LA TELARAÑA: la lengua correccional

lunes, junio 1

la lengua correccional

La Telaraña en El Mundo.


Ahora que el clamor contra la SGAE se ha convertido en una pandemia ya no tiene la menor gracia rebuscarle nuevos adjetivos a sus rapaces ínfulas versallescas. Es como denostar a Munar. Aburre. Es una pérdida de tiempo y un agobio. Su presencia en la foto de familia del nuevo engendro digital de IB3 y UM –reveladora pareja- sólo confirma la inocuidad de su aventura. Mucha mierda.

Nos queda, sin embargo, auscultar otras sandeces. Ibiza por el Cambio –una mezcla de ERC y del Lobby per la Independència: algo así como una incurable noche de éxtasis cirrótico entre las dunas de la ciudad blanca- quiere promocionar el catalán en las cárceles. No sé yo, pero sumarle a la falta de libertad el férreo candado de la imposición lingüística ya roza el delirio. ¿Qué digo que roza? Lo supera. Lástima de desolación en el más desolado de los paisajes.

Cambio de tercio. El pregón de Carlos Garrido –sobre la indigencia cultural, la usura subvencionada y la voluntad parasitaria de las sucesivas administraciones- resultó un buen aldabonazo para la Feria del Libro. Hay amistades basadas en el trato íntimo y voraz, que suelen acabar a palos, y amistades tranquilas y etéreas, sin más complicidad que el respeto desde siempre -y aquí siempre significa más de treinta años-, o el gesto cómplice y silencioso del saludo callejero. No es extrañar, pues, que le tenga aprecio a Carlos. Al menos, cuando no canta.