LA TELARAÑA: bienvenido, Míster Marshall

sábado, mayo 23

bienvenido, Míster Marshall

La respuesta a la pregunta del Debate -Ante la indefinición del Govern, ¿cree que Antich debe sumar los 500 euros para comprar un vehículo?- en El Mundo.


Sí. Pero ya, porque si Zapatero decide –en estos días de crisis, gripes y nacionalismos mutantes y ante la criba de las elecciones europeas- ayudarnos a convertir nuestros viejos autos locos en relucientes limusinas –por mí, como si le diera por promocionar sudaderas, frigoríficos, mondadientes o viajes pagados a Kosovo-, a Antich no le queda otra que sumarse a los festejos y enterrar sus sueños etéreos de trenes, bicis y tranvías –que a todo eso ya jugamos cuando el mundo era mucho más joven y nosotros unos chavales- y abandonarse, dócil, al placer subvencionado del transporte privado.

Debería, pues, removerse la niebla de la mollera y auscultar el blanco y negro con más contraste de nuestra historia colectiva. Reencarnarse en el inmenso Pepe Isbert de la película de Berlanga y tomar cumplida nota de nuestros deseos e ilusiones más íntimas y ocultas. Que no nos niegue ese instante de esperanza y éxtasis. No nos importa el desengaño final. Igual es que somos masoquistas.

Pero aquí estamos para darle ideas. ¿Para qué otra cosa si no? Y si le falta dinero, que suprima conserjerías y altos y medios y bajos cargos de confianza, que se aparte –como de los vapores sulfúricos- de la segregación lingüística de la OCB, IB3 o algunos departamentos de la UIB, que afine los presupuestos internacionales de Grosske o de su amigo Bayona. Y si no tiene a mano alguna Lolita Sevilla de pega, que pruebe con Munar. Lo folklórico siempre da mucho juego.

Dar juego. Ese es principal problema de Antich y de sus socios de gobierno, de pacto interesado y ecléctico, de asociación metapolítica, paralingüística y anticultural –o cultural tan sólo para los neutrales, parafraseando a Paco Ibáñez cuando, aún, podíamos reconocer su voz quebrada por el humo y su valor suicida y poético, enorme, al arrastrar hasta el limbo del infinito el eco palpitante y anacrónico de los versos de Celaya-, de grupo de presión y dispersión, de destacamento con mando en plaza pero sin sufragios morales ni contables, sin proyectos manejables ni, sobre todo, sostenibles cara al sol del futuro, sin accesos a Son Espases –el paraíso chapoteando sobre ruinas y en mitad de ninguna parte, como siempre-, sin ordenadores en las aulas, sin agallas ni torbellinos, sin ideas brillantes, sin apuestas de riesgo, sin sorpresas, sin destellos, sin nada. ¡Vengan esos 500 euros, hombre!

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