LA TELARAÑA: la educación

viernes, diciembre 19

la educación

La Telaraña en El Mundo.




Vuelvo a Bolonia o a los encierros en la UIB, que es como no ir a parte alguna, salvo a la resaca gloriosa de Mayo del 68, a los aledaños de la confusión y a los debates sobre el fraude de la pedagogía. Habría que empezar a hablar sobre el conocimiento, su utilidad y razones. Son tantas que cuesta prenderles la aguja y tejer algo homogéneo. Pero obviaremos el detalle: quizá sea menor. El todo no existe sino en sus partes y, así, los hay que nos revolcamos entre versos sin cortar, igual que otros lo hacen entre precisos endecasílabos y aún otros, por qué no, entre píxeles y apósitos virtuales de una realidad que, aún tratando de ser única para todos, no acaba de serlo. Y no sé si lo es.

Hay más variantes. Ramón Aguiló escribe sin red y María Llompart publica, en la UIB, “La Tesorería del Reino de Mallorca durante su época de esplendor”. El tiempo se contrae y expande, nos envuelve con su sudor frío. Lo difícil, ahora, es ubicarse lejos de la propia experiencia y la descalificación global. La educación –desde el claustro materno al universitario- arrastra males antiguos de cuando la sociedad era otra, es cierto, pero cómo no ver que el problema se ha envenenado, cada vez más, con ineficaces vacunas y absurdos bálsamos. Supongo que algún sitio existirá entre el torpe bofetón educativo –que, aun como puntual excepción, no hemos olvidado- y el espejismo de las siglas vacías de sentido y dudoso contenido -se supone que son planes de estudio- actualmente vigentes o a punto de serlo.

Llego aquí sin conclusiones. Es obvio. Pero este es un buen lugar para ojear el mundo y preguntarse qué conductas y salidas ofrecemos a los más jóvenes. La respuesta de una clase política inútil y corrupta, no vale. No es nueva. La de un futuro incierto, tampoco. Siempre lo fue. ¿Qué ha cambiado, realmente, en esencia, alrededor? ¿Nada? Si esa es la respuesta, quizá ese sea, también, el problema. Si no lo es, lo extraño es que nadie le lance sus botines a, por ejemplo, María Antonia Munar. Pues sí.

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