútbol español sea como el descenso acelerado de una bola de nieve por las laderas del despilfarro y la especulación, una caricatura en blanco y negro –perdidos, ya hace tiempo, los colores del pudor o la vergüenza- del narcisismo más desmedido, el corolario final de todos los pelotazos suntuarios, la coronación del palco, y sus aledaños, como templo sagrado –siempre mesiánico y político pero, también, exhibicionista- del peor de los mercadeos, el que juega con las ilusiones ajenas para someterlas a una puja de intenciones donde nada es lo que parece y lo que brilla nunca es oro, sino la pátina resbaladiza de la codicia en la retina de unos pocos, los que hacen y deshacen, los que venden victorias y fabrican, con ellas, identidades, banderías, grotescas unidades de destino en lo universal y en lo particular; en definitiva, una enorme cloaca donde la sola aparición centelleante de la inteligencia o, en su defecto, de la cultura –ese sucedáneo- sería, no ya un imposible, sino un insulto. Podría provocar un cataclismo.

Pero hay más. La nomenclatura sectaria del poder tiene forma piramidal. El Real Mallorca es sólo una pieza ínfima de un engranaje mayor que tiene en la RFEF y la UEFA sus órganos decisorios. Así, Ángel María Villar y Michel Platini son quienes reparten, a discreción, una inimaginable cantidad de dinero que va y viene, vuelve y revuelve, se multiplica, evapora o renace, en una tortuosa sucesión de fastos, eventos, reuniones, comités y comisiones que parecen al margen de cualquier ley internacional; de hecho, se rigen por leyes propias que mutan y se retuercen según sean las necesidades recaudatorias. Y ese no es un capricho menor, sino absoluto, totalitario. El nacionalismo del dinero, la patria territorial de la plusvalía. Algo así como un impuesto revolucionario, con más de impuesto que de revolución, por supuesto.

En estas, pues, al Mallorca le ha caído la sorpresa de ser excluido de un torneo para el que había ganado plaza en buena lid, sobre el verde césped y a base de esfuerzo y buen juego. Lástima que las grandes batallas parezcan dirimirse en otros tapetes. Ahí los tahúres juegan con sus cartas marcadas a la luz vacilante de la usura. Y ya podrá Serra Ferrer apelar a la justicia ordinaria o, más aún, a la divina. Lo que se pierde en los despachos de la corrupción no lo restituye ni Dios. Qué asco.

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