LA TELARAÑA: La casa tomada

viernes, mayo 7

La casa tomada

La Telaraña en El Mundo.




Podría ya llevar unos días recorriendo en canoa las vías sumergidas del Metro –ahí debieran morar, de por vida, los especuladores que lo idearon y los que lo inauguraron-, pero las excursiones subterráneas me agobian con sus arcos triunfales de claustrofobia y sus goteras de luz y viento y finalmente de agua, agua sólida y turbia –quizá el reflejo de un lodazal superior en las alturas- que baja, revuelta y famélica, como una cascada de noticias inverosímiles o una sortija de ásperos rumores. La bisutería del desastre. O de la desazón.

Así que aquí me tienen. Varado en pleno torrente –como si en el parking de Isabel Alemany-, asistiendo al espectáculo globalizado de las quejas. Se queja el Bloc del funambulismo de Cardona. Joves per la Llengua de que Aina Cavo prefiera el folclore de la Feria de Abril al del Correllengua. Se queja Bauzá de Melià y viceversa. Vivir aquí tiene su aquel y también su aquello.

Pero no seamos tan catastrofistas. Vale que el paro ha crecido, que las deudas comunitarias aumentaron y que los bonsáis de la economía no parecen brotes verdes sino hongos mefíticos. Pero no todo se derrumba. La OCB sigue floreciendo al ritmo frenético de unas subvenciones que medran como la yedra salvaje sobre una mansión deshabitada. Esa casa ya no la vemos, porque la cubre un bosque de normalización lingüística y de asfixia, pero fue nuestra. Ya no lo es. Ahora es la casa tomada.

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