LA TELARAÑA: febrero 2009

viernes, febrero 27

coleccionista de lo ajeno

La Telaraña en El Mundo.




Nunca he coleccionado otra cosa que proyectos, constelaciones de ideas buscando su propio orden en el caos definitivo, deseos como fulgores o latigazos de dolor y placer, instintos como pruebas bastardas -pero humanas- de una demolición diaria, fracasos o éxitos intermitentes y sucesivos, recuerdos mutilados y remolinos de papeles con la tinta desleída por el paso del tiempo y el óxido de la decrepitud. Quiero decir, pues, que nunca he coleccionado nada que merezca la osadía de ser expuesto, que convoque muros y torres, que desafíe aljibes, que penetre en la piedra y rompa el paisaje. Mi colección no necesita de la guarida de un Museo o de la red subterránea de una Fundación porque le sobra con el calor curioso de una sola mano extendida, la mía.

No le sucede lo mismo a Pedro Serra. Hace cinco años las autoridades –todas ellas- le brindaron Es Baluard, un fortín donde cobijar sus naipes, un cónclave medieval donde invocar el culto a la personalidad, un patio donde desplegar sus armas, una colmena donde anidar su orgullo. Perpetuar su estigma.

Ahora quiere llevarse sus obras donde más le paguen. Hace bien. Ya lo intuíamos desde su notoria ausencia en la inauguración de Anselm Kiefer. Es lo que tiene coleccionar cosas ajenas. Que aunque pueda esgrimirse su propiedad física, su espíritu nunca acaba siendo, ni por asomo, de uno. Y eso debe de doler bastante. ¿Duele? Pues mala suerte.

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lunes, febrero 23

autopsia de la estupidez

La Telaraña en El Mundo.



Igual la realidad es un cadáver y la televisión su forense. Ignoro a cuánto cotiza la sangre, aún tibia y ya calavera, de la última víctima de la violencia con epítetos -siempre muchos y redundantes-, a cuánto las lágrimas herméticas de los allegados o las opiniones en grito de los vecinos, a cuánto el zurcido de la fama y la exclusiva revendida -ese cocido con olor a ropa vieja-, a cuánto el peregrinaje de la ficción o el revuelto de la sandez. Tampoco importa mucho saberlo, porque cuando la misión se cumple llegan los minutos eternos de la publicidad. Esa es la mejor respuesta. Quizá la única.

En IB3, mientras tanto, Antoni Martorell empieza a contar lingüistas de la UIB en nómina y le faltan dedos o manos. Es obvio que doce apóstoles de la ortodoxia filológica dan mucho juego si se trata de escenificar La Última Cena, pero para normalizar el absurdo igual es un despilfarro. Se lo pediría a Gabriel Bibiloni, pero no deseo volver al tema publicitario.

A otros, no sé quién los cría pero sí que se juntan. Miquel Nadal y Sebastià Serra han colocado sus vertiginosas efigies –uno, celando su inverosímil sonrisa y el otro, su desubicado perfil de siempre- en una página web que mezcla turismo, cultura y patrimonio con el mismo manejo suicida del que ficha, primero, a Rafa Nadal o Rudy Fernández y luego a Chopin, Llull, Miró, Graves o Jaume I. Pero qué grandes que somos. Vaya equipazo.

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domingo, febrero 22

poema

Os dejo un adelanto del nuevo libro que espero publicar este mismo año (aviso: dos versos aparecen cortados, pero el diseño de la página es el que es):


A veces sueño frases absurdas. Quiero pensar que son fragmentos
de otras que dije o igual no, pero debí decirlas. A veces callamos
porque no nos da tiempo a separar unas imágenes de otras
y todas a la vez nos abruman y confunden. No es fácil
separar las raíces subterráneas de las magnolias, por ejemplo,
del temblor ante unas manos abiertas. Mi hermano huye
de los médicos porque la enfermedad le espanta. Yo, a diario,
visito todas las consultas de la ciudad por idéntico motivo. El miedo
tiene efectos inverosímiles.
¡Qué miedo el azul del cielo! ¡Negro!
decía Juan Ramón mientras buscaba una mansión con vistas
a todos los hospitales del universo. Yo tengo miedo ahora
a esas frases absurdas que sueño, miedo si las dije o miedo
si las dejé enterradas en el silencio y ahora despiertan
y me agarran, nocturnas, para exigirme su presencia entre las ubres
agonizantes de estas páginas. Yo tengo miedo ahora
a ese sin decir que acumulamos porque no sabemos cuánto
de inacabado nos pertenece y cuánto, en realidad, nos sobra.
La precisión es siempre una verdad a medias, una fractura
de los sentidos, una brecha que presentimos irreparable
cuando una simple gota de sangre nos recorre la espalda
y ni siquiera recordamos el lugar exacto, el origen de la herida.

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viernes, febrero 20

el eje cívico del vacío

La Telaraña en El Mundo.



Desde ahora voy a mirar a los venezolanos de Palma con sincera aflicción. Se han regalado dictador, barbarie y demagogia nacionalista para el resto de sus días. Pero los días del dictador no siempre son la exacta duración de la dictadura –como sucedió en España, pese al 23F- sino algo más sutil y relacionado con las mutaciones irreversibles de una realidad que nunca se sabe cuál es. Siempre parece otra.

El declive de la razón acarrea dosis iguales de tristeza y rabia. De tristeza, porque subyace, en el fondo, la absoluta inocencia de la mayoría. De rabia, porque participar en una farsa nunca resulta agradable, sino muy triste. Siempre se acaba cerrando el círculo. Está en su naturaleza.

Lo que no está claro es la intención de convertir calles en ejes cívicos. Barriadas en condados o líneas de mar en jardines. El estupor del Pacte viaja con la brisa y confirma que pactar con UM es como hacerlo con el diablo: garantiza el infierno y sus emanaciones. Los eufemismos espantan pues no es igual salir a la calle y refugiarse, anónimo, en el gentío que caer de lleno en la liturgia oficial de algo que no se sabe qué es. Voy a comprarme –como el Govern, Planícia- una mansión de lujo en el lugar más salvaje de la isla. Además de ser una gran inversión, ahí aún no hay vigías, chivatos ni escoltas de ese Gran Hermano –pura exhibición y vacío- que amenaza tragarse la ciudadanía. Buen provecho.

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lunes, febrero 16

la mortaja de colores

La Telaraña en El Mundo.


Reviso la factura de GESA como escrutando el pergamino del plano de un tesoro, con la brújula enloquecida y el quinqué en vilo. Los tesoros suelen ser inalcanzables pero éste es, además, incomprensible: los decimales abruman y la lectura estimada –es decir, diferida- nos remite a la historia y a la estadística. Sólo existe el presente y el terror aplazado de que el mes próximo el bisturí de la usura nos tiña de rojo los bolsillos. La luz, sin embargo, sigue brillando en los cristales de su edificio de espejos, rota la fachada marítima por un cinismo igual al de sus destellos. Quieren cegarnos. O deslumbrarnos.

Cuando la política y la justicia andan de cacería puede suceder de todo. Por ejemplo, que un satélite ruso y uno de la NASA choquen en la autopista del espacio exterior. Si Calvo no diseña ahí -y pronto- un carril bici la Tierra acabará como Saturno pero con un anillo, no de gas y piedra pómez, sino de chatarra espacial. No es grave. Nos encanta la basura.

Por ello, Armengol no desmantelará la Televisió de Mallorca. Sus motivos son como los que esgrimió Joan Ridao –cónsul de ERC- al comparar TV3 con Al Jazeera y conseguir, con la audaz metáfora, su visibilidad en Valencia. El símil sorprende por lo atinado. El expansionismo tiene su forma de exhibir la realidad, de ponerle el disfraz nacional de la mortaja y hasta la vibrante música de las noticias. Pero no de todas, claro.

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viernes, febrero 13

la lírica del espanto

La Telaraña en El Mundo.



Mientras el espanto –o su ojo atormentado- se pasea, irónico, por El Prado de la mano de Francis Bacon, la realidad y sus apariencias juegan al escondite, a la captura y fuga, al espionaje y plagio, a la clonación, al sonambulismo. La globalización se agrieta: se le ven las costuras, los sietes del aldeanismo. Así, Antich le rinde pleitesía a Carod-Rovira y Bargalló a vueltas con el Instituto Ramón Llull. Fanny Tur le augura, además, un fuerte “acento balear”. Será de ver. Y oír.

De momento la Coral de la UIB cantará en Washington y Nueva York. Ignoramos si franqueará las aduanas federales y si Obama recibirá a Biel Mesquida. Corren malos tiempos para la lírica, pero no para el espanto. Hoy se estrena Slumdog Millionaire. Es excepcional pese a su desenlace, que no contaré: quizá sea un guiño mordaz de Bollywood a Hollywood, o al revés; pero no estoy seguro. Igual sólo es un gesto de rendición crítica. Adiós a las armas.

«Se canta lo que se pierde» dijo el hermano de Manuel Machado. La frase vale para naufragar en la nostalgia o aclarar el presente. Lo demuestra Ángel Duarte al escribir El Otoño de un ideal (Alianza, 2009). El libro trata sobre el republicanismo español y su declive desde el exilio hasta hoy. Léanlo. La bruma atlántica y la mediterránea albergan similares cánticos de sirena, iguales espectros y el mismo vacío final. Vuelvo a Bacon, aunque sea al trasluz. Lógico.

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martes, febrero 10

Algunos la critican en la India, mientras casi todos la alaban en -y desde- Occidente. Slumdog Millionaire es una gran película -con un montaje extraordinario que hace bueno un guión tan efectivo como simple- pese a su final (básicamente un exagerado guiño, quiero pensar que irónico, a Bollywood y a Hollywood -pero no estoy seguro; igual es un gesto último de complicidad y renuncia a la crítica).

Sea como fuere, sólo algunos aspectos interpretativos de The Reader y, acaso, el innegable carisma de los intérpretes de Revolutionary Road o La curiosa Historia de Benjamin Button, le pueden hacer algo de sombra de cara a los Oscars, pero sólo eso, una ligera brizna de sombra.

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lunes, febrero 9

estruendo y mendicidad

La Telaraña en El Mundo.


Nada como el calor de una disputa para desnudarse dialécticamente. «He sido toda mi vida comunista y honrado» clamó Miquel Rosselló en un reciente debate. No pondré en solfa la literalidad de sus palabras, pero sí su trivial maniqueísmo de militante modelo. La realidad es más compleja. No siempre somos lo que creemos ser, salvo en instantes hechizados, como de éxtasis, que luego evocamos por su excepción. Sólo somos a tiempo parcial y cuando nos perdemos hay que volver a buscarse. Vaya faena.

Pero resulta difícil, estos días, no hablar de los bancos. Mis últimas diligencias bancarias han sido un concierto de Lonely D. Karen en Sa Nostra y las reencarnaciones de Buda en CaixaForum. La mística budista me abre siempre interrogantes y más cuando le observas, sereno, con sus once discípulos junto al árbol de la Iluminación. Él no precisó un Judas para poner a prueba su fe. Resulta curioso, pero no sé si revelador.

De los bancos a la mendicidad hay sólo un paso. Lo darán unos 150 políticos isleños –con Carles Manera, el primero- yéndose a Bruselas a celebrar el Día de las Islas Baleares. En el festejo le exigirán a Europa 50 euros por año y habitante en vez de los 15 actuales. ¿Dónde andarán los euros míos? No importa. Les acompañarán los Demonios, Diablos y demás Bestias del Fuego que tanto apreciamos. Espero que allí mejoren la manifestación del pasado sábado. OCB incluida, por favor.

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viernes, febrero 6

del realismo al vacío

La Telaraña en El Mundo.



La filosofía siempre transitó burdeles y universidades. Ahora viaja –de precario- en autobuses y hasta se arranca togas y birretes para lanzarse al ruedo de las marcas comerciales y las patentes. Eso sucede en la UIB. Su presencia transciende las aulas, los atriles y los túneles del subterráneo para bregar allí donde cualquier problema –y el gasto de solucionarlo- precise de justificación y análisis. Una bicoca.

No sabemos, sin embargo, si la educación que imparte está a la altura de los dentífricos, bebidas isotónicas, patés y galletas que comercializa. Será que los tiempos están cambiando y es la hora del proteccionismo. El ministro Sebastián desconfía de los bancos, pero quiere que viajemos a Sierra Nevada en vez de a Los Alpes. No hay color. Vicens podría darle clases mercantiles, Antich recordarle la belleza del Galatzó, Munar la de Son Oms y, todos juntos, llevarle de romería hasta La Real. Qué menos.

Quizá la globalización sea sólo un estado de ánimo, una hipótesis que se sostiene en el aire sin ocultar su apego al naufragio. Se hunde, pero a ratos. Días atrás enloqueció Google y empezó a dar errores de espionaje en las búsquedas. A su vez, Telefónica me impedía acceder a YouTube y a su sobredosis de realidad, esos picos fragmentados y escuálidos donde el tiempo se detiene sin que luego ocurra nada. El realismo siempre conduce al vacío. ¿Mal lugar? Pues no sabría decirles.

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lunes, febrero 2

regreso al pasado

La Telaraña en El Mundo.


Un museo debiera ser un templo donde se oficia un misterio ajeno al peaje de las tornas y al horror de las administraciones, un espacio donde el pasado se retuerce porque le urge un vaciado total. Por ello me alegra que Es Baluard, al cumplir cinco años de sopor y discordia, nos traiga a Anselm Kiefer. En su obra el tiempo pasado es mucho más que ese fetiche reivindicativo de la memoria histórica; es investigación y hallazgo, cábala. Tal vez, literatura.

Quizá el pasado sea como un túnel por donde viaja, enloquecida, la verdad. Alcanzarla es imposible, pero nos conformamos con intuirla. Guardo en la retina alguna imagen deslucida de un viejo tranvía chirriando, al trote, en plenas Avenidas, pero ignoro si pertenece a mis recuerdos o a la revisión ulterior de alguna fotografía de la época. No lo sabré nunca, mas no importa. El tiempo pasa sin acabar de irse y sus imágenes, como el eco contra un muro invisible, vuelven. Siempre vuelven.

Ahora quieren resucitar ese viejo tranvía y así devolvernos a los felices sesenta o aún más atrás, a las colas del racionamiento, la luz del gas en las farolas y los rumores nocturnos del sereno con su enorme manojo de llaves. Un tranvía da para una sobredosis de nostalgia y evocación. Desconozco quién parió ese regreso al pasado. Pero tanto da. Basta con que el consejero de Movilidad nos explique por dónde circularán los coches. Si lo sabe, claro.

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