LA TELARAÑA: julio 2010

sábado, julio 31

La lobotomía del precio justo

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el espectacular incremento patrimonial de Munar en 2006 se debe a Can Domenge?



Sí. Mientras escribo estas líneas, María Antonia Munar y Miquel Nadal andan, de nuevo, enfrascados en el habitual baño de multitudes –el glamur y el marujeo, siempre de la mano- que representa su ingrata e inacabable, por el momento, tarea de declarar en los juzgados sobre el extraño caso del solar de Can Domenge y la genialidad, sin apenas precedentes, de atreverse a presentar ante la opinión pública como verosímil, legítima, ejemplar o, al menos, qué menos, procedente, su rocambolesca, tortuosa y delirante adjudicación mediante concurso público, por parte del Consell, al asombroso precio de la mitad de su valor de mercado. Tanta generosidad financiera fascina, abruma, da grima o escandaliza. No sé yo. Treinta millones de euros en vez de sesenta. Menudo desfase, vaya lobotomía del precio justo, qué ganga, qué saldo, qué plusvalía, qué raro.

O no tanto. Las guerras territoriales, con su red de pequeñas escaramuzas y sus viejos pretextos, siempre económicos y rastreros, coloniales, domésticos, se acaban cuando te crees, al fin, el dueño –o la dueña- del mundo. Es, entonces, cuando desaparecen las precauciones para con la quisquillosa legalidad o el qué dirán de las apariencias y se cae de lleno en la suficiencia suicida de quien se siente impune desde las vertiginosas alturas de un poder omnívoro, que traga con todo o casi todo: con la grava y el carbón, con las leyes de la oferta y la demanda, con la lógica y la ética, con la usura, la vergüenza y el buen juicio ante las cosas del medir, del contar, del pesar o del dividir, que tanta importancia debieran tener –y tienen- en una economía que mezcla lo privado y lo público con la única obligación de arrojar algún saldo positivo en alguna parte, en alguna cuenta corriente, en algún bolsillo. ¿Misión cumplida? Seguro que sí.

Ahora viene el llanto y el chirriar de dientes. La noche de los cuchillos largos y los flashes cegadores. El lento viaje a través del desfiladero del descrédito, la infamia, la revelación obscena de la condición humana, la codicia, la soledad del corredor de fondo con la oscuridad alrededor y un más que dudoso futuro al frente, ese lugar casi invisible, inquietante, atemorizador, quizá horrible. Suerte tenemos que, al menos, nos queda Hacienda para ir desvelando las cuentas sumergidas, el dinero marcado, el rastro furtivo de la chapuza. Hacienda, sí. Quién nos lo iba a decir.

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viernes, julio 30

La obsesión de prohibir

La Telaraña en El Mundo.



El toro poliédrico de la realidad –igual que en el Guernica de Picasso- alza su monumental cornamenta y mira al cielo como si pudiera huir de la lluvia de fuego que cae, incansable, sobre una tierra repleta de cadáveres y alaridos, de sirenas aullando, de muerte derramada, repetida, atronadora. Pero no puede huir, porque no hay más evasión que la propia muerte entornando sus puertas como quien cierra los párpados y se deja llevar por el más pesado de los sueños.

Parece que cuando no se sabe cómo mejorar las cosas se tiende a mutilarlas y empobrecerlas; a dejarlas, tiritando, en el arcón de los imposibles. Mal asunto. Así, la fiebre prohibicionista de estos días, plagados de políticos tan tercos como necios, ni es nueva ni presagia nada bueno. Es la evidencia, quizá, de que la democracia funciona pero es, también, la prueba final de que la inteligencia y la libertad no suelen estar del lado de la estadística, sino al contrario. Debe de existir, para ellas, algún lugar del que ni siquiera podemos hablar, aunque lo intentamos. Que conste.

Mientras tanto, han caído los circos con fieras domadas en Palma y la fiesta taurina en Cataluña. Ambos eventos me resultan tan ajenos que perder el tiempo prohibiéndolos me parece tan inútil como aplaudir la llegada de Terrassa a IB3, sin saber si permitirá el doblaje al castellano del cine de la cadena. Como si nos las quiere pasar en chino, vaya.

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lunes, julio 26

La lengua es el troyano

La Telaraña en El Mundo.



No sé si sabrán que está circulando –y a velocidad de vértigo- un nuevo virus informático capaz de ejecutar su rutina infecciosa a través de cualquier dispositivo de quita y pon –es decir, a través de un simple pen- sin que el usuario se entere de nada hasta que ya es demasiado tarde y tiene el ordenador repleto de espías, de fauna repelente y de flora apestosa. Hasta aquí la realidad, pero no toda. Existe una versión insular de este troyano.

La está repartiendo, con el lema de “La llengua és la clau”, la incorrupta OCB –todo un ejemplo de lo que moviliza el dinero si a uno se lo regalan a espuertas- mediante un dispositivo USB con forma de llave que, primero, recibió Francina Armengol y, luego, Rosa Barceló, directora de Política Lingüística –hay políticas que nos remiten a la tortuosa época del Gulag-, conteniendo, al parecer, el catálogo de medidas que se deben aplicar –y que, de seguro, además, se aplicarán- durante el año que aún le resta a esta interminable legislatura. Seguro que después ya no quedará nada salvo las ruinas de la inteligencia. O algo peor. El desastre de una cultura manipulada.

Para rematar la faena, el COFUC y el Govern han editado una guía básica de conversación sanitaria en catalán. Les prometo que la próxima vez que vaya al médico les contaré cómo me leyó el diagnóstico, con qué acento y con qué dicción. Sin olvidarme de la ortografía de la receta, claro.

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sábado, julio 24

Los despachos de la corrupción

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿El veto europeo del Mallorca es una venganza de Villar?



Sí. Quizá la historia del fútbol español sea como el descenso acelerado de una bola de nieve por las laderas del despilfarro y la especulación, una caricatura en blanco y negro –perdidos, ya hace tiempo, los colores del pudor o la vergüenza- del narcisismo más desmedido, el corolario final de todos los pelotazos suntuarios, la coronación del palco, y sus aledaños, como templo sagrado –siempre mesiánico y político pero, también, exhibicionista- del peor de los mercadeos, el que juega con las ilusiones ajenas para someterlas a una puja de intenciones donde nada es lo que parece y lo que brilla nunca es oro, sino la pátina resbaladiza de la codicia en la retina de unos pocos, los que hacen y deshacen, los que venden victorias y fabrican, con ellas, identidades, banderías, grotescas unidades de destino en lo universal y en lo particular; en definitiva, una enorme cloaca donde la sola aparición centelleante de la inteligencia o, en su defecto, de la cultura –ese sucedáneo- sería, no ya un imposible, sino un insulto. Podría provocar un cataclismo.

Pero hay más. La nomenclatura sectaria del poder tiene forma piramidal. El Real Mallorca es sólo una pieza ínfima de un engranaje mayor que tiene en la RFEF y la UEFA sus órganos decisorios. Así, Ángel María Villar y Michel Platini son quienes reparten, a discreción, una inimaginable cantidad de dinero que va y viene, vuelve y revuelve, se multiplica, evapora o renace, en una tortuosa sucesión de fastos, eventos, reuniones, comités y comisiones que parecen al margen de cualquier ley internacional; de hecho, se rigen por leyes propias que mutan y se retuercen según sean las necesidades recaudatorias. Y ese no es un capricho menor, sino absoluto, totalitario. El nacionalismo del dinero, la patria territorial de la plusvalía. Algo así como un impuesto revolucionario, con más de impuesto que de revolución, por supuesto.

En estas, pues, al Mallorca le ha caído la sorpresa de ser excluido de un torneo para el que había ganado plaza en buena lid, sobre el verde césped y a base de esfuerzo y buen juego. Lástima que las grandes batallas parezcan dirimirse en otros tapetes. Ahí los tahúres juegan con sus cartas marcadas a la luz vacilante de la usura. Y ya podrá Serra Ferrer apelar a la justicia ordinaria o, más aún, a la divina. Lo que se pierde en los despachos de la corrupción no lo restituye ni Dios. Qué asco.

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viernes, julio 23

La paradoja publicitaria

La Telaraña en El Mundo.



Parece que este calor espesa las ideas -sobre todo, las ideas nacionalistas, que son hijas de la grava desleída y la vanidad territorial-, poco antes de licuarlas. Y no hay nada peor que una idea grumosa a la deriva, dejándolo todo perdido, convirtiendo las palabras en cháchara y las imágenes en vaho, en bruma, en nada. No extraña, pues, que vencidos por esta ciénaga, nos dé, encima, por encaramarnos a alguno de los temas recurrentes que escapan, incluso, a las frondosas barreras de la proximidad o la lejanía, esa línea, franja, abismo o trinchera –esos entes imaginarios- que otros colocan, por nosotros, donde les place. Siempre en mal sitio o en lugar inoportuno.

Pasa en IB3 –en su televisión y radio, tan suyas como poco nuestras- con la nueva forma de censura que consiste en empezar los noticiarios con el recursivo calor como primera noticia local y el Estatut de Cataluña como única cuestión nacional. Luego ya sólo queda tiempo para el rugido mudo de la audiencia y el clic impaciente del zapeo.

Otrosí. He dejado que mi blog sucumbiera a la tentación remunerada de la publicidad, contextualizada según contenido, de Google. Al paso que voy, quizá en Agosto reciba un cheque de unos dos euros. Vaya éxito. Pero, como contrapartida, siempre tengo el ubicuo enlace del bufete de abogados Montis encabezando, paradójico y seductor, mis textos. No hay mal que por bien no venga. O viceversa.

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lunes, julio 19

Los grandes números

La Telaraña en El Mundo.



El futuro no está muy lejos, sino muy cerca, en este instante que ya pasó y en este que le sigue sin apenas rozarlo. Quizá por ello, hurgar en las encuestas es como revolver un nido de avispas. Tiene su peligro, porque la miel puede ser tóxica y las picaduras duelen, pero también su encanto, su dosis de relativismo y travesura, su colofón o desenlace de parodia. Liquidar la realidad a base de tantos por cientos es tan simple como efectivo. Vamos de uno en uno -o eso creo- pero, todos juntos, acabamos sometiéndonos a la implacable ley de los grandes números.

Esa mezcla de ciencia ficción y fatalismo es la que me obliga a repasar sus gráficos de colores con forma de tarta de cumpleaños ávida de ser troceada, bien por unos o por otros. Por todos, aunque cada cual lo haga a su manera.

Así, por ejemplo, resulta ilustrativo comparar los porcentajes de quienes nunca, jamás –o eso dicen, ahora- votarían a este o aquel partido, e ir desplegando sus siglas en la escalera que va desde los infiernos irreconciliables del desprecio absoluto al limbo, más o menos espectral y tibio, de la indiferencia: UM, PSM-EN, IU, UPyD, PP y PSIB. Parece que a este repóquer de cartas marcadas le sobra un ejemplar virgen. Que yo sepa, UPyD aún no ha hecho nada para ser incluido en las selectas listas de la aversión popular. Será que la gente toca de oídas y así nos resuena, de maltrecha, la voz. Cuánto chirrido.

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sábado, julio 17

(In)oportunidad de un traslado

La respuesta al debate los sábados en El Mundo: ¿Cree que el traslado del delegado de Hacienda en Baleares se debe a las exigencias de Munar?



Sí. En la última película sobre Sherlock Holmes –un arriesgado e infiel, pero vigoroso y efectista, ejercicio de funambulismo visual protagonizado por Robert Downey Jr. y Jude Law- la realidad se descompone, a cada instante, entre los efectos especiales de la memoria y los de la imaginación. Lo que vemos es también lo que no vemos y hasta lo que creemos ver. Las imágenes, así, se suceden en nuestras retinas desafiando las leyes naturales de la gravedad, la inercia y el tiempo, acelerándose a la velocidad del vértigo, cuando les place, o quedando, de repente, como suspendidas y paralizadas en mitad del aire, sin más explicación que la indefinible vorágine de un espejismo intentando ajustarse al guión, más o menos razonable, de los hechos y a la necesaria trama de la verdad, esa curiosa síntesis que tanto nos reconforta, aunque sospechemos –y esa certeza nos duela- que no existe. No, al menos, de manera única o irrefutable. Inequívoca.

Este preámbulo –que deseamos enmarcado en una nube, quizá victoriana, pero más actual que nunca, de crímenes y delitos, de policías y delincuentes, de detectives, jueces y fiscales, de pipas de opio y también de humeantes pesadillas- nos ha permitido acercarnos a la realidad como si fuera ficción y viceversa. No hay otra forma de acercarse a la realidad. No, desde luego, cuando los delitos a investigar requieren abrirla en canal y desbrozar hasta sus entrañas. No, sobre todo, cuando las tramas subterráneas de la corrupción han esparcido su podredumbre hasta la propia médula de las cosas y la infección es ya un nauseabundo tumor, quizá incurable, pero aún, o eso queremos creer, extirpable.

Llegamos, pues, al sospechoso e inoportuno traslado de Raúl Burillo, pieza clave y determinante, demoledora, contra la corrupción en las Islas, desde su privilegiada, pero peligrosa, atalaya en la Delegación de Hacienda, hacia no se sabe dónde. Quizá a más altas misiones. O quizá al destierro. Mientras tanto, supongo que Munar –y toda su banda y todas las otras bandas que no son la suya, aunque, a veces, las confundamos, porque todas las bandas acaban siendo, siempre, la misma banda- respirará, al fin, un poco más tranquila. Está bien. Que apure todo el oxígeno que quede entre la grava y el carbón como entre la mansedumbre de unos y el peaje servil de otros. Que respire lo que pueda, mientras pueda. No se lo tendremos en cuenta.

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viernes, julio 16

el beso y el burka

La Telaraña en El Mundo.



Al final, tanta alegría y sofoco, tanta ansiedad y euforia, tanto éxito, en definitiva, lentamente demorado a lo largo de un mes interminable, tanta incredulidad puesta en tela de juicio una y mil veces –pero, también, tanto rifirrafe en las cavernas de IB3 o tanto resentimiento y mezquindad en la tribu nacionalista, aunque su eco suene al rumor tullido de unas pocas vuvuzelas amplificadas artificialmente, y sigan estando, como siempre, en fragante y ridículo fuera de juego-, se resume en un solo beso a la vista de todos, en su sabor fugaz pero eterno, en su exhibición hormonal, en su lógica impecable más allá de las palabras y hasta del propio lenguaje. ¡Para qué hablar cuando un gesto puede decirlo todo! Me refiero al beso de Iker a Sara. Y casi que todo lo demás, al menos a estas alturas, ya sobra.

Sobra, por ejemplo, el debate que se le ha ocurrido plantear a UM -será que no tienen nada mejor que hacer ni otra cosa en qué pensar- sobre la prohibición del uso público del velo integral, el burka y el niqab, en Palma.

No sé cuántos burkas habrá encontrado esta gente, merodeando por aquí, con su enrejado de pánico, su luto de muerte o su esclavitud de soledad y silencio. Yo no he visto ninguno. Será que quieren crear un problema donde aún no lo hay. O que intentan evitar la tentación de ponerse uno por si, cuando los tribunales fijen sus sentencias, les da por ahí. Todo es posible.

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lunes, julio 12

Nación y chirigota

La Telaraña en El Mundo.



Con los símbolos hay que andar con cuidado, con pudor y reservas, sin euforia ni obsesiones excesivas, con una fe mínima y acaso descreída, sin proselitismos, pero también sin complejos. Por eso, espero que hoy Carod-Rovira tenga un problema mayúsculo con esa marea de banderas españolas que, a su parecer, de eso se queja, arrinconan a la inefable senyera de sus delirios nacionalistas por toda Cataluña. O casi toda.

Lo digo porque ignoro –a la hora en que escribo estas líneas- si España es la vencedora del Mundial de Fútbol. Eso deseo, claro, sin entender que a nadie pueda ofenderle la alegría general, el surrealista desmadre colectivo y la exhibición, más o menos torera, pero inocente, de tanta insignia patria. Sólo los excluyentes se suelen sentir excluidos. A los demás el tema nos importa muy poco. En realidad, nada.

Hay cosas mucho más desagradables que varios millones de banderas al aire. Por ejemplo, observar la foto, previa al simulacro de manifestación contra el Tribunal Constitucional del viernes por la tarde, en la que Jaume Mateu, el gurú de la OCB, posaba con toda la izquierda nacionalista (sic) balear. Es curioso, el que más sonreía era Mateu. Los demás, Llauger, Barceló, Lladó y compañía, transmitían el discreto encanto del que paga y subvenciona, sin límites, con la única intención de salir, al fin, en la foto. ¿Somos una nación? Por supuesto. Pero también un chiste.

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domingo, julio 11

CAMPEONES!!!!!!!


(Foto Marca)


La Fiesta en Palma


Foto de Jordi Avellà.

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sábado, julio 10

La resignación al poder

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree usted que Baleares 'no va tan mal' como dice el presidente Francesc Antich?



Sí. Hay frases que, de tan oblicuas, contradictorias y absurdas, acaban, sin remisión, por cautivarnos. El «no va tan mal» de Francesc Antich como resumen final, pero no definitivo, qué va, de tres interminables años de legislatura convulsa, instalada en la precariedad ética, en las amistades peligrosas y en la perversidad contable, lingüística e histórica de los pactos, en el movimiento sísmico continuo y progresivo del deterioro institucional, en la soledad del corredor de fondo que agotó sus reservas y empieza a notar cómo le zumban los oídos, le palpita, como un tambor de hojalata y sangre hirviendo, el pecho y le empieza a faltar el aire, nos parece una de las conclusiones más realistas y pragmáticas –el galimatías, al fin resuelto, de la asfixia- de quien sabe que no tiene nada que perder porque ya lo perdió todo y sólo espera que un golpe de azar o suerte, un milagro o una repentina iluminación, quizá devastadora –¿hace falta recordar el 11M?- le enderece el rumbo, refuerce el ánimo y le devuelva, tal vez, las curvas voluptuosas -¡pero tan frágiles!- de una gran sonrisa póstuma. Todo un rosario de intenciones en tan sólo cuatro palabras. Pura economía de guerra. Es decir, de escasez física y de miseria ideológica.

Pero hay más. Las frases que, por su estructura, niegan una negación, o un estado negativo, además de decir lo que dicen, se sumergen, también, en el subterráneo reino de los eufemismos con voluntad afirmativa y así alcanzan, incluso, a decir lo que no dicen, apuntando, dislocadas, hacia lo que querrían decir, para acabar, sin embargo y por desgracia, por no decir nada. Nada de nada. Un arabesco sonoro y gutural, un regüeldo que no necesita palmada alguna en la espalda para ser reparado ni celebrado, un guiño a la resignación general, que es uno de esos lugares comunes que no debieran de visitarse nunca. Jamás.

Pero ya ven. Antich adora los experimentos silábicos, le van las maniobras lingüísticas, le motivan los cánticos y le ponen las sardanas. Escucharle es verle maniobrar más allá de los márgenes de la realidad, flotando en el aire de todos y nadie, ajeno a cualquier punto de apoyo o referencia, cruzada o no, con la realidad. Pero, aun así, tiene razón. Las cosas no van tan mal porque, todavía, pueden ir peor y porque sabemos que las leyes de Murphy, más aún que los augures del pulpo Paul, siempre se acaban cumpliendo.

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viernes, julio 9

«Panem et circenses»

La Telaraña en El Mundo.



La web del Lobby per la Independència –gloriosa muestra de cloaca digital sin más estiércol que su acritud y nula visibilidad- se llenó el miércoles de banderas, primero, alemanas y, luego, tras la victoria hispana, holandesas, para ilustrar, así, su arcaica fobia antiespañola. La confusión de esta gente es de órdago, y no es que no tengan quien les escriba, sino al contrario. Será por eso que airean banderas ajenas como si con ellas pudiera vestirse a algo más que a un fantasma a través de los pasillos vacíos de la soledad, pero no. Sus fantasmas van tan desnudos, de ideas, como ellos mismos.

Mientras tanto, en la calle, los cánticos avanzaban –como cantos rodados- hacia la Plaza de las Tortugas, la cálida comunión de la alegría, el elixir de la euforia, la prueba de que los momentos excepcionales sólo se viven muy de vez en cuando y que pueden demorarse toda una vida y a veces más. A veces, nunca llegan.

Por eso me sorprendió Oriol Pujol, portavoz de CIU en el Congreso, echándole un pulso a la historia con la queja de que a “su selección” no la dejaban jugar. ¿Qué selección es esa? ¿Qué país? ¿Qué nación? ¿Cuál? Porque la que le paga sueldo y dietas es la misma que el domingo, si hay suerte, puede convertirse en campeona del mundo. Y es que las crisis, aunque con pan y circo metafóricos, no mejoran, tampoco empeoran. Con payasos como estos, sin embargo, se tiñen, además, de luto.

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lunes, julio 5

Autopsia a plena luz

La Telaraña en El Mundo.



El espacio es reducido, pero las distancias, sin embargo, parecen enormes y hasta insalvables, como si estuviéramos confinados en una especie de laberinto con las salidas bloqueadas y la brújula enloquecida. Sólo percibimos ciertos rumores que no sabemos de dónde vienen, acaso de universos a los que nunca podremos acceder aunque sean, como sospechamos, idénticos al nuestro. Será por eso, que deambulamos insomnes como si conociésemos a todo el mundo y todos, a la vez, nos conociesen. En realidad, no es así. Ni por asomo.

En estos pensamientos andaba, ayer, repasando el denso catálogo de nombres y rostros que desfilan estos días, a la fuerza –pero, también, algunos, porque se lo ganaron a pulso- por la estrecha, pero inmensa y mediática, pasarela que conduce a los juzgados, a los interrogatorios y las fianzas, al cadalso de la exposición pública y, en todo caso, y más allá de la sentencia final, al centro mismo del ojo del huracán.

Se me escapó una sonrisa al comprobar que, aunque en Palma sea un axioma de fe que todos nos conocemos, no fui capaz de ubicar a ninguno de los imputados. Ni siquiera a uno. Será que no conozco a nadie, pensé entonces. Y no sé si sentí alivio o si me venció un estupor antiguo. Quizá debiera preguntarme en qué mundo vivo, pero ya respondí a la cuestión en el primer párrafo de estas líneas. En uno tan idéntico al de los demás como distinto, aislado y ajeno.

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sábado, julio 3

Los paraísos perdidos

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el Govern ha descuidado el mantenimiento de las playas emblemáticas de Baleares?



Sí. Escribir sobre las posibles, y hasta imposibles, variables y variantes del paraíso –y hay muchos tipos de paraísos en los que, siempre, parece empezar una vida mejor y, en cambio, lo que se inicia es sólo su pesadilla más o menos inaguantable, su ínfima parodia, su risible paradoja y acaso su ridículo, demoledor y trivial espejismo- es sólo embarcarse en una especulación enrevesadísima sobre los lugares perdidos y su complejo efecto psicológico, su estética rota, su gota de corrosivo ácido sulfúrico abriendo brecha –un enorme vacío pespunteado de dolor, inquietud y nostalgia- sobre lo que pudo ser y, sin embargo, no fue, sobre lo que quisimos alcanzar y no alcanzamos, sobre lo que, a fin de cuentas, creíamos tener en las manos y se nos escapó, como arena, como agua, como aire, por entre los dedos y la porosidad de la piel y de la consciencia como por entre las celosías del deseo, la identidad y el áspero enfrentarse, cada día, a ser mucho menos –seres menores, en definitiva- de lo que somos. Si es que somos.

Por eso –y si no por eso, por cualquier otra razón sin más importancia que su azar o su enigma- nunca me gustaron las playas, esa combinación de ocio y usura, de mar y tierra desafiándose a golpe de chiringuito y crema bronceadora, de sol cayendo a plomo y de agua rizada con la sal mutante de todas las permutaciones biológicas. Pero una cosa es mi gusto, o disgusto, personal y otra, del todo opuesta, la obligación del Govern –esa máquina empeñada en ser, tan sólo, un «sexador» lingüístico del censo electoral- de gestionar con eficacia los paradisíacos reclamos turísticos de que gozan las Islas, desde que las costas dejaron de ser lugares de asalto y de pesca para convertirse en saunas sociales o en invernaderos terapéuticos contra el estrés y la ciclotimia.

Así las cosas, no es de extrañar que la Playa de Palma parezca un estercolero y que los vecinos de Capdepera, por ejemplo, estén trinando contra la dejadez administrativa que acabará convirtiendo la selecta Playa de Cala Agulla en un abrupto acantilado sin más rumor que el de las piedras rodando y la espuma enfurecida contra los arrecifes. A este paso algún día iremos ahí –o a cualquier otra playa isleña- y nos encontraremos la gigantesca cabeza de la Estatua de la Libertad, degollada, por único y decorativo paisaje. Entonces sabremos que ya es tarde y que ya nada tiene remedio.

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viernes, julio 2

Los valores universales

La Telaraña en El Mundo.



Me leo un artículo, en Público, firmado por Francesc Antich –aunque supongo que no escrito por él, pese a su consonancia con el habitual discurso monótono, pedestre, iterativo y ajeno de nuestro muy ilustrado President o, en su defecto, de su más que conocida pluma negra, cuando les alcanza, como un rayo púrpura, la hora sombría de poner en orden la gramática, la dialéctica y, sobre todo, la retórica- con el enfático título de «Balears y los valores universales». Nada menos.

El desencanto llega cuando lo que se esconde tras una proposición de tanta altura –o quizá vértigo- es, tan sólo, con el Estatut como pretexto, una loa voraz del catalán como lengua universal, preferente, propia y hasta común –la fe siempre es inconstitucional, ya se sabe- y un repaso a las fuerzas vivas de su ideario: la ley de normalización, el voluntariado lingüístico, la campaña «Amb tú, en català» y el papel consultivo de la UIB en este tinglado. Para tanta monserga no hacía falta malgastar tantas palabras.

Pero siempre podremos buscar los valores universales en alguna otra parodia. Por ejemplo, en la que hoy mismo perpetrarán en Es Baluard los escritores «afterpops» -la etiqueta es suya y no pienso discutírsela- Fernández Porta y Fernández Mallo. Esto de escribir algunos libros de cierto éxito y acabar ejerciendo de disc-jockeys en un Museo no deja de tener su guasa. Y habrá que ver si, también, su arte.

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