LA TELARAÑA: Evasión o gobierno

viernes, octubre 16

Evasión o gobierno

La Telaraña en El Mundo.




Posar desnudo ante las cristaleras abiertas del poder -cuando ya es de noche y el otoño carga su deriva con pecios de nubes correnteras- no deja de tener su encanto, pero también su riesgo. Se te ve todo. El ombligo, la faz crispada, la frente fría, la mejilla yerta. La almejilla. Se te ve Son Baco, Son Oms, Son Espases. Se te ven las escaleras tendidas, como puentes góticos, sobre Ternelles. La mano dócil y la palma acuosa. El puño cerrado sobre una sombra. La mirada oblicua. Se te ve el Plan Territorial de Munar. El plan y el plumero. Se te ve todo, aunque sea de noche y el frío te trueque en un guiñapo de gripe y crisis, de vacunas y aranceles, de contraprestaciones políticas, lingüísticas y legales, el laberinto de la usura.

Nos queda evadirnos. O no. Tantear la cartelera en Internet, ese lugar dislocado, y filtrarla, luego, con algunas opiniones cinéfilas. «Ágora», de Amenábar, es la más taquillera después de «Torrente 3». No me extraña.

La ficción nos usurpa, como si actuásemos en una de gánsteres -fantásticos abrigos contra el taladro lumínico de las ametralladoras, rubias fatales envueltas en el humo etéreo de los cigarros- que fuese perdiendo suspense, seducción y trama de forma constante. Todo para que, al final, majestuosamente desnudos, tanto vacío nos acabe doliendo y avergonzando. Me largo a ver «Moon», del hijo de Bowie, por si le encuentro algo oculto. Lo que sea.

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