LA TELARAÑA: la voz de su amo

sábado, julio 25

la voz de su amo



La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Cree que se debe eliminar una de las televisiones públicas?



No. Cuando nos gobierna un enjambre al que, por lo demás y al margen de la R.A.E., tenemos por hábito llamar hexapartito, lo menos que se puede hacer es dar a cada cual lo suyo. Así, pues, este gobierno no necesita, ni merece, dos televisiones sino, como mínimo, seis –seis sintonías, seis telenoticias, seis camillas redondas donde darle al palique, seis tómbolas de basura ecológica, variopinta y floral, seis homilías de distinto sesgo, etnia y sexo (pero no lengua, que lengua no hay más que una; la catalana), seis maravillosos ombligos donde expresarse, seis lupanares donde brincar contra el tedio- para conseguir, al fin, demostrar, de una santa vez, su valiosa e ingente multiplicidad, su voluntad globalizadora, su eterna congestión de intereses y su accidentado abanico de roles.

Sólo así sería visible, no sólo su corpulento bagaje social, sino también, y sobre todo, la hemorrágica dispersión de sus ideas a imagen y semejanza del universo entero. Todo se expande o eso dicen algunos. (Personalmente, pondré la metáfora en cuarentena dialéctica, porque no soy físico ni cosmólogo ni profeta ni he consultado a la UIB).

Pero sí, puede que sus múltiples ideas se expandan, y que se expandan tanto que, al final, se conviertan en algo sin nombre, en una aleación ignota de masa y volumen, de espacio y tiempo, energía, gas o magma y nos conduzcan, mismamente, al instante previo al Big Bang. A la gran explosión. Al principio. A la referencia tras la que todo es pura ciencia ficción. O sea, historia. O mejor, con más exactitud, Memoria Histórica. Hay que ser muy rigurosos con el lenguaje en estos tiempos de mutantes, ectoplasmas ataviados de rapsodas, políticos o verduleras, ciborgs impenitentes en la franja horaria de máxima audiencia.

Ese es el problema. La dichosa franja está tan desierta de espectadores como un arcón olvidado a las telarañas. En el fondo, nadie sabe qué sofríen en IB3 ni que refríen en Mallorca Televisión. Y a nadie le importa. Es una lástima porque, en ocasiones, aparece un grupillo de sesudos periodistas –casi todos del mismo grupo editorial, eso sí- escenificando el sagrado ritual de la discusión, el debate y la poligamia ideológica. Pero les falta contraste. Valor para reírse de la solemnidad de sus papeles y rigor para dejarse llevar por lo que les pida el cuerpo. Les sobra el guión escrito por sus negros del alma. La voz oscura del amo.

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