LA TELARAÑA: versiones y diversiones

sábado, agosto 15

versiones y diversiones

La respuesta a la pregunta de El Mundo: ¿Cree que el juez tiene que llamar a Matas por el ‘caso Palma Arena' tras haberse ofrecido a colaborar con la justicia?



No. Las obras de arte no deben ser explicadas -nunca, jamás- por su propio autor, sino tan sólo -y con reservas- por los que bucean en ellas buscando no se sabe con exactitud qué valiosos tesoros sumergidos, qué abisales experiencias, qué liturgias o, incluso, qué fenómenos más o menos paranormales las embargan. O nos embargan, que viene a ser lo mismo, sin serlo. Se trata, pues, de aproximarse con cautela al bestiario inabarcable de todo cuanto es capaz, aún, de seducirnos, que no es poco: quizá nuestra otra cara, su perfil rasgado, íntimo y perverso, el precario equilibrio de la belleza, su insostenible mirada, los ángulos en fuga de la simetría o -por qué no- hasta el fascinante hedor de la repulsión y la podredumbre.

Explicar el caos -y más si es el propio caos, el que administramos como regentes únicos- sólo puede considerarse como un alarde de frivolidad y un fracasado ejercicio de estilo, como una concesión al estúpido psicoanálisis y a la más que estúpida -necia, ruin, mentecata- autoayuda. Un acto, en definitiva, contra natura.

Así las cosas, perfiladas desde el interior siempre aireado, aunque no lo parezca, de los pozos sin fondo de la ironía y, acaso, del sarcasmo, está clarísimo que el juez José Castro tiene ante sí un dilema del que no sabemos si sabrá o podrá salir. Si Jaume Matas le ofrece declarar, formalmente, sin entrar -faltaría más- en detalles concretos de las contrataciones, está obligado, por una parte, a llamarle y por la otra, a no hacer ningún caso a su cargada batería de razones y sinrazones, de versiones y diversiones, de realidad pasada por el túrmix de las instituciones, de las idas y venidas por el lado oscuro y salvaje de la existencia, la vía nebulosa de la memoria donde nada es lo que es y todo se resume en un diagrama absurdo e irreal, político, de flujos enloquecidos de capital, siempre fluctuante y fugaz. Un lugar peligroso.

¿Qué podemos hacer? Aina Calvo ha inundado la ciudad de carriles bici, pero esto es sólo el principio y, ya que el Palma Arena no sirve como velódromo, lo mejor será buscarle otra utilidad. Tampoco vale como Auditórium. Su sonoridad es pobre. Quizá podríamos reconvertirlo en albergue para marginados y transeúntes o, mejor aún, en hospital de campaña (y más si arrecia la gripe). Al menos, así, Son Dureta no estaría tan colapsada ni Son Espases tan lejos y en el aire. Por ejemplo.

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