LA TELARAÑA: La resignación al poder

sábado, julio 10

La resignación al poder

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree usted que Baleares 'no va tan mal' como dice el presidente Francesc Antich?



Sí. Hay frases que, de tan oblicuas, contradictorias y absurdas, acaban, sin remisión, por cautivarnos. El «no va tan mal» de Francesc Antich como resumen final, pero no definitivo, qué va, de tres interminables años de legislatura convulsa, instalada en la precariedad ética, en las amistades peligrosas y en la perversidad contable, lingüística e histórica de los pactos, en el movimiento sísmico continuo y progresivo del deterioro institucional, en la soledad del corredor de fondo que agotó sus reservas y empieza a notar cómo le zumban los oídos, le palpita, como un tambor de hojalata y sangre hirviendo, el pecho y le empieza a faltar el aire, nos parece una de las conclusiones más realistas y pragmáticas –el galimatías, al fin resuelto, de la asfixia- de quien sabe que no tiene nada que perder porque ya lo perdió todo y sólo espera que un golpe de azar o suerte, un milagro o una repentina iluminación, quizá devastadora –¿hace falta recordar el 11M?- le enderece el rumbo, refuerce el ánimo y le devuelva, tal vez, las curvas voluptuosas -¡pero tan frágiles!- de una gran sonrisa póstuma. Todo un rosario de intenciones en tan sólo cuatro palabras. Pura economía de guerra. Es decir, de escasez física y de miseria ideológica.

Pero hay más. Las frases que, por su estructura, niegan una negación, o un estado negativo, además de decir lo que dicen, se sumergen, también, en el subterráneo reino de los eufemismos con voluntad afirmativa y así alcanzan, incluso, a decir lo que no dicen, apuntando, dislocadas, hacia lo que querrían decir, para acabar, sin embargo y por desgracia, por no decir nada. Nada de nada. Un arabesco sonoro y gutural, un regüeldo que no necesita palmada alguna en la espalda para ser reparado ni celebrado, un guiño a la resignación general, que es uno de esos lugares comunes que no debieran de visitarse nunca. Jamás.

Pero ya ven. Antich adora los experimentos silábicos, le van las maniobras lingüísticas, le motivan los cánticos y le ponen las sardanas. Escucharle es verle maniobrar más allá de los márgenes de la realidad, flotando en el aire de todos y nadie, ajeno a cualquier punto de apoyo o referencia, cruzada o no, con la realidad. Pero, aun así, tiene razón. Las cosas no van tan mal porque, todavía, pueden ir peor y porque sabemos que las leyes de Murphy, más aún que los augures del pulpo Paul, siempre se acaban cumpliendo.

Etiquetas: