LA TELARAÑA: teología de la verbena

viernes, enero 16

teología de la verbena

La Telaraña en El Mundo.


Mientras escribo suena un saxo. La música, irreal, me llega distorsionada. Escribir es apostar entre las infinitas posibilidades combinatorias del lenguaje. Lanzamos los dados y sale un poema, una trilogía reversible o un panfleto. La literatura actual sabe mucho de esos ardides, pero no sé si los recuerda.

Yo tampoco recuerdo cuál es la parada correcta. En la que estoy, los autobuses pasan de largo. No sé si Dios viaja en ellos, si se subirá más adelante o si ya se bajó donde nadie pudiera reconocerlo. No es fácil reconocer a Dios. Si existe, porque toda existencia tiende a camuflarse y confundirse con otras. Y si no existe, porque el propio peso de la palabra Dios –que hasta los ateos se empeñan en evaluar- pesa demasiado como para sólo contener puro vacío.

Pero Palma –aún- no es Londres, Barcelona o Madrid. Tampoco Washington, donde algunos buses llevan por eslogan «¿Por qué creer en Dios? Sé bueno, sólo porque sí». No es un mal lema para estos días de caricaturas e hipérboles. Aquí la fiesta la tenemos con los 30 millones que el CIM –con M de Munar- ya no tiene. O con la pedantería de Grosske y su liturgia laica de cómo diseñar una Revetla. Discurrir de plaza en plaza y de fuego en fuego, no sé si buscando a Dios, San Sebastián o Rosario Flores, más que una lección aristotélica es un esperpento filosófico. La guía ambulante del patetismo.

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