LA TELARAÑA: Bajo el signo del abandono

sábado, mayo 22

Bajo el signo del abandono

La respuesta a la pregunta del sábado en El Mundo: ¿Cree que los políticos que han reconocido la falta de mantenimiento del trazado del tren deben dimitir?

No. El dilema del gobierno es que no sabe qué hacer con la realidad. A ratos se la queda mirando –y puede que, espejismo o delirio, hasta crea verla- como si quisiera, con esa impertinencia tan propia de la ignorancia, pulverizarla, hacerla añicos, despeñarla por el terraplén de la basura y enterrarla en el cementerio nuclear de los deseos frustrados. Pero la realidad es otra cosa. No es un enemigo al que haya que combatir hasta el exterminio ni, tampoco, un fiel aliado en el que se pueda confiar sin poner nada de nuestra parte. Es otra cosa. Y es la mirada que intenta entenderla, aunque no lo consiga, la que debiera disolverse y evaporarse para lograr, así, penetrarla y participar, al menos de refilón, de alguno de sus misterios. No son tantos ni tan complejos.

Por eso, lo que debiera calificar la gestión de un gobierno no es su concepción ideológica del universo, su talante, esa metafísica gestual y retórica –en la que el lenguaje es sólo un signo más y no el más importante- con que siempre resulta fácil y, más aún, cómodo, envolver cualquier liturgia maniquea –esta o aquella, la que fuere- y hasta pretender vendérnosla. Tampoco importan sus declaraciones, más o menos conceptuales y enfáticas, sobre cómo organizar la realidad, su decrepitud o su bullicio, pulir sus contornos, limar sus asperezas o incluso mejorarla… ¡Mejorar la realidad! Ah, ese viejo sueño. Pero no. Todo ese oropel es sólo el simbolismo obsceno de una representación, el caprichoso atavío de una solemne puesta en escena, la proyección de un sueño –es decir, de una pesadilla- sobre el manto siempre virgen pero, también, promiscuo y fértil, de la realidad. Su textura, en apariencia compleja, precisa ser resuelta de otra manera, con otras medidas y cirugía, con otro enfoque menos rebuscado. Casi con unas sencillas preguntas de cuestionario. El manual de la buena gestión. O similar.

¿Funcionan bien nuestros trenes y autobuses? ¿Y el Metro? ¿Fluye seguro el tráfico entre los carriles bicis, los taxis, los automóviles particulares y lo que queda de los peatones? ¿Está la UIB arraigada en la sociedad? ¿Y la cultura, qué, manda huevos o no los manda? ¿IB3? ¿Y el Hospital de Son Espases o la Playa de Palma? No respondan aún, ni piensen que con unas pocas dimisiones técnicas se solucionaría todo de golpe porque, por desgracia, no es así. Eso sería demasiado fácil. Una quimera.

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