LA TELARAÑA: La obsesión de prohibir

viernes, julio 30

La obsesión de prohibir

La Telaraña en El Mundo.



El toro poliédrico de la realidad –igual que en el Guernica de Picasso- alza su monumental cornamenta y mira al cielo como si pudiera huir de la lluvia de fuego que cae, incansable, sobre una tierra repleta de cadáveres y alaridos, de sirenas aullando, de muerte derramada, repetida, atronadora. Pero no puede huir, porque no hay más evasión que la propia muerte entornando sus puertas como quien cierra los párpados y se deja llevar por el más pesado de los sueños.

Parece que cuando no se sabe cómo mejorar las cosas se tiende a mutilarlas y empobrecerlas; a dejarlas, tiritando, en el arcón de los imposibles. Mal asunto. Así, la fiebre prohibicionista de estos días, plagados de políticos tan tercos como necios, ni es nueva ni presagia nada bueno. Es la evidencia, quizá, de que la democracia funciona pero es, también, la prueba final de que la inteligencia y la libertad no suelen estar del lado de la estadística, sino al contrario. Debe de existir, para ellas, algún lugar del que ni siquiera podemos hablar, aunque lo intentamos. Que conste.

Mientras tanto, han caído los circos con fieras domadas en Palma y la fiesta taurina en Cataluña. Ambos eventos me resultan tan ajenos que perder el tiempo prohibiéndolos me parece tan inútil como aplaudir la llegada de Terrassa a IB3, sin saber si permitirá el doblaje al castellano del cine de la cadena. Como si nos las quiere pasar en chino, vaya.

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