LA TELARAÑA: viva el despilfarro

sábado, junio 13

viva el despilfarro

La respuesta al debate -¿Cree que es sostenible el despilfarro de IB3?- en El Mundo.


Sí. Ya sé que resulta difícil explicar algunos misterios del más allá –quizá porque huele a azufre, cuando no a beatitud rancia o a catalanidad monacal- y someterlos a las ecuaciones de la gramática, al peso de la dialéctica o a la levedad plomiza de la razón pura, pero aquí no se trata de eso. Aquí se trata de lidiar con entidades paranormales, con unidades de destino en lo universal, con avatares proféticos, con crisoles donde se entremezclan la realidad y el deseo, la étnica y la patafísica, los píxeles deformes y saturados de radicales –no sé si presos o libres, trágicos o cómicos- del voluntariado político y los balances de la economía postmoderna travestida en horda de depuración soterrada, el influjo de la liturgia metalingüística y el caos metafórico, la gaya ciencia de la ocupación territorial, el altar vacuo de los sentimientos, la simulación de no sé cuántas variables, muchas, la hostia en verso. Un complejo panorama por desbrozar.

Así las cosas –o sea, en su estado más lamentable y astroso- lo único exigible es saber distinguir entre churras y merinas. La identidad de la televisión balear no tiene nada que ver con las de Murcia, Asturias o Extremadura. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

No podemos comparar las sesudas razones de estado –o de nación, patria, país, espíritu, ectoplasma, soliloquio o exorcismo endogámico- que embargan a IB3 con los miserables –y sin duda, interesados- dictámenes sobre su grotesco saldo contable o su singular audiencia cero. IB3 no es de este mundo. Tampoco es una televisión, sino algo más. Es un ente de proyección onanista, selvática, nacionalista, tribal, un nido de honderos y glosadors, una procesión de dimonis y castellers, un correfoc, un café, una infusión, un laxante total, un purgante eterno por la lengua. ¡Cuántas cosas caben en IB3 y qué poco las apreciamos!

Obviemos, entonces, esa patraña del despilfarro. El gobierno necesita tanto –y además, por sextuplicado- de sus correveidiles, como otros su ración de calvario, de sumisión o de gloria. Un instante ante las cámaras vale por una vida cuando uno se conforma con menos que nada. Un pozo sin fondo es el mejor de los lugares para enterrar la realidad y convertirla, así, en un tesoro subterráneo. Y si además, como si de paso, se consigue dejarnos sin TV3 y sin Canal 9, pues, miel sobre hojuelas. ¿Hay que joderse? Sí. Bueno, pero y qué.

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