LA TELARAÑA: octubre 2009

sábado, octubre 31

El efecto mariposa





. Tanto abrir zanjas y remover lodazales, sacudirle los intestinos a la urbe, armar y desarmar el revuelo subterráneo en sus estaciones y parques, aceras y alcantarillas, vías y viales, en el conglomerado metafórico -y mutante- de sus ejes cívicos y hasta en el pálpito irreal de sus horas irremisiblemente muertas no podía quedar impune. Nada queda nunca impune. O no del todo, al menos. Para comprobarlo no vale ni acercarse a la Plaza Serralta. Nos sobra con ojear la diligente usura del Impuesto sobre Bienes Inmuebles de Naturaleza Urbana -hay que ver cuánto se preocupa Aina Calvo por mejorar las infraestructuras tributarias- que nos va a tocar pagar, sin su amable recargo, en quince días y sin rechistar, como en un acto de fe con ribetes resignados, absurdos y quizá suicidas. ¿Existirá nuestra casa para entonces? Quizá sí. O no.

La burocracia tiende a reglar la realidad pero no tiene forma alguna, verídica, segura, fiable, de tomarle el pulso a las cosas. No hay comisión de estudio ni comité de expertos capaz de interpretar el rumor interior de Palma, su sinfonía de nido de termitas incubando no se sabe muy bien qué, pero nada bueno. Quizá el vacío del aire en una burbuja de piedra, el temblor de la casquería urbana al descubierto, el dolor de su vientre desgarrado como un volcán -o una ubre- a punto de vomitar su rabia -o indiferencia- de siglos, su vocación secreta de regresar al polvo del que fue arrebatado, a su sueño antiguo, a su calma ancestral, a su ser o a su nada. A su intimidad.

Por eso no es de extrañar que haya una divergencia insalvable entre la realidad de la burocracia y la de las cosas. Yo puedo -si me place, si no me urge, si me siento dócil, comprensivo y solidario, global o simplemente aburrido- volver mañana o pasado mañana o nunca. Mi escala temporal se reduce al latir de mi sangre. Poca cosa. Pero la naturaleza atiende a otras premisas y urgencias, a otro tipo de proyección temporal.

No es raro que donde, ahora, se levanta un bruñido edificio, al rato sobrevenga un socavón, una montaña de escombros, un géiser de cascotes y vísceras, un vertedero de ilusiones derrumbadas. Pero, aún así, aquí ha fallado algo. O sea, todo. Si el propio consistorio no sabe cuánto le va a durar la voluble argamasa de su pacto de gobierno cómo le vamos a creer capaz de prevenir, con éxito, los desastres exteriores. Ni en sueños.

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viernes, octubre 30

El Efecto Dominó

La Telaraña en El Mundo.




Llevo un buen rato pegando saltos, no sé si como un orate o como un perito en lunas y castillos de naipes del Colegio Oficial de Aparejadores, por todas las habitaciones de mi casa. Parece resistente, pero nunca se sabe. Oí un crujido bastante alarmante en la cocina y, luego, otro, que ya se me antojó terrorífico, en el baño. Estaba por llamar a urgencias cuando me di cuenta de que el problema no residía en un colapso de forjado ni en una aluminosis galopante. O sí, pero no en la estructura del edificio sino en la mía.

Ahora estoy en la cama con las vértebras prendidas como relámpagos. No hay nada peor que dejarse llevar por la psicosis, para que el efecto dominó nos convierta a todos en piezas imprescindibles del mismo derrumbe. En realidad, es lo que siempre fuimos.

Todo se cae, pero lleva así, cayéndose, desde el inicio de los tiempos y así seguirá, seguramente, por toda la eternidad. Pronto -aquí la referencia es pura metáfora- no quedará piedra alguna de nuestra civilización. No quedará, de hecho, ni el Parlament, aunque eso debiera de importarnos muy poco, porque ya lleva meses huérfano de iniciativas y casi vacío de sus señorías. Menos mal, porque si se desplomase de repente -bien por mimesis o por empatía coyuntural- no aplastaría a nadie en la egregia sala que fuera un decadente salón de baile y que hoy es, tan sólo, el refugio silencioso -y lascivo- de las Cariátides.

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jueves, octubre 29

La portada

Pues eso, para ir abriendo boca... El libro estará a la venta en un par de semanas.

De momento, la primera presentación la llevaré a cabo en Valencia, en la Casa del Libro, el día 19 de Noviembre a las 19,30 horas. Puede parecer sorprendente que no empiece por mi propia isla, pero quizá no lo sea tanto. Igual ni siquiera Valencia está lo suficientemente lejos como para que, aquí, alguien se entere o se de por enterado...


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lunes, octubre 26

Los días del trueno


La Telaraña en El Mundo.



Sorteé las zanjas de Blanquerna como alma en pena. Creí que me perseguía el diablo. Recorrí las Avenidas, saturadas de humo y tráfico, con la espantosa certeza de que alguna bicicleta invisible acabaría conmigo. No fue así. Recorrí San Miguel retorciéndome entre las vías muertas, los carteles y las alambradas, para acabar a rastras por sobre los vacilantes tablones de madera ruidosa y polvorienta. El Plan E, me dije, al llegar a casa y leer que la portavoz del Govern, Joana Barcelò, se queja de lo difícil que es gobernar con tanto ruido. Tiene razón.

La tiene, aunque su gestión sea, en obras, tan muda como un sepulcro. La tiene, aunque yo no sepa adivinar si se refiere al ruido irreal de los sables en su avispado cerebro, al crujir de dientes de sus socios en cuarentena o al aleteo travieso de las togas. La tiene porque, aquí y ahora, la razón es lo de menos y no hay razón alguna capaz de justificar el pavoroso caos en el que se ha instalado la clase política.

Mientras tanto, ajenos al ruido o sordos como tapias (o sea, como yo mismo), Nanda Ramon ha creado, Normalización Lingüística mediante, seis Aulas de Acogida en catalán para escolares con déficit de integración y la OCB clama, desde el trueno metafórico de sus subvenciones, por la recepción del canal Súper 3. No sé si gritar ¡Eureka! o ¡Sálvese quien pueda! Mejor me callo y que sea lo que quieran. Los niños, primero. Eso sí.

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sábado, octubre 24

camina o revienta

La respuesta a la pregunta del sábado en El Mundo: ¿Cree que se ha tratado diferente a los imputados del PP que a los de UM?



Sí, pero aquí el trato diferencial no es una ofensa sino un valor añadido, una marca indeleble de prestigio. Algo muy similar a lo que sucedió en los tiempos de la transición democrática, cuando el que podía presumir, en su currículo, de cuantos más expedientes mejor -sobre todo si tenían alguna relación, aunque fuera remota, con la maltrecha libertad de expresión, con el derecho de reunión, con el uso furtivo de alguna lengua minoritaria o, simplemente, con la espectral ley de vagos y maleantes- se convertía, de inmediato, en un icono de la modernidad, en un ejemplar demócrata de toda la vida, en un adalid de los nuevos tiempos. De semejantes medallas vivieron muchos. Y no pocos, siguen, todavía, haciéndolo. Ah, la decrepitud, qué largo y tortuoso puede llegar a ser el camino.


Recuerdo, ahora, el andar trastrabillado y caótico de los cargos imputados del Partido Popular hacia los juzgados y las comisarías -sus muñecas ensartadas, derecha con derecha o viceversa, los rostros y las miradas huidizas, la afrenta de quedar para siempre reflejados en las portadas de los periódicos y en las antologías de los telediarios- y, al mismo tiempo, se me aparecen las sonrisas ambulantes -como de vendedor de feria- de Vicens, las muecas forzadas de Nadal, las peroratas saltarinas, además de flatulentas, de María Antonia Munar, las sonrisas escurridizas de su secretaria personal, las risas de paja y alpiste de Flaquer o Dolça Mulet, la general bruma risueña -¡risueña!- de un nacionalismo de humo convertido, finalmente, en un perpetuo banco de niebla.

Mezclo las imágenes y las disecciono, las observo de lejos y de cerca, les aplico el Photoshop y alguna que otra liposucción indolora. Y no hay color. Entre el manto irrespirable de la sonrisa de UM y las huellas metálicas de los grilletes, me quedo con ese cerco del acero en la carne. Y no voy con segundas. O tal vez, sí.

Los tiempos son los que son. La Igualdad es ahora un Ministerio y nunca se sabe lo que puede dar de sí un ente tan complejo. Quizá una novela de Kafka. O una pesadilla en la que la justicia sólo existe bajo el espejismo de las discriminaciones positivas (o negativas, que no sé yo muy bien cómo se manejan, ahora, esos conceptos tan altruistas). Algo así como el aire sin oxígeno de un poema post-poético, laxante y after-pop. Es sólo un ejemplo, pero no el más malvado que se me ocurre.

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viernes, octubre 23

nostalgia del diluvio

La Telaraña en El Mundo.


Inicio estas líneas mientras se produce, afuera, un simulacro -quizá la bulla en los cielos por la imputación de Munar- del Diluvio Universal. Tampoco sé cuándo las acabaré, porque la luz que pago a Gesa (o a Endesa, o a ese nicho, sin dueño oficial, de espejos rotos y cadáveres marginales) se empeña en copiar las intermitencias de mi cerebro. On. Off. Y el ordenador empieza a quedarse sin batería, invitándome al anacronismo del papel y el lápiz. Qué horror.


Pero todo se reproduce, afuera y adentro. Igual en una Unión de Maleantes que en el IEB, de gira por Washington, o en los foros hispanos de Microsoft -ya estrenado Windows 7- donde varios de sus moderadores se dedican, no a guiar al usuario, sino a promocionarse entre ellos, como si en esa tarea de figuración -y mangoneo laxante: político- les fuera la vida. Acaso les vaya, porque la vida es breve y suele evaporarse, como las ideas, si no se controla su ebullición. Acabo de dejar otra denuncia sobre el tema, pero ya la borraron. Es la norma. La censura que no cesa.

Como tampoco la murga de las ONG y asimilados. Mañana hay, a la misma hora atroz del mediodía, dos actos -dos, al menos- muy trascendentes. Un corro contra el monumento franquista (sic) de Sa Faixina y la efemérides del Día Mundial de Acción Climática en la Plaza España. Me encantan los ardides -siempre nostálgicos- que se gastan algunos con tal de perder el tiempo.

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lunes, octubre 19

Los paraísos perdidos

La Telaraña en El Mundo.



Hay un problema con los paraísos perdidos. Al Qaeda acaba de darle nombre al suyo: Al Ándalus. Las cúpulas nacionalistas hispanas abanderan nombres distintos, pero tampoco tanto: Cataluña, Galicia, Euskadi, quizá Baleares. ¿Y por qué no Teruel, aunque no exista? Porque de eso se trata, de usurpar la realidad con símbolos, de convertir los espacios abiertos en mazmorras privadas, de hacerse con las riendas de un destino que nunca fue nuestro. Ni siquiera cuando creímos hallar la irresistible metáfora que colmaría todos nuestros sueños. Esa metáfora fue un fiasco.

Somos sueños insatisfechos. Despertamos con hambre. O no despertamos. Todo es alegoría y desfile, cortejo de exhibición y diseño. Prólogo afectado de una subasta en la que nada es lo que parece porque los trueques son rápidos, las adquisiciones, arte de magia, y las mercancías, una entelequia.

No extraña, pues, que, tras tanto abuso simbólico, lo único que se cumpla sea su fatal desenlace. El desencanto más allá de la trama, el afán de sellar los pactos aun castrando los pocos juegos que merecen jugarse, los de la seducción y la inquietud intelectual, los que nos convocan para no producir nada que nos sea ajeno. Quizá, por eso, siempre dejo algo mío entrelíneas, aunque haya que rastrearlo, luego, entre los nombres en negrita de Antich, Munar, Matas, Vicens o Lladó. Ellos son los protagonistas de esta farsa. Se la regalo.

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sábado, octubre 17

La noche de los cuchillos largos



Sí. Por supuesto. Entre otras cosas, porque ya dije que ningún partido serio debería pactar nunca, jamás, con UM. ¿Pero existe algún partido serio?, me preguntó, luego, la socarrona voz en off de las Perlas Cultivadas de este diario, sin que sea preciso, ahora, sumergirse en mil cábalas para responder al interrogante; al contrario, es mejor dejarlo abierto y a la deriva, flamígero, planeando a la subjetiva velocidad del vértigo, como un buitre con alas de fuego y ojos hambrientos, sobre la alargada noche de los tiempos, esa noche repleta de alianzas y persecuciones, de abrazos de amor y odio, de pactos forzados y puñaladas oblicuas, de venganzas infinitas y latrocinios sucesivos. Qué noche la de aquél día.

Pero la realidad es siempre escurridiza y tiene, además, la curiosa costumbre de bordear con persistencia suicida el precipicio del ridículo para dejarse caer en él y alcanzar, siquiera por unos instantes, la gloria imprecisa de lo hilarante, la categoría levítica del mito, el peso paradigmático de la leyenda. La prueba -a modo de instantánea congelada- de sus ansias inexplicables de descomposición. El espejismo de la posteridad nos acaba engullendo a todos.

Pero no de igual forma. Así, por ejemplo, mientras a Laporta, Puigcercós, Amorós y compañía -trepando por las laderas del Castillo de Montjuïc a la luz fúnebre de las antorchas y banderas del Medioevo- sólo les faltaban las capiruchas litúrgicas del Ku Klux Klan para completar el esperpento de su delirio, a la escritora Shauvon Torres le explotó un pecho de silicona al lanzarse al agua -en pleno "reality show"- desde unos pocos metros de altura. Lo artificial y lo postizo tienden, de forma natural, a convertirse en grotescos.

Y en lo grotesco estamos. El paisaje es desolador. Aquí el punto final ya no recuerda su lugar de origen. Es el viaje de Antich a través del desierto de la nada conceptual del Bloc. El éxodo a través de los pasillos infernales de UM. La huida ecológica a ninguna parte. El secuestro lingüístico de la inteligencia en las pesadas aguas del lodo. Y la ignorancia final del precio del rescate. Nos quedamos, a solas, con el diagrama absurdo de unos socios dispersos, de un pacto roto y sombrío, su eterna noche de cuchillos largos y su voluntad de poder a toda costa. No hay otro futuro que la descomposición. Pero eso ya lo sabían ustedes. Su olor es inconfundible.

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viernes, octubre 16

Evasión o gobierno

La Telaraña en El Mundo.




Posar desnudo ante las cristaleras abiertas del poder -cuando ya es de noche y el otoño carga su deriva con pecios de nubes correnteras- no deja de tener su encanto, pero también su riesgo. Se te ve todo. El ombligo, la faz crispada, la frente fría, la mejilla yerta. La almejilla. Se te ve Son Baco, Son Oms, Son Espases. Se te ven las escaleras tendidas, como puentes góticos, sobre Ternelles. La mano dócil y la palma acuosa. El puño cerrado sobre una sombra. La mirada oblicua. Se te ve el Plan Territorial de Munar. El plan y el plumero. Se te ve todo, aunque sea de noche y el frío te trueque en un guiñapo de gripe y crisis, de vacunas y aranceles, de contraprestaciones políticas, lingüísticas y legales, el laberinto de la usura.

Nos queda evadirnos. O no. Tantear la cartelera en Internet, ese lugar dislocado, y filtrarla, luego, con algunas opiniones cinéfilas. «Ágora», de Amenábar, es la más taquillera después de «Torrente 3». No me extraña.

La ficción nos usurpa, como si actuásemos en una de gánsteres -fantásticos abrigos contra el taladro lumínico de las ametralladoras, rubias fatales envueltas en el humo etéreo de los cigarros- que fuese perdiendo suspense, seducción y trama de forma constante. Todo para que, al final, majestuosamente desnudos, tanto vacío nos acabe doliendo y avergonzando. Me largo a ver «Moon», del hijo de Bowie, por si le encuentro algo oculto. Lo que sea.

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lunes, octubre 12

La resaca del Nobel

La Telaraña en El Mundo.



Cuando el teletipo arrojó el nombre de Herta Müller como nueva Nobel de Literatura sucedió, en España, algo similar a lo que hubiera sucedido, en el resto del mundo, si el honrado hubiera sido Pere Gimferrer. ¿Quién es Müller? ¿Y Gimferrer? A lo primero no sé contestarles -ni en Google encontré un poema suyo- pero sí a lo segundo. El elegante y reconciliado bilingüismo del académico catalán justificaría, por sí mismo, un premio que, dada la heterodoxia de la Academia, no tardará en llegar. Yo también adoro lo desconocido.

Lo que no cuela es que, luego, el Nobel de la Paz recayera en Obama, más por sus teóricas metas que por sus logros. O eso creo. Sí, ya sé que la paz es un concepto subjetivo y que la mía -la que disfruto cuando puedo- podría constituir un infierno para muchos de los que me rodean. Y viceversa. No es la relatividad. Es la diferencia. Las diferencias.

Eso lo ignora Antoni Martorell. Su corolario nacionalista, a vueltas de la F1 en IB3, se resume con que hacer país es derrochar. Admirable. Sólo nos queda fumarnos las últimas hebras, y su rescoldo, a la salud de Bárbara Galmés. A Antich -trivial en la crisis del Pacto- no le sació su fiasco en Educación y le buscó otro lugar donde seguir dando la brasa. Está bien. Seguro que en la Oficina de Análisis y Prospección, un ente tan abstracto como ignoto, nos demostrará de lo que es capaz esta mujer. Fijo que nos asombra.

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sábado, octubre 10

la máquina del múltiple vacío

La respuesta al debate en El Mundo: ¿Debe elegir el PP a su presidente autonómico por sufragio universal?




No, pero si esta es la hora privilegiada de los experimentos habrá que atenerse al guión y ahondar en su seductor mecanismo. Empiezo estas líneas dictándoselas al ordenador gracias al reconocimiento de voz. Qué gran fiasco. No me entiende o lo hace a su manera. Mutila mis adjetivos, pervierte mi sintaxis, copia, pega y entremezcla mis frases a su antojo. Le digo Punto y Final y se queda parpadeando. Qué significa eso, me pregunta. Aprovecho su desconcierto para desconectar el micrófono y continuar aporreando las teclas. Qué alivio.

Lo primero es reconocer que la decimonónica cantinela del sufragio universal, libre y secreto suena a reveladora orgía de clarines en plena tormenta, a primoroso amanecer, a irrupción metafórica de la luz y los colores. A vida después de la muerte. A suspiro de alivio, a remanso pastoril de paz y justicia donde, hasta la fecha, sólo han imperado las argucias y el agobio, las tensiones familiares y sectarias, la guerra vil de las sillas y butacas, los sofás, los anticuados tresillos, las poltronas y hasta el apartamento entero. Quizá sea un buen momento para la experimentación. No hay nada que perder. Más se perdió en Trafalgar. O de perdidos al río.

El problema es que vivimos tan acostumbrados a los eufemismos que quizá las buenas palabras e intenciones sirvan ya para muy poco. Un partido político no es una ONG ni una asociación sin ánimo de lucro. Es más bien una máquina con vida e inercia propias. Un ente insaciable. Un embudo y un géiser de opinión que igual sirve para apoyar -o denostar- misiones humanitarias en Afganistán que guerras santas y declaradas en Irak. ¡Como si fueran algo distinto! No lo son. El soldadito de a pie sigue siendo -ahora, siempre- la única víctima. O la primera, que es la que más duele.

Por eso habría que revisar lo del sufragio universal. En 1955 Isaac Asimov escribió un libro, una distopía, en el que, avanzado el siglo XXI -o sea, ya- la tecnología habría creado un superordenador, llamado «Multivac», capaz de tomar las decisiones sociales de acuerdo a los deseos reales de todos y cada uno de los humanos, al margen de sus errores subjetivos, su desidia o ignorancia, sus pasiones más o menos inconfesables. No nos imaginamos a esa máquina -desde su múltiple vacío- ratificando a Bauzá o dirimiendo entre dos personajes como Francesc Fiol y José María Rodríguez. Podría romperse.

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viernes, octubre 9

los lugares comunes

La Telaraña en El Mundo.



No sé si es la gripe, iletrada, o la astenia primaveral del otoño, pero algo no marcha. Me tropecé con una de esas vainas de caucho que delimitan el transporte ecológico del otro, pero tuve suerte. Caí de pie. O aterricé en el laboratorio de Albert Pinya. Allí pude leer «Mi mamá me mima. Mi papá le pega», mientras unos televisores repetían el horror de unos vídeos ajados y, quizá, decadentes.

Es la educación, pensé, mientras me sonreía con la oferta cultural de la UIB, los subsidios de Llinàs al ACPV o el descrédito del uso, en vano, de la Palabra de Dios en el juicio a De Santos. No creo en nada. Tampoco en el tapeo espiritual -jazz, poesía, pintura y guiso, al alimón- de «TaPalma», un digno intento de hacernos a un hábito ajeno. Aquí nadie va de tapas, ese híbrido de fogones y maratón con escalas. Aquí comemos igual sin hambre que con hambre atrasada. Sin nostalgia.

Andaba, luego, a dos velas con el bilingüismo escolar de Tarragona -árabe y catalán- cuando recordé que tal día como hoy -pero en 1934- la Generalitat, tras proclamar el Estado Catalán, acordaba su rauda capitulación ante las fuerzas democráticas de la República. Esa acrobacia de asonadas y motines concluiría, al cabo, con una sucia dictadura de ocho lustros. Se dice pronto. Pero no sé cuánto se tarda en olvidarlo. Será que los lugares comunes son, desde siempre, un albañal o un gélido invernadero para las ideas.

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lunes, octubre 5

Memoria del barro

La Telaraña en El Mundo.





Somos lo que hemos sido. El problema es que la frágil ecuación sólo se cumple -con cruda precisión, eso sí- cuando nos alcanza el rayo final y ya es demasiado tarde para todo. Esa exactitud puede esperar. Por eso, mientras tanto, almacenamos recuerdos bajo toneladas de polvo y ceniza hasta que algún suceso los devuelve a la luz y a la conciencia. Incluso al papel.

Estaba rumiando lo anterior mientras la aristocracia del COI mostraba, con rotundidad, que el efecto Obama le traía, ciertamente, al pairo. Algunos aristócratas son muy suyos. Les pasa como a Pedro Serra. No es que chocheen o fumen y beban lo que no está en los escritos. Es que son así y no pueden remediarlo.

Conocí a Serra en 1984 y hasta trabajé en su Baleares -aún en castellano- durante varios meses. Por ahí rondaban Octavio Aguilera y Paulino Buchens (un ex-alcalde que, aunque era amigo familiar, no lo era mío). Con Serra sólo hablé un par de veces. La primera, aséptica, para presentarme y la segunda, definitoria, para pedirle las causas por las que, sin previo aviso, decidió rebajarme las columnas a una quinta parte del precio pactado. La agencia Efe. La crisis. Algo así me dijo: ni lo recuerdo. Salí de su despacho, en el Paseo Mallorca, echando un postrer vistazo a unas reproducciones de Miró o Tapiès. Salí sabiendo que lo que dejaba atrás era más ruin y mediocre que lo que iba a encontrarme en el futuro. Así fue.

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sábado, octubre 3

La hora de la refundación

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el PSOE debe romper el Pacte en el Govern y el Ayuntamiento de Palma tras el chantaje de UM al president Francesc Antich?



Sí. Pero antes les contaré una anécdota. El otro día fui a una farmacia a comprar un antibiótico común. Ante mi sorpresa me exigieron una receta médica que, por supuesto, no tenía. ¿Hubiera solucionado el conflicto de intereses pidiendo, en su lugar, una pastilla del día después, que esas no precisan, dicen, de receta? Pues no. Lo mejor fue buscar otra farmacia donde me conocieran y dieran por sentado que no suelo pedir antibióticos, ni pastillas del día después, por capricho sino por necesidad. Eso hice. Y funcionó. Ahora les escribo entre sudores y contracciones. No sé qué pastilla, cuál, me tomé al final. Pero no pasa nada.

Nunca pasa nada. UM ha roto el pacto en el Consell evidenciando que no estaban a gusto con esa especie de jornada partida a la que parecían abocados. Un rato en los salones del Palau Reial y otro en el estrado de los juzgados. Perfecto. Quisiéramos ser optimistas y pensar que esa inútil institución -el Consell, claro- podría desaparecer de la faz de la tierra pero no caerá esa breva. La duplicidad de funciones y el delirio de un régimen que busca la ubicuidad -sobre todo, recaudatoria- a modo de subsistencia, son males endémicos de difícil solución. Pero nada es para siempre.

Así, ante el efecto dominó -igual en la cadena institucional que en el universo de las ideas, las constelaciones de imputados o el caos de una timba de naipes- no cabe más que observar, perplejos, su fulminante derrumbe, su estético desplome en busca de alguna figura geométrica que aclare el paisaje y nos lo muestre, al fin, despejado de las polvaredas propias de una batalla sin más objetivo que la supervivencia en la poltrona, en el saldo positivo del balance, en su usura.

Es hora de decir la última. Ningún partido serio debería pactar nunca con UM. ¿Qué es UM? ¿La corte de Munar? Nada. Ni eso. Es un grupo de presión, un lobby, la alegoría de un irreal nacionalismo y una irreal ideología de usar y tirar. Omitiremos, por ahora, el más que perturbador detalle de sus colmillos con esos hilillos rojos, densos y tétricos, goteando. Son sólo una metáfora pero pringan y bien haría, el PSIB, en limpiarse. Primero de UM y luego de la mugre pancatalanista, esa otra sanguijuela. Por higiene, pero sin temores ni aspavientos: hasta la rendija de las urnas puede trocar sus labios rígidos por los de una sonrisa. O una carcajada, al fin, ciudadana. Ojalá.

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viernes, octubre 2

El Árbol de Teneré

La Telaraña en El Mundo.




La soledad tiene su precio, pero la compañía también. Hubo una vez, en Teneré, una acacia solitaria en pleno desierto. A su alrededor se extendían cuatrocientos kilómetros sin más vegetación que la arena cálida, sudorosa y estéril. Ese árbol, dicen, fue arrollado por un chófer libio, al parecer tan borracho como para perturbar el desafío orgulloso de un único árbol en mitad de ninguna parte. Hoy, una sobria escultura metálica imita sus hojas verdes y parodia su leyenda. La vida es sólo una metáfora.

Uno ya no puede fiarse de nada. Ni de un montón de inofensivos arbolitos transportados desde la península para repoblar el paisaje isleño. Esos árboles llegaban pálidos y quizá mareados, tras la travesía marítima, pero con algún que otro huésped oculto, algún que otro parásito de rondón: la larva de unas serpientes que, ahora, campan a sus anchas por las laderas de Capdepera. No sé si es un problema, una metáfora o, quizá, ambas cosas.

Al Govern, de todas formas, le va como anillo al dedo la trémula soledad del Árbol de Teneré. Es lo que tiene buscar compañía cuando no procede y someterse al engendro de los pactos contra natura. Sólo falta que un conductor ebrio, o no, les atropelle y que un río de culebras se los trague. Pienso en ello, sin saber bien por qué, mientras imagino a Munar, como jugando a las sombras chinescas contra la fachada amenazante de los juzgados. ¿Otra metáfora?

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jueves, octubre 1

agitadoras.com


A propósito de mi nuevo libro Tratado de las cosas sin nombre la revista digital Agitadoras acaba de publicar, a modo de avance, estos dos poemas. Los pueden leer en este enlace.


Y también aquí mismo:


La memoria es un reloj de niebla, una alarma
de luces vacilantes, la visión imprevista
de un ánfora en mitad de un desierto submarino.

Ahora el paisaje es una nube cargada de pecios,
un murmullo sonámbulo de aparecidos, un rumor
sin más orden que el caos. Desde siempre,
Dios escapa a los círculos que le tendemos.

Una mañana lo olvidé todo y planté un árbol
entre los lirios pálidos y las flores de los muertos.

Escribí la historia de mi vida sin palabras
y firmé, muy abajo, en la página en blanco

Scardanelli.




*********




A veces sueño frases absurdas. Quiero pensar que son fragmentos
de otras que dije o igual no, pero debí decirlas. A veces callamos
porque no nos da tiempo a separar unas imágenes de otras
y todas a la vez nos abruman y confunden. No es fácil
separar las raíces subterráneas de las magnolias, por ejemplo,
del temblor ante unas manos abiertas. Mi hermano huye
de los médicos porque la enfermedad le espanta. Yo, a diario,
visito todas las consultas de la ciudad por idéntico motivo. El miedo
tiene efectos inverosímiles. ¡Qué miedo el azul del cielo! ¡Negro!
decía Juan Ramón mientras buscaba una mansión con vistas
a todos los hospitales del universo. Yo tengo miedo ahora
a esas frases absurdas que sueño, miedo si las dije o miedo
si las dejé enterradas en el silencio y ahora despiertan
y me agarran, nocturnas, para exigirme su presencia entre las ubres
agonizantes de estas páginas. Yo tengo miedo ahora
a ese sin decir que acumulamos porque no sabemos cuánto
de inacabado nos pertenece y cuánto, en realidad, nos sobra.
La precisión es siempre una verdad a medias, una fractura
de los sentidos, una brecha que presentimos irreparable
cuando una simple gota de sangre nos recorre la espalda
y ni siquiera recordamos el lugar exacto, el origen de la herida.

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