LA TELARAÑA: la sonrisa tragicómica

lunes, junio 15

la sonrisa tragicómica

La Telaraña en El Mundo.




No recuerdo si, alguna vez, Chaplin me hizo reír. Puede que no. Para reír ya estaban Oliver Hardy y Stan Laurel. Quizá Harold Lloyd. O Buster Keaton. De ellos conservo la imagen tullida y selectiva de algunos gags en blanco y negro, alguna persecución ilustre, algún batacazo absurdo, algún gesto heroico y absolutamente desamparado, teatral, contra la imposibilidad –entonces, técnica y ahora, política- de la palabra.

Por eso no pude si no perderme entre las candilejas, las luces y sombras de la exposición, en CaixaForum, de «Chaplin en imágenes». Allí me reencontré con ese vagabundo de aspecto serio y triste, sin más hatillo que el desamor y el ingenio. Quizá Charlot no fue nunca, en verdad, un personaje cómico. Hay mucho de tragedia griega –de dolor incurable pero, también, de intensa compasión sin sorna- en su retrato del mundo. Y la sutil danza con el globo terráqueo en «El Gran Dictador» nos dice más sobre nuestras quimeras que toda la Memoria Histórica que, aún, quede por desentrañar.

Pero la realidad gusta de los juegos de espejos. Gracias a ellos vislumbramos cuánto ardid sumergido escondía la sonrisa de Vicens. Aún sonríe. Más difícil será colegir por qué la Fundación Gadeso sigue ejecutando sus diagramas a base de índices de victimización, desarraigo familiar y extranjería. Sus encuestas no explican nada. Ni las subvenciones que reciben. Pero así funciona todo. Por encargo.

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