LA TELARAÑA: Una mirada incrédula

lunes, junio 21

Una mirada incrédula

La Telaraña en El Mundo.


Hay en las ordenanzas, en su liturgia restrictiva, un simulacro de golpe sordo, un latigazo como de plomo líquido que abrasa y desgarra, pero que no nos destruye por completo, algo similar a una puñalada refinada, quizá la punción imperceptible de las agujas de un tatuaje que nos marca para siempre y que nos confirma, al cabo, como reos de un atentado continuo –no del todo sádico ni premeditado, pero sí cruel- contra esa parcela íntima en la que queremos ser tan sólo quienes somos y preservar, así, nuestros sueños y nuestra libertad. Nuestro propio ritmo.

La tarea es ya difícil, sino imposible. Por eso, cuando regresan eventos como el «Palma Thursday Night Fever» uno se alegra –pese a la insistencia hortera, ridícula e impropia de su nombre- y, a la vez, se entristece, porque hay dádivas que, aun siéndolo, no hacen sino revelar la existencia anterior, quizá inevitable, de una condena tan absurda como que los comercios tengan que abrir a horario reglado y no cuando su clientela los precise.

Pero así están las cosas. Las miro como si fueran nuevas y reconozco en ellas, sin nostalgia, un mundo antiguo, pero no muy lejano en el tiempo -ese tren que se aleja con su enjambre de verdad y pánico a partes iguales- y me digo que no importa si todo empeora si somos capaces, al menos, de mantener la mirada higiénica y transparente de quien decide, finalmente, no creer en nada. O en casi nada.

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