LA TELARAÑA: La ciudad virtual

lunes, noviembre 16

La ciudad virtual

La Telaraña en El Mundo.


Gracias a «Street View», la nueva funcionalidad hiperrealista de los mapas de Google, aún es posible pasear por una Palma libre de zanjas y carriles bicis, una urbe irreal -sus transeúntes quietos, su tráfico en perfecto orden y colapso, sus prostitutas como efigies en las esquinas y sus monumentos como árboles de piedra-, ajena a la voracidad del Plan E, a las valvas asesinas -por así decirlas- de caucho repujado y al peligro que, de vez cuando, mientras esperamos a que verdee el semáforo, nos recuerda que ya no sólo debemos vigilar del lado de los automóviles sino también del contrario.


Por ahí, como por asalto, empieza a ser normal que se nos aparezca algún ciclista solitario dibujando eses, como sierpes, en el arcén, sin luces, sin timbre, sin casco y sin seguro. Ya demandaremos a Calvo cuando la sangre llegue al río y el río al mar que es el morir, por ejemplo, o lo que fuere. Será que no hemos avisado.

Pero hoy toca buscar refugio lejos del alboroto de la Corte y la corrupción de sus bufones, sin caer en el cinismo. Visito el blog de Grosske y me sonrojo. Ni un sólo apunte sobre Emylse Mas o Sara Mulet. Sólo unas líneas sobre el muro de Berlín, aliñadas con la ciénaga de Guantánamo -faltaría más- y un autoelogio del programa de Sant Sebastià, que va desde la confesión de austeridad al aviso de que se cumplirán los mínimos, y algo más, de música en catalán. Estamos salvados.

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