LA TELARAÑA: la caza de UM

lunes, septiembre 22

la caza de UM

La Telaraña en El Mundo.




Antich, con resignación, nos pide coraje contra la crisis. Su receta, a falta de otros valores éticos, nos sirve para teñir de épica estas líneas. Empecemos. No sé si alguien toca una mágica flauta y es, entonces, cuando el embrujo toma cuerpo en el aire y se contonea como una enredadera, un zarzal en llamas o un volcán desperezándose entre pavesas. Acaso sea así. O quizá no. Quizá el espectáculo no sea apto para todos los públicos y convenga, primero, ensayarlo en la trastienda de la realidad, en su lado oculto, con el telón caído bajo el peso de las luces clandestinas, para que luego, al vencer la hora, la flauta se convierta en un clarín o en un redoble de tambores –el crujir de todos los pactos gubernamentales- y entonces amanezca y renazcan los actores togados de esta ancestral parodia empuñando el fiel de su balanza con igual fiereza con que los antiguos se manejaban con la espada. Con justicia.

Sucede cuando nadie se lo espera, es cierto, pero sucede, y entonces la maquinaria empieza a rodar y los taquígrafos comienzan a susurrar sus intermitentes cánticos. Es la Justicia, que siempre baila, pero nunca se sabe cómo. Ahora de una forma y luego de otra. Nunca deja de bailar. Quizá la vida –y la dignidad- nos vaya en esa danza y por ello no queremos que cese la música. Queremos mucha más música, aunque ya sea tarde y suene tan rota como un grito de auxilio en mitad de la noche.

Sucede, no obstante, que la justicia no parece tan ciega como se la pinta, pero sí mucho más miope de lo esperado. No resulta lógico que, por una vez que se decide a mirar, con cierta diligencia, hacia UM –ese partido milagroso, chirriante y rarísimo- sólo alcance a ver a Bartomeu Vicens, a Morales, a Jaume Montis o a Elizabeth Diéguez. Vale que al primero le crezcan facturas falsas de los dedos y que todos los demás ronden, presuntamente, por los alrededores, vale, pero UM no es sólo ese iceberg, esa avanzadilla perdida en Son Oms. Hay mucho más. Y al menos yo sí quisiera saber cuánto.

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