LA TELARAÑA: Sopa de letras con chanclas

sábado, junio 12

Sopa de letras con chanclas

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Maria Antònia Munar es la ‘M’ del pelotazo inmobiliario de Son Oms?



Sí. En plena era criptográfica –donde todos nuestros documentos acaban guardados, y así protegidos, nos dicen, en la nube de una Red Virtual que parece no estar en parte alguna, pero que presume de estar en todas: tanta ubicuidad me genera no poca incertidumbre, ingravidez, vértigo y el mayor de los recelos- resulta de un anacronismo bárbaro asociar las relaciones laborales de un bufete de prestigio a un catálogo sumarial de iniciales, a un amasijo tibio de letras, a un jeroglífico de palabras cruzadas donde se mezclan, tal vez, los nombres y apellidos de unas cuantas personas embarcadas en la actividad contable de repartirse el mundo, y si no el mundo, al menos, su parte del botín. Algo mucho más sencillo que resolver la Conjetura de Poincaré aunque, también, vistas las reticencias del matemático ruso Grigori Perelman a la hora de cobrar el premio, algo más rentable.

Pero de Jaime Montis –y de su natural excéntrico, con bermudas y chanclas- se puede esperar cualquier cosa. En realidad, ponerle una inicial cualquiera, una M, una M mayúscula y acaso malabar, magnífica, muda, maquiavélica, mercenaria y mundana, a la presunta Madre superiora de todos los apaños urbanísticos habidos, y por haber, en este archipiélago de islas medio sumergidas y reflotadas, revela mucho más que oculta, celebra y confiesa relaciones de afinidad y quizá de cariño, de confianza y apego, de cercanía, no sé si resignada o gozosa, pero qué importa eso; abre las puertas a la división exacta de las parcelas yuxtapuestas del deber y la responsabilidad compartidas, de la inversión y la plusvalía. La jerarquía democrática del pelotazo. Su gestión a escote, papel y lápiz. Qué le den a la informática, al “cloud computing”, a la Web 3.0 y a los mil nicks que carga el diablo tan sólo para confundirnos. O algo peor.

Nos encontramos, pues, ante la disyuntiva de otorgar –o no- a cada inicial el nombre que oculta. ¿B.V. de Bartomeu Vicens? ¿P.A.M. de Maximiliano Morales? ¿M. de Munar? ¿O de Montis? Habituado a descifrar los textos más complejos con el software más sofisticado me empieza a entrar cierto pavor metafórico al que no renunciaré así como así. Quede mi Sí en manos de Jueces, Fiscales y Haciendas, igual que siempre dejo en mis textos alguna que otra metáfora con la única intención de que sea el hipócrita lector –mi semejante, mi hermano- quien las interprete, si quiere.

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