LA TELARAÑA: febrero 2010

domingo, febrero 28

agítese antes de, mientras y después...

Lo dicen ellos -y no sólo ellas- y yo lo suscribo. Agitadoras.com es una revista virtual de literatura, música y creación alternativa; un artefacto cultural que apuesta por la opinión libre, la falta de prejuicios y el universo outsider, sin descuidar por ello la calidad y el interés de sus propuestas. Las personas que participan en este proyecto son escritores reconocidos, galeristas, editores independientes, sexólogos, locutores de radio, periodistas, musicólogos y enterados de todo pelaje. Relájate y disfruta, que de agitar la maraca, ya nos encargamos nosotros...

Tienen, además, la deferencia de ocuparse de alguien -como yo- que no sabría, ni siquiera por aproximación, en qué lugar de su mayúsculo catálogo intentar aposentarse. Pero esa indudable incomodidad es la madre -y no sólo el padre- de todas las hospitalidades. Este es el enlace.

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Reseña de Neus Canyelles en el Dominical de Última Hora

Hoy, todo mi agradecimiento es para Neus Canyelles -una de nuestras mejores escritoras, tanto en catalán como en castellano- por su cuidada reseña de Tratado de las cosas sin nombre en su Biblioteca de cada domingo. Muchas gracias, Neus.




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sábado, febrero 27

Reseña en Tiempo de Tratado de las cosas sin nombre

Muchas gracias al amigo Luis Algorri por dar fe de la existencia de mi libro con esta reseña en la Revista Tiempo.

Amebiasis parasitaria


La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Hace bien el Govern en subir en secreto el salario a los médicos?



Sí. Aunque al monstruo enorme de la Administración le crezcan las garras y los apéndices, los departamentos, las asesorías y las caries -todo al unísono y de forma desordenada: quizá como a la Razón las pesadillas-, lo cierto es que hoy le daré al Govern la enhorabuena por abandonar, deliberadamente, las sendas de la legalidad y la transparencia, y subir, aunque sea entre el aire secreto y la bruma seductora de lo clandestino, el sueldo (o los complementos horarios) a los médicos de la Sanidad Pública. Bien hecho, Antich. Bravo.

Me da igual si la cajera de la ventanilla de Hacienda o Urbanismo (es una metáfora, porque nunca piso esos antros góticos donde se afilan, barrunto, los colmillos a nuestra costa) me atiende con el gesto aterido, crispado y gélido. Tampoco me importa si la legión infame de comisarios lingüísticos, la de dinamizadores culturales y las secciones étnicas del renqueante espíritu nacional -ya sea la falange memorialista, los restauradores ciclotímicos de la historia o los guías ortodoxos de la sinfonía, esa aria mutante, de la pureza democrática del paisaje urbano, entre otros grupos de variado pelaje y tronío- hacen cola, firme el paso y muy prietas, marciales, las filas, en un amplio, cómodo y acondicionado frigorífico a la espera de tiempos mejores. Ellos pueden esperar. O eso creo. Que esperen.

Lo que no concibo es arrastrarme a un dispensario con mi salud en juego (y mi espíritu en precario) y encontrarme a un médico afligido por el estrés infinito de unas interminables horas de guardia con un sueldo poco menos que imaginario. Lo necesito despierto. Tranquilo, poroso y, hasta donde sea posible, feliz con su trabajo y confiado de que se le valora como cree merecer. No necesito ni que hable catalán. Un coste, un dispendio, un derroche menos. En realidad, no necesito ni que hable. Me basta con que ausculte, extirpe, zurza, palpe, recete, diagnostique y cure, al menos hasta donde pueda y un poco más allá, que siempre nos ronda la posibilidad de algún milagro si no nos cegamos por unos euros de más o de menos, en esta espiral enloquecida donde todo parece resumirse en atender gastos inútiles y obviar los imprescindibles. No debería ser preciso tener que explicarle esto a una Administración -a la nuestra como a otra cualquiera- si no sospechásemos de su amebiasis parasitaria. Pero si no la sufren, que lo demuestren.



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viernes, febrero 26

La hora del desencanto

La Telaraña en El Mundo.



Esto no es la democracia que esperábamos, me comentó el poeta y químico Ángel Terrón, al toparnos en la calle y departir, como si tal cosa, sobre la corrupción sin ponerle nombres ni apellidos, mientras un perro blanco retozaba con su correa y yo intentaba librarme del sueño atrasado de una siesta rota a destiempo. No era esto, dijo. Dije. O sí, dijimos, para ocuparnos, luego, de otros temas, de los hijos, por ejemplo, de lo demasiado fácil -o difícil, quién sabe- que se lo hemos puesto o pusimos, de la educación, de la falta de educación, del último tren de la UNED al tren perdido de la UIB, del alcohol, las drogas y la crisis, de cómo unos salen a flote y otros no, de la incultura general, particular y hasta oblicua. La que ahora llaman transversal y no sé por qué.

Al dejarle me invadió la paz y la tristeza -ambas, pero, en realidad, ni una ni otra- de saber que el mundo se resume en pocas palabras y aún así continúa su imperturbable ronda, como también hacemos nosotros, y son esas pocas palabras las que mueren o son silenciadas. O algo peor. Se olvidan.

Ahora podría escribir sobre el adiós de Nadal, las psicofonías de Video-U, las demandas de Sampol sobre Ruanda, el místico frente popular de Grosske o las manifestaciones pacifistas a ritmo de esteladas. Pero con eso no les iba a salvar el día ni a quitarme el persistente mal sabor de boca que la actualidad me deja. Al revés.

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jueves, febrero 25

las compañías peligrosas

Pavor me dan... Y para muestra el siguiente tablón de anuncios en el que sólo falta añadir el WANTED Dead Or Alive y la cantidad que se ofrece como recompensa (cortesía de El Mundo-El Día de Baleares)


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miércoles, febrero 24

la simultaneidad sostiene el discurso pero aniquila el lenguaje (seguirá cuando Blogger me deje editar la entrada)

Hombre, acaba de resucitar el editor... pero ya es tarde porque olvidé de lo quería hablar. A cambio os dejo el enlace al fallo del Premio de la Asociación de Editores de Poesía, que recayó en mi libro Tratado de las cosas sin nombre y la reproducción de la reseña que hoy mismo ha publicado El Mundo.

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lunes, febrero 22

Épica del despilfarro

La Telaraña en El Mundo.


A veces no sé en qué país vivo. De la cordura de la calle a la crispación en las tribunas públicas no debería existir un abismo tan insalvable. Pero existe. Se ha abierto una brecha tan enorme entre unos y otros -como entre mis intereses y los de la mayoría- que empiezo a considerar cuanto escribo como el testimonio de una pesadilla que no padezco, pero que acontece. Y no muy lejos. Aquí mismo. En la otra cara de este espejo que dibujo con palabras, como si con ellas se pudiera quitar el vaho y aclarar un poco el paisaje. Me temo que no puedo.

Entro en la niebla y me pierdo y me encuentro con que los de la OCB -la Obra- quieren más. Para eso, Jaume Mateu y María Cerdó desean perpetuarse en sus cargos y en la noble tarea de afilarle hasta los rizos del paladar a la lengua, recortarle, aún más, el bigotillo histórico a la reivindicación nacional, las mechas a la identidad, a la tribu, a la secta, al rosario del alba y a la cruz de los vientos. Como poco.

No importa si les llueve un maná que ni en la Biblia, un aluvión de subvenciones, una catarata de auxilios que deja en paños menores, no ya el uso inteligente del dinero, sino su función social e integradora. Pero qué va. Es lo contrario. La épica del despilfarro. Medallas marciales que luego se cuelga ERC, por boca de Joan Tardà, para recordarnos cuánto cuidan a sus colonias de ultramar esos bárbaros del norte. Pues muchas gracias.

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sábado, febrero 20

1er Premio de la Asociación de Editores de Poesía - (2009) para Tratado de las cosas sin nombre. Editorial Calima.

Estaba comiéndome unos huevos rotos cuando me llamaron para comunicármelo. Saben bien estos premios a los que ni siquiera te has presentado. ¡Vaya sorpresa!

Cuando tenga más información os la pasaré. Aquí la tienen.

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Los paraísos perdidos

La respuesta a la pregunta del sábado en El Mundo: ¿Cree conveniente trasladar el Casino de Mallorca a Porto Pi?

No. La calidad de vida tiene mucho que ver con tener cerca, cuanto más a mano, mejor, todo aquello que podamos necesitar. Hablo de un catálogo enorme de imprevistos. Un estanco, una farmacia, un hospital y un bar con una tertulia, a ser posible, amigable, por ejemplo. Pero la lista podríamos alargarla con mil y un equipamientos, tan próximos a nosotros, que el mundo parecería una imaginaria vía de cintura de nuestros deseos y necesidades, un cinturón -una especie de milla dorada- que nos apretara sin ahogarnos: el nudo mismo de nuestro propio ombligo. Es mucho pedir, lo sé. Pero por pedir que no quede. Es gratis.

Quizá por eso me gustan las distancias cortas y las demoras mínimas, tanto con las personas como con los lugares y las cosas. ¡Por no hablar de las ideas! Ello explicaría que desde la apertura del Casino de Mallorca, entre las rotondas y arboledas de Calviá, sólo haya pisado sus moquetas de tréboles, ruletas, dados y tragaperras en dos ocasiones. Una, para echarle un pulso fugaz al azar -que, por supuesto, perdí- y otra, para asistir a la exposición de unas pinturas de Rosa Palou Rubí, magnífica pintora, que si apenas recordamos, es porque nunca quiso entregarse, al menos en cuerpo y alma, a la vorágine mercantil y mediática de los marchantes y su arribismo coyuntural. Uno siempre se acaba reconociendo en su estirpe, aunque nuestro parentesco fuera colateral.

Parecería, pues, que un Casino a la vereda de donde vivo colmaría, también, mi secreta y nunca desvelada ludopatía, pero no es así. Porto Pi me queda tan lejos, al menos en espíritu (las distancias son sólo pinceladas de un paisaje que cada cual interpreta según lo siente) como Calviá. Hay sitios mejores. El edificio de La Misericordia, por ejemplo. Allí, a unos cincuenta escasos metros de donde resido, la banca (en este caso, la del Consell, esa metáfora inagotable de lo superfluo e inútil) ya tiene experiencia en ganar, como por arte de magia o mafia, sin arriesgar ni un ápice. Allí las piedras, los torreones, los jardines y los patios, perfectos conocedores de que las cartas llevan, siempre, alguna marca indeleble, conforman el escenario y el decorado más acordes con ese juego trivial de la vida que consiste en dejarse seducir por las ilusiones y acabar estrellándose contra los arrecifes de la realidad. De ahí a añorar los paraísos perdidos ya sólo hay un paso.

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viernes, febrero 19

Rebelión en la Granja

La Telaraña en El Mundo.


No se debe reprender a nadie por unirse, a título propio, a la causa que sea, ni aun a la más infame. Yo mismo me sumé -sin pudor pero sin orgullo- a varios grupos de Facebook en contra, por ejemplo, de Munar y su cuadra, la clamorosa levedad de Pajín o el abuso de las comisiones bancarias. Contra el horror (como contra el tupé del "compatriota" Joan Tardà) siempre es bueno, o lo parece, postularse. Pero no sé yo. Hay algo que se me escapa, y que barrunto malsano, en este Fuenteovejuna coral de rebotarse contra lo que nos hastía. Quizá lo que se gane en clamor cuantitativo se pierda en calidad e independencia crítica.

Por eso me aturde el afán corporativo de unos veinte escritores catalanes -Sebastiá Alzamora al frente, faltaría más- por dar una imagen unitaria del independentismo y las consultas orgánicas de fin de mes en varias aldeas de Cataluña. Está muy bien ser independientes. Pero para serlo, sobran la unidad monolítica y su hoja de ruta única (que sólo puede conducir al matadero). Es lo contrario, lo que sí hace falta. Es la dispersión. Es la libertad. Y es la inteligencia.

Pero no voy a cargar de más las tintas. Quizá padezcan la mutación de algún gen gregario -una enzima, un brote químico- que les hace, un buen día, desayunarse adictos a una causa y acostarse abducidos por otra, sin reparar, ni por asomo, en que no es la misma, sino su opuesta. Cosas más raras he visto.

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lunes, febrero 15

Baile de máscaras

La Telaraña en El Mundo.


Al fin, una buena noticia. El Ayuntamiento de Pollença es el primero de España, según la Asociación de Internautas, que se ha alzado contra el canon digital. No sé a qué espera Aina Calvo -si aún sigue de alcaldesa- en sumarse a esa lucha y a otras. ¿Cuánto recaudó la insaciable SGAE durante las verbenas de San Sebastián? Convendría saberlo. O quizá no. Ignoro qué mano mece la cuna y con ella los presupuestos y quién sabe qué otros temas. Sólo de pensarlo, espanta.

Pero se supone que ya pasó Carnaval, que se disfrazaron de lo que quisieron, según su voluntad, osadía o bolsillo. Fueron mulatas enloquecidas, por ejemplo, o peregrinos circunspectos siempre en camino a Santiago, fueron pastores de rondalla o toreros, vampiros, vampiresas, fascinantes máscaras del deseo ajeno o sumisos funcionarios del propio. Tal vez fueron, tan sólo, simples ciudadanos con aires de haberse perdido entre el gentío, ajenos al por qué y al para qué de la fiesta. La fiesta no va igual con todos.

Los hay que disfrutan de comparsas y los hay que darían la vida por un instante bajo el calor de los focos y los aplausos y hasta la soledad amarga (me dicen) del éxito: el dilema ficticio, pero goyesco, entre ser y aparentar. Nunca entendí esa sutil diferencia que, sin embargo, parece mover el mundo, instigar su danza y aliviar su chirriante engranaje. Lástima que, aún así, el estruendo siga siendo ensordecedor.

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sábado, febrero 13

La inteligencia cero


La respuesta a la pregunta del sábado en El Mundo: ¿Cree que el Govern debe imitar la Ley del Cine de la Generalitat que impone la mitad de las películas en catalán en las salas?



No. La pantalla en llamas del cinematógrafo luce blanca como el manto de nieve que no acaba de cuajar en una Palma taciturna, fría y amoratada. Afuera no hay nadie salvo el aire de la noche (y sus aullidos, que salieron de ronda) y adentro el personal duerme o finge hacerlo. Pero no tengo sueño y me demoro en la vigilia del horror revisando sus imágenes mudas, las doce nuevas fotografías del 11-S que ABC News acaba de publicar. Las miro y pienso. Las guardo. No tengo palabras o no las hay, salvo algún título lacónico y un enorme silencio roto por el estruendo final. Pero siento la lejanía del fotógrafo -las vistas son cenitales, aéreas- tan próxima como la amenazante ascensión del polvo y la ceniza, del llanto y la muerte, de la libertad calcinada y suspendida, las nubes grises que se elevan hacia un cielo que no existe sino en el temblor minúsculo de mi retina. O ni ahí. Pero sigo mirando (el horror fascina) sabiéndome casi ciego, sordo y, por supuesto, mudo.

Hace tanto tiempo que no visito una sala de cine -dónde quedan el Borne, el Moderno, el Rialto y sus sesiones en V.O.S.- que ya he olvidado el ritual de la escena. Su composición, su perfume. Recuerdo, eso sí, imágenes sueltas de El acorazado Potemkin (1925), Frankenstein (1931), The Jazz Singer (1927), El nacimiento de una nación (1915), La quimera del oro (1925), Metrópolis (1927) y sí, me digo que en su expresivo silencio -puro deseo- transitaron, perfectos, algunos instantes irrepetibles, pero sólo unos pocos. Lo demás es industria, negocio, usura y política. Subvención en origen y destino. Manipulación mercantil. Perversión en forma y fondo. Pasatiempo y fruslería para inteligencias venidas a menos. O a nada. A cero.

Pero tampoco extraña que si en el Govern son, ahora, más nacionalistas catalanes que nunca, lo primero que se les ocurra, tras alzar la polvareda de la supuesta limpieza ética (un simple ensayo, con resultados entre patéticos y transitorios), sea sacar la vieja hoz para segar la lengua común y desvirtuar la propia, o al revés, porque ya hay que ser muy asnos para perderse por esos necios lodazales donde sólo importa poner multas y desviar atenciones. Si no tienen nada mejor que hacer, que se vayan y convoquen elecciones y si, aún así, el ridículo político no cesa, que es muy probable, tampoco se apuren. Es que no tiene remedio. Ni en catalán ni en castellano.

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viernes, febrero 12

La cápsula del tiempo

La Telaraña en El Mundo.



A veces emergen, por entre los pliegues atormentados de las piedras, algunas cápsulas del tiempo. En ellas se condensa -quizá en unas monedas, una plica, un sello, el aroma indefinible de una flor reseca o el mapa de un territorio sumergido- el espíritu de supervivencia que tanto parece preocuparnos. Acaban de hallar una en la Catedral de Menorca. Allí, una botella ha viajado a través del mar de los días para alcanzar, al fin, la orilla de un mundo que ya no es el que era. O sí. No cambia tanto el mundo como nos dicen.

Con todo, es de alabar el gesto romántico de querer dejar constancia de que aquí estuvimos. Tanto, al menos, como desear lo contrario, que todo cuanto fuimos o hicimos escape a la memoria de los hombres. Porque de eso se trata, de memoria, de frágiles briznas de humanidad esparcidas sin más orden ni concierto que el que el futuro les atribuya. Material de desecho en esta sucesión de actos basados en la prueba y el error o el éxito, que suele ser la vida. Debiera serlo.

Mientras tanto, la actualidad cabalga, entre nombres propios y testaferros, con gran trasiego de carteras y avalancha de recién llegados. Un estruendo enorme que, no obstante, ocurre ante la mirada hierática de la Presidenta Munar. Yo, metafóricamente hablando, la metería en una cápsula del tiempo y que el futuro, si puede, se las apañe con ella. Está claro que Antich y compañía, ni saben ni quieren.

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lunes, febrero 8

La soledad del Govern

La Telaraña en El Mundo.



Siempre me gustaron las situaciones extremas. Las zonas ambiguas. Los claustros donde la identidad se diluye en los espejos y las palabras parece que pierden su precisión silábica. Suenan opacas. Así, por ejemplo, la caída de UM y la culpable soledad de un Govern con no sé sabe cuántos miembros, ex-miembros, socios, becarios y adjuntos o afines, recorriendo, repudiados, el corredor sin fondo de los calabozos, dibujan una metáfora inalcanzable desde la frialdad estadística de los datos.

Hay que analizar las fotos y también las imágenes en movimiento -aun añorando un narrador predispuesto a la sangre hiperbólica, al despiece social y al sarcasmo- para acercarnos, con éxito, al paisaje tortuoso y tullido del horror; si es posible, a la manera minuciosa de Sade: el heroísmo de la virtud está en explicar, al detalle, su insoportable castigo. O viceversa. Hace tiempo que no frecuento la docta elocuencia del Marqués.

Ando, ahora, distraído en otros temas nobiliarios. La propuesta territorial del nacionalismo catalán en base a las veguerías medievales me tiene transido de placer y pasión, lujuria y ebriedad. Sólo hay algo que lamento. Parece que en las Islas, al menos con ese nombre, nunca existieron. Es un contratiempo pero no un problema. Alguien sabrá reinventarlas. Espero que tampoco se olviden de reeditar, cuando proceda, la Revolución Francesa. No hacerlo sí que sería imperdonable.



*****



Novedad en Puertas Abiertas (sí, ya era hora, tengo esa web y y las otras bastante abandonadas, qué se le va  a hacer;-). Se trata de un relato de Marian Vicente Gralla. Podéis leerlo en este enlace.

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sábado, febrero 6

La familia de Frankenstein

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Antich y Armengol están capacitados para terminar la legislatura?


No. Una legislatura con la sombra afilada y retorcida de María Antonia Munar presidiendo -la señora, a modo de impresentable señera- la mesa principal del Parlament, sólo podía acabar como está acabando, es decir, como un desembarco frenético en los calabozos, o mazmorras, de la ignominia, como una de esas interminables colas del hambre con el fogonazo del fotomatón, en vez del humeante plato de lentejas, por único destino, como un alud de basura camino -igual que los elefantes en su último viaje- del vertedero, ese lugar de desguace, liposucción y, quizá, de saludable reciclaje.

Pero Antich y Armengol tienen demasiado que reciclar. Tanto el Govern como el Consell nacieron tatuados con la marca indeleble de la corrupción, con las herencias del pasado consolidándose en el presente y tomando posiciones cara al futuro. El tiempo no es ninguna sucesión física, o química, de compartimentos estancos. Allí el pasado, aquí el presente, allá el futuro. No, el tiempo es otra cosa. Y este instante que ahora nombro mantiene sus conexiones con el que fue y anticipa el que será. Todo en uno y todo a la vez. El viejo juego de los vasos comunicantes. La evidencia de que no se puede hacer nunca borrón y cuenta nueva definitivos, de que la inercia de las conductas delictivas atraviesa el frágil hilo de las legislaturas y las convierte en una sucesión cíclica de cataclismos, en la repetición, más o menos disimulada, de lo mismo: el eterno retorno de la podredumbre. Hay que airear ese pozo negro y sin fondo, sí, pero cómo hacerlo, si los protagonistas son los que fueron y no hay más cera que la arde y en esta hoguera hasta las cenizas huelen a mafia, a reunión de malhechores, a garito de tahúres, a flor de la esperanza desbrozada, hundida en el estiércol, en el lodo, en el vacío, en el lucro. ¿Hace falta, ahora, que hable sobre la imposibilidad de lo imposible? Ni soñarlo.

Toda esa mierda -con perdón- flota en estos momentos a la vista de todos. Se exhibe como si fuera una modelo de pasarela. Con todo su glamour y su crudeza, con sus garras y fauces depredadoras, pero, también, con su mirada oblicua y esquiva, su arrepentimiento improbable y quizá fingido. Esta legislatura está muerta porque nació muerta. Y resucitar un cadáver sólo puede engendrar un monstruo, un híbrido de pesadilla y sueño, un Frankenstein sin más humanidad que sus costuras a jirones.

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viernes, febrero 5

El monolito del diablo

La Telaraña en El Mundo.


Palma no tiene quioscos y, de hecho, comprar la prensa diaria es casi un imposible que nos obliga a sumergimos en Internet, esa líquida biblioteca. Tampoco tiene jardines o parques públicos, más allá de los que ocupan -y hacen bien- los vagabundos y los nómadas. Pero no creo que sea por eso que han detenido al director de Calidad Ambiental del Govern, Antoni Oliver.

Lo que sí tiene Palma -amén de carriles bicis por donde circulan las sombras silenciosas de unos pocos ciclistas solitarios- es un monolito (al menos, uno) donde sí que danzan, y sin parar, todos los espectros de nuestra historia y algunos más. Su música es ensordecedora. Y su baile, un vulgar hip hop necrológico.

Pero así son las cosas. El mismo maniqueísmo -y la misma ignorancia- exige, a unos, levantar monolitos y, a otros, demolerlos. Entre ambas catástrofes chirría el artificio de los argumentos. Así, desde su ultratumba -pura psicofonía ideológica- la presidenta de Memoria Histórica, María Oliver, dice preferir "estar muertos en las cunetas, con dignidad, que formar parte del monumento franquista de Sa Faixina". No sé en nombre de quién habla, pero su solemne elocuencia abruma. Yo preferiría que Calvo pactase con todos los íncubos y súcubos que la rodean y convirtiera el monolito en un gigantesco tablón de prensa donde poder leer, y hasta escribir, la actualidad sobre la piedra, al fin renovada, de la historia.

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lunes, febrero 1

El factor humano

La Telaraña en El Mundo.


Mientras el Estado del Bienestar -ese eufemismo indulgente y aterrador- se desmorona, casi todos hemos dedicado unos instantes en calcular el tiempo extra de trabajo que el Gobierno quiere regalarnos. Gracias. Dieciocho meses, me caen, pero aún no sé si son una prórroga o una condena. Envejecer con una pensión de jubilación al uso no puede ilusionar a nadie. Trabajar en lo que te gusta, sí, pero no creo que mi caso sea el de la mayoría. ¡Y además, hay que tener trabajo!

Quizá vivimos bajo el precario techado de una ficción que ni siquiera sospechamos. La sombra de la escasez. El turbión del deseo. Quizá el paso de los días no haga sino hartarnos de incredulidad y fatiga. Un malestar que aumenta según sufrimos el obsceno derroche de las Administraciones, su absurda duplicidad y su excelsa pericia creando problemas artificiales donde nunca los hubo.

¿Es la hora del ahorro? Quizá sí, pero ya se palpan algunas paradojas. El Goven y la UIB parecen, en principio, estar de acuerdo en subir las tasas de matriculación a los alumnos repetidores. Ahora me viene a la memoria la imagen solitaria de Holden Caulfield, el mal estudiante que protagonizara «The Catcher in the Rye» de J. D. Salinger. El autor acaba de fallecer y al alumno de su fábula le van a acabar dando los motivos que podrían faltarle -pero que, en realidad, no le faltan- para mandarlo todo a rodar. Y con viento fresco, además.

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